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Los aceites Omega 3

Mucho se ha hablado en los últimos tiempos de los ácidos grasos esenciales Omega 3; a pesar de los años que llevamos dedicados al estudio de la nutrición y la medicina natural, realmente nos resulta difícil encontrar sustancias terapéuticamente tan efectivas…

No se trata de un medicamento, por supuesto, tan solo de un nutriente esencial en nuestra dieta; los Omega 3 no tendrían tanta cartelera sino fuera por la forma aberrante en que estamos comiendo quienes nos pretendemos civilizados. 

Nos hemos alejado de las formas tradicionales de comer y, naturalmente, nuestro organismo nos pasa una costosa factura que ninguna seguridad social (por buena que sea) puede solventar exitosamente.

Nuestro cuerpo fabrica muchos de sus componentes a partir de otros; otros los requiere tal cual de la alimentación porque no puede elaborarlos por sí mismo; este el caso de los Omega 3. 

Esto no quiere decir que cuando ingerimos estos nutrientes nos curemos una enfermedad, sino más bien posibilitamos que nuestro cuerpo vuelva a funcionar adecuadamente porque le hemos echado el combustible preciso; los Omega 3 son esenciales para nuestra salud y si nos privamos de las cantidades adecuadas de los mismos, padeceremos desequilibrio y enfermedad. 

Los investigadores han descubierto que la ingesta apropiada de ácidos grasos esenciales Omega 3 ayuda a mejorar todo tipo de enfermedades cardiovasculares (mayor sobrevida para quienes padecieron infartos, normalización del ritmo cardíaco, triglicéridos, colesterol), juegan un papel esencial en la formación del tejido nervioso, el cerebro y la retina del feto y el lactante, mejoran las condiciones autoinmunes (Esclerosis Múltiple, Artritis, Escleroderma, Lupus…) y permiten reducir el consumo de antiinflamatorios esteroides. 

Si bien hay alimentos comunes que los contienen, como las nueces y los aceites de soja o linaza, las mejores fuentes se encuentran en el zooplacton y fitoplacton; no es habitual que sirvamos krill en nuestra mesa, pero por suerte, estos principios activos pasan a la cadena alimentaria a través de los pescados azules tales como las sardinas, arenques, salmón o caballa. 

Debemos recurrir a estos alimentos mencionados y típicos de la Dieta Mediterránea para apuntarnos un punto a favor de nuestra salud; siempre estos serán una fuente más fiable que aquellos alimentos de moda en la actualidad y que han sido enriquecidos con los famosos Omega 3. 

Igual que en el caso del aceite de orujo de oliva, las fuentes de Omega 3 suelen ser desnaturalizadas por procedimientos químicos que aumentan su conservación pero que los inutilizan o, aún peor, los vuelven nocivos para nuestro organismo; en el caso de los alimentos enriquecidos, no es habitual que el fabricante incluya la fuente en el envase, y si lo hace, no suelen poner con claridad si lo está en su estado natural (un elixir para nuestra salud) o modificado químicamente (un veneno más). 

Con atención a la selección de nuestros alimentos y a través de los suplementos adecuados, podemos forjar, paso a paso, una buena salud, o como dice el refrán, “cavar la tumba con la boca”. 

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