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Diabetes infantil: un trabajo de a tres

Ante el diagnóstico de diabetes en un niño o un adolescente

La primera vez que
Javier vino a consultar sobre su alimentación hacía 3 meses que se había
diagnosticado su diabetes, en ese entonces tenía 13 años y era un niño que
manifestaba muchos problemas de adaptación a su nueva situación de enfermedad.
Desde un principio y como básico de la terapéutica, establecimos que era uno de
esos pacientes que tiene más dificultades que otros ante una situación similar.

 

Javier pertenece al grupo de
aquellos a quienes les es difícil aceptar pautas, cumplirlas y ajustarse a
ellas. Ciertamente esto no es sencillo si se trata de un niño o joven con
diabetes, en quien el solo saber que su enfermedad será por ahora para siempre
lo desconcierta y angustia.

 

Las resistencias son muchas.
Javier venia escuchando de un tiempo atrás, una serie de NO y de PROHIBICIONES,
que hasta entonces no había experimentado en su vida.

 

Su familia, por
desconocimiento escuchaba recomendaciones de cuantos quisieran opinar sobre el
tratamiento para Javier. El respondía con una actitud rebelde e irreverente, en
la que nos ponía a prueba.

 

Javier es un chico
inteligente, observador y sagaz que en los primeros encuentros se mostraba
aislado, no participaba o bien discutía con su madre. Ella era quien hablaba,
mujer con rasgos melancólicos, con actitud entregada al “infortunio de tener un
hijo enfermo”. Al observarlos pensamos en lo que Javier intentaba con esa
actitud de rebelión: discriminarse de su madre, independizarse dentro de sus
posibilidades. Intentaba ser libre hasta donde era capaz, le faltaba conocer en
profundidad sus propios limites para lograr una cierta individualidad.

 

Para aquellos que tienen
diabetes es importante observar una serie de cuidados, entre ellos alimentarios,
que comúnmente son impuestos desde el medio externo.
 

Con frecuencia falta elaboración junto al paciente, muchas veces son
indicaciones poco prácticas, no realizables, como por ejemplo indicar a un niño
que lleve gelatina dietética como colación de media mañana al colegio. Esto le
habían aconsejado a Javier.

 

La gelatina no es
una colación nutricionalmente correcta porque no aporta alimento alguno, se
derrite, no es un alimento que un chico quiera comer en un recreo cuando sus
iguales comen chocolates, alfajores o sándwiches.

 

A la falta de conocimiento
de sus propios limites se le estaba sumando un limite externo con la
indicación de la gelatina, que independientemente de su inadecuación
nutricional, lo estaba molestando profundamente por hacerlo sentir ridículo y
diferente de sus amigos.

 

Conversando con su
diabetólogo, ambas decidimos cuales serian las estrategias a usar para que este
niño-adolescente pudiera llevar a cabo un exitoso trabajo.

Que hablara Javier era
fundamental, hacerlo participar era imprescindible y era deseable que
concurriera solo a las consultas.

 

Fuimos viendo
junto a él cuales eran sus gustos y preferencias. Llegamos a preguntarle
si para él, era lo mismo jugar un partido de paddle que concurrir a la
cancha sólo como observador.

 

Subrayamos la importancia
que tiene jugar corno sinónimo de “jugarse”, poner el cuerpo, sus
sentimientos, la competencia. Competir tiene que ver con uno mismo, porque
significa no dejarse vencer. No dejarse vencer no significa siempre ganar, a
veces se puede empatar e incluso perder y sin embargo no estar vencido como ser
humano.

 

Javier no duda, prefiere
participar en e] juego, pero tiene dificultad en conocer los reglamentos, en
aceptar los limites de la cancha y en respetar las obligaciones. También le
cuesta reconocer la persona del otro y recordar que no juega solo.

 

Se reavivó en Javier con
este ejemplo el deseo y lo que ello implica: – Lo fuimos ayudando a que de a
poco percibiera que al igual que como sucedía con el partido le estaba
ocurriendo con su diabetes.

 

Le mostramos el panorama de
lo que ocurriría si elegía quedarse como espectador, supo deducir que nada de él
se jugaría, nada cambiaría, así como entró a la cancha y vio el partido: así
saldría. Comprendió que perdería algo: el beneficio del control de su diabetes y
su aceptación de la enfermedad.

 

El arreglo
temporario con Javier luego de explicarle muy gradualmente cuales serían las
características de su dieta, fue que llevaría a su escuela un alimento distinto
cada día para comer en el tercer recreo, y que observara como le daban los
controles, se diseñó según sus gustos una lista de colaciones que incluía: una
bolsita de maníes para un día, un pebete de jamón y queso para otro al que se le
pidió agregara tomate, un pote de yogurt conteniendo pochoclo sin azúcar, un
alfajor o un helado los lunes y miércoles en que hacía gimnasia en la última
hora.

 

Hoy Javier, que
tiene 15 años, diseña bajo supervisión sus propios menúes, maneja
satisfactoriamente su diabetes, y está en una adolescencia típica llena de
conflictos, preparado en cierta forma para ser sólo un adolescente y no mezclar
o confundir la diabetes y sus dificultades de tratamiento con las dudas y miedos
que la edad por la que pasa le están haciendo sentir.

 

Se invirtió tiempo, labor
profesional coordinada en todos sus detalles y el compromiso por parte de los
tres.

 

Ambas sentimos haber logrado
el objetivo: el cambio operado desde que Javier llegó a la consulta y cómo fue
aceptando su “tener diabetes”.

 

Fue dejando de ser solo hijo
para pasar a ser protagonista de su propia vida.

JAVIER ES.

 

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