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Adolescentes frente al espejo

Una muchachita de 10 años se para frente al espejo, y se disgusta con la imagen que el espejo le devuelve, la suya. ¿Etapa normal, o principio de un problema serio? Lo que tiene que saber para ayudar a su hija.

¿Cómo
me ven? ¿Cómo me veo?
 

La realidad es una percepción, y por lo tanto puede distorsionarse de múltiples
maneras.

Si
tomamos en particular el modo en que las preadolescentes y adolescentes se
perciben a sí mismas (estamos hablando de su imagen corporal), nos encontraremos
con que están sometidas a la presión constante de los medios, la publicidad,
las revistas de moda, en donde las modelos y actrices son extraordinariamente
bellas y muy, muy delgadas.
No vamos a extendernos aquí sobre el particular, pero en mucho, la juventud,
belleza y delgadez están socialmente asociadas con el éxito y la felicidad.

El fenómeno alcanza también a los padres de estas niñas, quienes, en general,
tampoco tienen en cuenta  o comentan con
sus hijas que, para que estas modelos y actrices luzcan del modo en que lo
hacen, cuentan con un ejército de profesionales de la imagen, maquilladores,
peinadores, fotógrafos, efectos de luz convenientemente dispuestos, en una
palabra, que aquello que se muestra y es objeto de desvelo de tantas niñas y no
tan niñas, no pertenece al mundo “real”, sino al mundo ficcional del
espectáculo.

La percepción de la realidad es una experiencia subjetiva e intransferible,
pero, afortunadamente, no está dicha la última palabra y existen maneras de
ayudar a nuestras hijas a fortalecer la imagen que tienen de sí mismas y
mejorar su autoestima.

En este punto, habría que preguntarse, con una mano en el corazón, sobre cómo
las mamás de muchas adolescentes se ven también afectadas porque su imagen
corporal tampoco se acerca a la de los ejemplos que nos ofrece el Show
Bussiness.


Habitualmente, entre los 9 y 15 años, las niñas suelen “apropiarse” de las
creencias y prejuicios de sus padres y hay que tener en cuenta que un gesto,
silencio o comentario hecho por ellos, disparará  respuestas en sus hijos, y, eventualmente los pondrá en la
dirección equivocada. 

¿Qué
pasa en casa?
 

Andrea
tiene como compañera de colegio a María. María es gordita, algo ansiosa. El ojo
atento de un adulto verá que en María hay algo más que un gran placer por
comer, y que esos kilos de más ponen de manifiesto alguna clase de conflicto.

María es buena en matemáticas, o en pintura, es inteligente y crítica, y buena
amiga.
Si
los padres de Andrea hacen referencia constante a su aspecto físico reprobándolo
o la ridiculizan, y nunca, o rara vez hablan de sus talentos y valores, es
seguro que a la hora de mirarse al espejo, de vestirse o de socializar, Andrea
tendrá problemas.

Es indiscutible que los valores interiores de las personas son materia fundamental
para una vida plena y una sana autoestima, y mucho más consistentes y sólidos
que aquellos relacionados con el aspecto exterior o el modo de vestir.

La
influencia de los medios es un hecho, 
pero una frase, sentencia u observación hecha por los padres, encuentra
en los hijos una caja de resonancia y tiene un peso infinitamente mayor.

Por otra parte, es natural que los adultos modifiquen actitudes y deban revisar
puntos de vista una vez que se convierten en padres.
Luz roja, entonces, para los padres : ¿Qué valores queremos que nuestros hijos
adopten, y cómo transmitirlos?

Como padres podemos intentar con éxito acercarnos a nuestros hijos, poniendo el
foco en las habilidades, personalidad y talentos de las personas, y alentando
los vínculos con otros adolescentes con valores positivos.

Adolescencia 

La
adolescencia es uno de los momentos de crisis en la vida de los seres humanos.
Se producen cambios notables en el cuerpo, a los que las chicas prestarán
cuidadosa atención.
Pasarán horas frente al espejo probándose ropa, se mirarán en las vidrieras por
la calle, buscándose en esta nueva imagen, de la que indefectiblemente estarán
pendientes. Nos referimos casi con exclusividad a las chicas porque son ellas
quienes más problemas tienen a la hora de aceptarse, si las comparamos con los
varones.

Estos sentimientos frente a los cambios son naturales y normales, y así deben
verlos los adultos.

