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La armonía en el matrimonio. Parte 2

Consejos de una orientador familiar para lograr una pareja feliz.

b) PUNTO DE VISTA FEMENINO:

Si
hay hombres que van al matrimonio con una gran parte de tradiciones masculinas 
también hay mujeres que se hacen eco
de las mismas, en lo que a ellas respecta. La sumisión pasiva y la dependencia
serían su mejor concreción.

Sin
embargo, nunca se ha basado el amor en una situación prolongada de dependencia,
sino de un diálogo entre iguales. De ahí que la mujer deba también proponerse enriquecer el amor de los dos, el suyo y el del marido, sobre una base
de libertad.

Eso,
sin dejar de ser mujer. Quiere esto decir, a su estilo que en general es suave,
persuasivo, constante y sin llamar la atención.

Amor
y libertad. Habrá bastantes ocasiones en que la mujer deberá poner el acento
en conseguir mayor libertad, para amar más. Pero no una libertad de hacer, que
ésta la tiene en gran parte de los casos -en otros también deberá proponérsela-
sino fundamentalmente en la libertad de ser: no ser lo que los demás esperan de
ella únicamente por deber, lo cual a la larga es penoso y suscita la rebeldía,
sino por eso mismo, porque lo quiere. Hacer coincidir voluntariamente su querer,
en actitudes y obras, con su deber. Para así ofrecerse voluntariamente también
una relación, con su marido y con los demás, más perfectible. Lo mismo que el
hombre, pero desde una situación particular.

Y esto, ¿cómo
lograrlo?. Siendo dócil pero no pasiva. Esto exigirá de la mujer una actitud reflexiva sobre la vida diaria en que está inmersa. La acción avasalladora
del hogar ocupa las manos, y debería liberar la mente. Aprenderla lección de
los acontecimientos para saber cómo comportase cuando se repitan, y de cara al
futuro, saber qué hacer para evitar que se planteen otros problemas. Serán, por
ejemplo, modos para hacer atractiva la venida de su marido a casa y no limitarse
a quejarse por sus ausencias.

Al
situarse
en el plano de igualdad querrá dar, pero también recibir. Y en el caso de que
no den, pedir para recibir. Que en ese pedir ya está dando: la humillación de
reconocer que necesita de los demás.

No
vaya a ser que, a fuerza de dar y no recibir, la mujer llegue a tener el
complejo de víctima. Porque entonces la mujer empieza a pensar en sí misma, en
que le ha tocado la peor parte, en que los demás son unos egoístas… tarde o
temprano salta la chispa: reprocha a los demás su falta de detalles, las
deficiencias en el trato con ella. 

Esto cohíbe a sus familiares, especialmente a
su marido, que efectivamente se siente culpable por ello. Pero en su fuero
interno anida la pregunta: "¿Por qué no me lo dijo en su momento?".
A partir de entonces, o se inhibe -batalla perdida- o tiene una serie de
atenciones poco naturales con su mujer, porque se basan en la compasión,
-"¡pobrecilla!"- o en la coacción afectiva -"¿Qué hacer para
tenerla contenta?"-. 
Se ha perdido naturalidad, ha disminuido la libertad.
Y la "víctima" está arriba, encadenada a su marido por el temor. Se
ha convertido en verdugo.

Para
evitar esta situación: hablar y hacer. Hablar: que mi marido conozca mis sueños,
mis proyectos y ver de qué modo yo también puedo realizarlos. Para que así no
tenga él que deberme el profundo favor de haberle entregado mi vida, sin
compensaciones. 

Pensar y hablar, para ordenarse por dentro y descubrir cómo dándome
algo a mi misma, quizá trabajo, estudio, apostolado, labor social,
perfeccionamiento profesional, en mi tarea de ama de casa…etc., puedo aceptar
libre y responsablemente las complicaciones naturales que se han derivado del
hecho de haberme enamorado de un hombre y de haberme casado con él. 

Los tópicos
tradicionales preparan a la mujer para dedicarse de lleno a una persona (el
marido), que sólo la necesita en parte. Aprendamos pues a necesitar a nuestro
marido "en parte", a fin de evitar convertirnos en
"mujeres-hiedras". No olvidemos que la mujer y el hombre son seres
completos como individuos, aunque ambos se complementen en el  matrimonio. Su unión
deben enriquecerles como personas, no limitarlos. 

