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Mi hija/o adolescente quiere ir a terapia

Tu hija/o adolescente te dijo que quiere ir a terapia.  A eso puedes reaccionar de varias formas. Te invito a que analicemos algunas de las reacciones posibles y que las pensemos juntos…

1.                          El padre y vos coinciden en negarse rotundamente y sin explicación: “no, porque no”.

2.                          Ambos se niegan pero la inundan de preguntas: “¿por qué querés ir a terapia? ¿qué te pasa? ¿qué problema tenés?”

3.                          Ambos se niegan a que vaya, negando también que él/ella pueda tener algo que lo/a angustie y que tenga ganas de trabajar en una terapia:

“Si no tenés ningún problema…si sos feliz…entonces esos chicos que no tienen padres, o que no tienen para comer ¿qué hacen?. En el fondo sos un desagradecido”.

4.                          No coinciden los criterios entre el padre y vos. Uno de los dos quiere que vaya, y el otro no; lo que genera una discusión entre uds. dos.

5.                          Ambos están más que contentos con la idea, le preguntan cuánto dinero necesita para pagar la terapia y listo! En el fondo es un alivio, porque ya no saben qué hacer con él/ella. 

Cuando un hijo quiere ir a terapia, lo primero que ocurre es un golpe al narcisismo de los padres en su rol de tales. Lo que sentís es que si necesita un terapeuta es porque algo hiciste mal.

Lo segundo que pensás es que el terapeuta lo/la va a poner en contra tuya y le va a llenar la cabeza de ideas extrañas.

Lo cierto es que la adolescencia es una etapa difícil y te guste o no, tenés que asumir que la angustia de tu hijo/a es inevitable: el cuerpo le está cambiando, está dejando de ser un niño, está tratando de descubrir quién quiere ser y cómo quiere ser y también se está enfrentando a la sexualidad, al con el otro sexo. Hay que admitir que es mucho! Y muy angustiante.

También y aunque sea doloroso, es la etapa en que hay que empezar a separarse y diferenciarse de los padres. Puede que sea difícil de digerir, pero lo más sano es que tu hijo/a tenga ganas de separarse de ustedes y de ser diferente a cómo ustedes son.

Lo más natural es que desee ser una persona distinta con una personalidad propia. Con lo cual deberá también revisar y construir su propia escala de valores.

Si plantea que necesita la ayuda de un terapeuta para hacer todo este proceso, es una decisión madura y sana. Pero debés acompañarlo/a en este proceso.

No dejes que vaya solo/a a las primeras entrevistas. Conocé al profesional que va a estar con tu hijo/a.

Así, tu hijo/a va a sentir que le das la libertad de empezar a caminar pero que lo seguís protegiendo un poco – lo necesario – también.

¿Te acordás cuando le enseñaste a caminar? Primero le dabas la mano y después de a poquito pudo solo/a.

¿O cuándo le enseñaste a andar en bicicleta? Primero empujaste la bici y después soltaste y se largó solo/a. Y vos mirabas con orgullo y sonreías.

Bueno: esto es lo mismo.

Ya se qué duele verlos crecer e independizarse.
Pero ojalá logres soltar de nuevo la bici para que se largue.

Al final te prometo que volverás a sonreir.

Por Lic. Elizabeth Orlando
[email protected]

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