Pero
si una adolescente abandona la práctica de deportes en el club o en la escuela,
o deja de participar de reuniones con compañeros y amigos porque se siente
disgustada con  su imagen corporal, los
padres, sin demora, deberían recurrir al consejo de un profesional. El
aislamiento y la distancia son señales de conflicto.

Los adolescentes transitan  un
complicado proceso de grandes cambios, y una de las características de esta
etapa es que necesitan sentirse aceptados.
Su habilidad para establecer vínculos de confianza con otros (padres, maestros
o compañeros), es un buen vehículo para fortalecer la percepción de su propia
imagen, reforzando, a su vez, su autoestima y autocontrol.

Padres : Tarea para el
hogar
 

La
mayoría de las mujeres adultas solemos quejarnos de nuestro aspecto, lo hacemos
maquinalmente. Los kilos de más, los cambios en la postura, las arrugas que
empiezan a aparecer. Nos maltratamos en voz alta frente a nuestras hijas, que
escuchan atentamente y guardan cada palabra dicha al respecto. Aprenden que
“eso”, es, entre otras cosas, ser una mujer.
Como el ejemplo se multiplica por todos lados, terminan asumiendo que ése es el
modo en que se comportan las mujeres. Muy probablemente lo repetirán y
transmitirán de alguna manera a sus hijos.

Hay que tomar una decisión, la de abandonar definitivamente el hábito de hacer
de nuestro aspecto físico el centro o causa de nuestras aflicciones, el
decálogo de aquellas cosas que deberíamos ser y no somos y , sobre todo, la
falsa idea de perfección.
Esta actitud de demoler a diario nuestra propia imagen, está tan naturalizada y
es tan espontánea., que puede que nos dé algo de trabajo lucir con orgullo cómo
somos y quiénes somos.

Pero…….  amigos, de eso se trata.

Quitarle
al aspecto exterior la jerarquía de esencial, nos ayudará -a nosotras y
a nuestras hijas adolescentes- a construir una autoestima saludable y valiosa. 

Los
niños y adolescentes absorben todo cuanto ocurre alrededor, los ejemplos ocupan
un primerísimo lugar. Al acercarnos a ellos, aún cuando nos reciban mirando
distraídamente hacia otro lado o con gesto de aburrimiento, “anotarán”
celosamente cada cosa que digamos. Y recordarán toda su vida un cuento, una
anécdota personal, una tarde en el cine. 

Está
ampliamente demostrado que la práctica de deportes redunda en la constitución
de una imagen personal positiva en los adolescentes. También abrámosle la
puerta a la música, al teatro, la escultura, y cualquier otra actividad que
despierte el interés y entusiasmo en ellos, será un gran aporte. 

Los
hijos, al igual que  los adultos,
cometen errores. Estos son los hechos y hay que aceptarlos.
Perderá
las llaves de casa, quemará un vestido tratando de plancharlo, olvidará
transmitir un mensaje.
¿Cómo
reaccionamos nosotros, padres, frente a estos hechos o frente a los problemas
de la vida diaria?

Muchos son inflexibles, actúan severamente y llenan de reproches a sus hijos, y
es, justamente, el enojo o la ira que los niños ven en los ojos de sus padres
aquello a lo que realmente temen. Los hijos experimentarán miedo e  inevitablemente se alejarán.

No
los juzgue, los recrimine, ni señale constantemente sus desaciertos o errores,
unas pocas palabras y sentido del humor tendrán mejor efecto para ambos y serán
recordados y agradecidos por sus hijos. Es la mejor manera de abonar un vínculo
basado en la confianza. Si alguna actitud de su hija merece un reproche, que
este reproche sea menos severo si ella le confió lo sucedido, y también
hágaselo saber.

La confianza hará posible que su hija le cuente las cosas que realmente
importan, y que nunca, de otro modo, se atrevería a hablar con usted: El
familiar o conocido que trata de acariciarla en lugares impropios, el señor que
detiene su auto todas las mañanas para mirarla cuando pasa camino a la escuela.
Éstas son las cosas que usted debe conocer.
En ocasiones como las mencionadas, los adolescentes necesitan del auxilio y
protección de sus padres, y si pueden confiar en ellos, los adultos podrán
actuar y ayudarlos.

Si
por el contrario, su hijo o hija temen acercarse a Ud. en busca de protección,
estas experiencias quedarán en ellos, y actuarán como un veneno por el resto de
sus vidas.