“El amor es como la sal: dañan su falta y su sobra”, decía Sor Juana Ines de la Cruz. En efecto, el sodio que la compone es necesario para nuestro cuerpo, pero en excesiva cantidad, puede ser perjudicial. Aquí, algunas sugerencias para lograr la moderación necesaria

¿Es la sal buena o mala para nuestro
cuerpo? Aproximadamente el 40 % de la sal de mesa está compuesta por sodio,
mientras que el otro 60, es cloruro. Lo cierto es que nuestro organismo necesita
del sodio, para ayudar a regular la presión arterial y el volumen de sangre.
Además, el sodio también ayuda a conservar nuestros músculos y nervios en
estado óptimo. Pero, como en todas las cosas, la moderación es la clave.

La sal está también muy ligada a la
tensión arterial alta, las enfermedades cardíacas, o los ataques de corazón.





Los médicos coinciden en señalar que una persona sana no debería consumir más
de una cucharita de té y un cuarto de sal por día, es decir cerca de 2.400
miligramos. Cuente cada cuarto de cucharita como 500 miligramos, para así
calcular la cantidad de sodio que va a ingerir.

Los medicamentos pueden también contener
grandes cantidades de sodio, especialmente los de venta libre y los llamados
suplementos dietarios. Por eso, algunas laboratorios farmacéuticos han
comenzado a producir drogas de bajo contenido de sodio, y están obligadas a
declarar en las etiquetas de los frascos, qué cantidad de sodio contienen sus
productos.

El sodio se puede encontrar en las comidas
de dos maneras: el sodio natural, que contienen muchos alimentos, y la sal que
se agrega a la comida. Durante la época de Cristóbal Colón, los alimentos
eran muy salados y condimentados para preservarlos durante las largas travesías
a través del mar.
Actualmente, si bien es sabido que no es necesario preservar los alimentos de
este modo, los frigoríficos y compañías de congelación y conservas de
alimentos, siguen salando sus productos de manera importante.

Si bien es bueno utilizar especias en vez de sal para dar gusto las comidas, se
debe comprobar, mediante las etiquetas de sus envases, que estos condimentos no
contengan un cierto grado de sodio, ya que muchos, de hecho, lo poseen en pequeñas,
pero significativas, cantidades. Lea a fondo las etiquetas de los envases, y
busque palabras como “soda” y “sodio”, o el símbolo “Na”. Éstos
son todos indicadores de la presencia de sal.

Al cenar en restaurantes, sea muy claro
sobre su deseo de ser usted quien le agregue la sal a su comida. Formule
preguntas sobre cómo está preparado el alimento. Recuerde que se trata de su
salud, y usted necesita protegerla.

Reducir la sal en su dieta general, es una
muy buena idea. De hecho, cualquier persona suple sus necesidades de sodio a
través de cualquier comida, sin necesidad que ésta se encuentre salada. Para
reducir la cantidad de sodio, siga estas simples reglas:

1 – Utilice hierbas y especias para
condimentar sus comidas.

2 – No agregue sal a sus alimentos.
Aprenda a gozar del gusto natural de las comidas.

3 – Elija las verduras frescas que no estén
envasadas, disecadas, o en conserva, tanto como le sea posible.

4 – Si usa verduras congeladas, límpielas
muy bien antes de cocinarlas.

5 – Busque los maníes, lentejas,
guisantes, habas y semillas, sin sal.

6 – Elija siempre los quesos y leche
descremados, bajos en sodio, y en grasa.

7 – No cocine los alimentos enlatados con
el líquido que vino en las latas.

Las comidas pueden ser también deliciosas
sin enormes cantidades de sal. Solo debe cerciorarse de no tentarse a “vaciar
el salero”, para ir, lenta y progresivamente, acostumbrándose al gusto
natural de lo alimentos. Un buen consejo: ponga el salero en el armario más
alto y lo más lejos posible del alcance de su manos…