Aunque en el hacer de cada día
haya que aceptar limitaciones: "elegir es renunciar". No sólo en el
campo del trabajo profesional, sino también en las exigencias domésticas. Muchas
mujeres han descubierto con gran sabiduría el modo de armonizar ambas
dedicaciones

Y
hacer. En el caso de la esposa esto se traducirá en muchas ocasiones en
"hacer hacer". Es decir, en delegar funciones, enseñar a desempeñarlas,
confiar en los demás y tener paciencia, para dar entrada a las "tareas de
artesanía", entre las cuales la educación y la convivencia grata ocupan
el primer lugar. En el fondo es saber desaparecer sin pasar factura. Preparar a
los demás para su autonomía propia, incluso en el terreno del hacer, saber
hacer las camas, comidas, llevar una casa, etc. No hacerse la indispensable, lo
cual conllevará a veces un esfuerzo mayor que el "hacer": enseñar a
hacer.

La
parte correspondiente de participación del marido en tareas domésticas o
educativas, sirve tanto para ayudar materialmente como para integrarle
afectivamente al mundo de la mujer. El amor se concreta en obras.

Y
por su parte, la mujer debe entrar en el mundo del marido, con un interés serio
y profundo, lo cual le exigirá preparación en el terreno de su trabajo y de
sus aficiones. Pero ser además esposa, madre, compañera, amiga y confidente.

Conviene
por fin -quizá sea lo primero- reflexionar sobre lo que se espera de la mujer,
madre y esposa. Una vez más
confluencia entre finalidad natural y la trascendente unidad de vida. La mujer
no debe nunca desalentarse con el trabajo de casa, quizá lo que le convenga es
graduarse en ese trabajo -con ayudas o reduciéndolo o buscando compensaciones-.
Este es uno de los casos en los que el trabajo profesional puede ser
"liberador", si con ello es más feliz y alegra su hogar.

Ahora
bien, la actividades son medios, nunca fines. Y cambian las funciones con el
tiempo. Por eso hay que tener siempre clara la meta -actitud reflexiva- para
adaptar aquéllas a éstas, no fijarse en las actividades en sí, ni
encasillarse en algo porque en un momento me dio resultado. La vida es dinámica
y debe ser también progresiva.

Normalmente, esto se va
descubriendo con la edad. Si se ha procurado seguir este cambio con honestidad y
buena intención, se descubre que de verdad, lo único importante en la vida es
haberse dado a los demás -en caso de la madre-esposa o del padre esposo, en
primer lugar a su familia, aunque haya ido dejando jirones de sus aspiraciones a
lo largo del camino.

BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA


CUESTIONES FUNDAMENTALES SOBRE MATRIMONIO Y FAMILIA. Varios. EUNSA. PAMPLONA.
– EL LIBRO DE LA FAMILIA de Paul Wininger. Editións Centurión, Bonne Presse.
PARÍS.
– A LAS FAMILIAS. Juan Pablo II. EUNSA. PAMPLONA
– EL AMOR Y EL MATRIMONIO. De P. J. Viladrich. ED. MAGISTERIO ESPAÑOL. MADRID.
– AMOR Y MATRIMONIO. De Eugenio Fenoy y Javier Abad. ED.PALABRA. MADRID 1.991.
– DIÁLOGOS SOBRE EL AMOR Y EL MATRIMONIO. De Javier Hervada. EUNSA. PAMPLONA
– DINÁMICA DE LA COMUNICACIÓN EN EL MATRIMONIO. David Isaacs EUNSA. PAMPLONA 1.991

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA


MATRIMONIO PARA UN TIEMPO NUEVO.
Antonio Vázquez. COL. HACER FAMILIA. ED. PALABRA. MADRID 1.991

ESCENAS DE MATRIMONIO. COL. HACER
FAMILIA.ED. PALABRA. MADRID 1998

Fuente:
Reproducido con autorización del autor. Publicado originalmente en la revista
"Ser Feliz"

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