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Cambiando la vocación en la mediana edad

Según las pautas sociales, una vocación sólo puede manifestarse durante una solo momento en la vida, y este momento debe ser la juventud. Sin embargo… ¿Dónde está escrito eso?


Una gran cantidad de personas, afirma ser “llamada” por una determinada
vocación, casi como si existiese un sentido de “inevitabilidad”, es decir, un “yo nací para hacer esto”. Y, en algunos casos, esto es muy cierto: Maradona nació para jugar al fútbol, Dalí para pintar, y William Faulkner para escribir.

Pero muchas otras personas, han comenzado su juventud estigmatizada por la prisa de sus padres, para que comenzaran una carrera, sin importar cual fuera ésta, y si terminaba de convencerlos o no.

Otra variante, es la del “adolescente indeciso”, para el cual el mercado no dejó pasar la oportunidad de ofrecerle libros de carreras universitarias, autoayuda y conocimiento personal, así como orientadores vocacionales, test profesionales, y todo tipo de consejeros, en pos de que opte, en base a conceptos algo arbitrarios, por una carrera lo antes posible.

Pero, en algún momento de sus vidas, sobre todo en la mediana edad, cuando uno se replantea todo lo vivido, muchos de estos médicos, abogados, contadores, etc., se dieron cuenta que, tal vez, esa carrera no fue lo que más desearon, o bien que la realidad ha sido muy distinta de lo que marcaban sus sueños. 

Derribando mitos

Algunas personas piensan que la vocación y carrera, es casi un sacerdocio. Para esta gente, la vida se define por la carrera profesional que siguen, y, dentro de su vida totalmente planificada, jamás se les cruzaría la posibilidad de explorar nuevos caminos.

En realidad, no existen causas “genéticas” o basadas en una “luz sobrenatural” que impliquen que una persona DEBA dedicarse a algo, DURANTE toda su vida. En efecto, en cualquier momento y en cualquier edad, puede surgir una nueva vocación. Y si se está dispuesto a poner el esfuerzo que requiere el aprendizaje de cualquier profesión, es posible adentrarse de lleno en esta nueva realidad.

Por supuesto, puede ser más dificultoso ocuparse de esto en nuestra mediana edad, cuando ya hemos desarrollado otra carrera durante largos años, una carrera que, haya sido optada por nosotros o impuesta a la fuerza, sin dudas nos ha brindado toda una rutina, y un significado a nuestra vida.

A veces, podemos sentir un vacío en nuestra
rutina laboral
diaria. En otras oportunidades la vocación propia puede ser extirpada a la fuerza, como por ejemplo cuando se pierde un trabajo o desaparece un determinado mercado. Lamentablemente, en ambos caso, la mayoría de las personas sienten que, en su mediana edad, ya es demasiado tarde para cambiar, y que no volverá a abrirse otra puerta.

Lejos, muy lejos, están muchos adultos de darse cuenta de que, al mismo tiempo que están abandonando toda una concepción de vida, pueden comenzar a introducirse en un mundo completamente nuevo, un mundo que soñaron desde chicos, o que puede comenzar a interesarles en la actualidad.

Este mundo impredecible, inestable, inquietante, ayuda mucho a que una gran cantidad de personas de mediana edad estén deseando modificar sus vidas. ¿O acaso usted se imaginaba dedicarse a ser programador de computadoras, cuando tenía sólo 18 o 19 años?

Animándose

El proceso no es sencillo, claro. Todas las crisis, tanto si surgen desde nuestro interior como del mundo exterior, son dolorosas, y difíciles de asimilar en el corto plazo.

En muchos casos, se tiene mucho que perder, ya que uno ha ganado un prestigio en su carrera. Ello para no hablar de la comodidad que brinda un trabajo seguro y, a esa altura, relativamente fácil de realizar.

Por supuesto que será mucho más sencillo si uno tiene en claro cual será su nueva (o vieja y reprimida) vocación, pero el tránsito será siempre arduo duro.

En cualquier caso, nunca se deben obviar los síntomas que se experimenten. La insatisfacción en un trabajo, el deseo de realizar cierta actividad, o las ganas de renovarse frente a una insoportable rutina, siempre deben ser tenidas en cuenta.

Esto no significa que deba tomar decisiones irresponsables, pero si que comience a ampliar sus horizontes, a rebatir ciertos prejuicios, y a tomar un sendero más amplio y libre, que le permita, en el momento apropiado comenzar una nueva vida.

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