El regado apropiado es la clave para mantener una gramilla hermosa y saludable. Antes de empezar, ten en cuenta que es mejor regar esporádicamente y en forma abundante que hacerlo periódicamente y de manera escasa. 

Instrucciones

  1. Instala un sistema de regado autómata por debajo del terreno o compra uno de esos regaderos que se colocan en las mangueras. Desde luego, la segunda opción es más económica.
  2. Prueba la potencia del rociador y la consistencia de la cobertura: ubica unas tazas o latitas dentro del perímetro de alcance del artefacto y mira cuánto líquido hay dentro de cada una después de un rato. Haz los ajustes necesarios para que todo el césped sea mojado en forma abundante.
  3. Riega temprano por la mañana o cuando los vientos estén calmos y haya suficiente luz de día para secar las hojas antes de la llegada de la noche.
  4. Aplica una cantidad de agua suficiente para humedecer la zona de las raíces, que va de 15 cm a 20 cm por debajo de la superficie, y deja secar el suelo parcialmente entre las irrigaciones. Para evitar la saturación, procura que el rociador de vueltas en círculo. Asimismo, préndelo por espacio de 10 minutos y apágalo hasta tanto el agua sea absorbida. Luego repite el proceso.
  5. Ajusta el cronograma de regado al clima, a las estaciones y a las precipitaciones. Generalmente, la hierba requiere más agua durante la temporada de crecimiento activo que cuando permanece en estado latente. No obstante, todas las hierbas necesitan un promedio de entre 3 y 5 cm de agua por semana en verano; las gramillas de temporada fría pueden requerir aún más en invierno.
  6. Establece temporizadores automáticos de modo que no te olvides de cerrar el suministro de agua.
  7. Efectúa mantenimiento del material de regado, a fines de que opere en forma eficiente. Míralo funcionar y efectúa ajustes, y remienda atascamientos y pinchaduras de ser necesario.  

Prohibido regar

Debes evitar regar las horas centrales del día, cuando hace más calor.
Por 3 razones:

Dieta cetogénica customizada

·         Se pierde más agua por evaporación.

·         El viento es mayor, con lo que hay más pérdidas por evaporación y el riego es menos uniforme, es decir, que en unos sitios cae más agua que en otros.

·         Se favorece el ataque de hongos. 

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