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¡Ay, los límites, los famosos límites…!

Quisiera saber cómo hace una como madre para llevar la vida más fácil ahora que mis hijas de 16 (gemelas) son imposibles de tratar y de hablar con ellas sin pelear y gritar. Por más que me esfuerzo siempre terminamos peleando. ¿Hay que darles la razón siempre, o aunque sean adolescentes hay que ponerlas en su lugar de vez en cuando?.

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Respuesta

En la
relación
padres-hijos
, como en cualquier otro vinculo, hay que diferenciar:

  • Las particularidades de una
    relación específica, que tiene que ver con las historia y características
    personales de cada uno de los miembros de una familia, y de la familia en sí.
  • Las "generales de la
    ley" de los vínculos, en este caso con los hijos adolescentes. Estas
    "generales de la ley" nunca vienen solas, sino que determinan, y
    están determinadas, por las particularidades de cada persona y de cada
    familia.

Hechas estas
salvedades, lo que usted comenta parece sobre todo un tema de limites. En este
sentido, hay que puntualizar:

1- Los limites a
los hijos no son tarea de uno de los padres, sino de ambos. Cuando papá y mama
están presentes, los limites tienen que ser tarea de ambos, y deben ser puestos
en forma consensuada entre ambos: no hay nada peor que "papá/mamá dijo
que no, pero yo te dejo” o “voy a tratar de convencerlo/a”.

2- Los padres
son los padres, y los hijos son los hijos. NO son iguales, ni sus posiciones son
simétricas. Los padres deben poner límites, y esto para sus hijos es
imprescindible.

3- Los límites
no se discuten, ni son motivo de debate. No es no. En OTRO momento podrán
charlar de los porqués de los limites y las decisiones que tomen, pero no
cuando están entrando en una discusión para obtener lo que quieren.

4- Obviamente,
los límites no deben ser arbitrarios. Uno tiene también que poder reflexionar,
en frío (no en caliente o en el medio de una discusión), los motivos por los
que deja o no deja hacer algo a los hijos.

Muchas veces lo
hacemos por motivos que tienen que ver mucho más con nosotros que con ellos, y
es en este punto donde las cosas se complican (si no podemos separar las cosas). 

5- Si uno tiene
que llegar a los gritos para poner un límite, ya fracasó. Es difícil cambiar
las cosas de un día para el otro, pero hay que seguir intentándolo.
Cuando uno dice NO, ahí se termino la discusión y no hay nada más que decir
(ellos pueden seguir tratando de discutir o de gritar, pero no usted).

6- La trasgresión
de los limites tiene que tener consecuencias, y uno tiene que mantenerlas.
"Una semana sin salir" tiene que ser "una semana sin salir".
Obviamente, no se puede imponer cualquier castigo, y tiene que haber relación
entre el mismo y la transgresión que la origino.

7- Recuerde que
ser adolescente es, en el fondo, estar en el proceso de separación de los
padres y de entrada en una vida adulta e independiente.

A uno, como padre, puede
darle miedo, o dolor, o angustia, este proceso, pero tiene que permitirlo. A
eso, no se le puede poner un límite. Muy por el contrario, los límites son (y
tienen que ser) una parte imprescindible de este proceso.

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