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Muralismo mexicano

Un arte de reforma profunda en el desconcierto del arte contemporáneo universal

David Alfaro Sequeiros supo transfigurar su sufrimiento en energía creadora 

México fue el primer país en donde los pintores aplicaron en actitud colectiva, la determinación de reconquistar las grandes formas sociales de expresión (el muralismo y la estampa o arte impreso con contenido ideológico) desaparecidos prácticamente con la terminación del Renacimiento y la pintura ilustrativa que era la que tenía por cometido divulgar una idea, una doctrina, una ideología, una filosofía; cuyo mercado era la Iglesia. La reconquista radicaba con la equivalencia moderna , en las condiciones de la vida y la técnica moderna.

Un anhelo nuevo y un impulso de rebeldía surgidos en el México de la Revolución, la equivalencia de la Revolución Mexicana, y de la revolución en general.

David Alfaro Siqueiros, fue uno de los tres mayores exponentes de aquel movimiento, junto a José Clemente Orozco y Diego Rivera.

La obra de Siqueiros da la impresión de fuerza porque ha expresado un discurso plástico para ser escuchado y entendido, su asunto es el movimiento de lo vital, del hombre y el mundo del hombre. Milenario ideal del arte mexicano, ha sido representar el movimiento mismo. 

Una obra de grandeza que se alimenta de su generosa preocupación por el hombre, percibido aquí y ahora, como protagonista de una circunstancia presente y compartida.

Siqueiros mira y representa a los personajes de su pueblo con todos los inconfundibles sellos de lo indígena y lo mestizo, sin caer en tipismos del folclore nacional. Pintaría "el sufrimiento". Sus armas de artista fueron para vencer al más angustioso de todos los dolores sociales, el dolor del atraso, del subdesarrollo.

Su condición de luchador social lo alejó muchas veces del taller tradicional y lo obligó a sustituir ingeniosamente los medios y los instrumentos en la producción de obra de arte.

En su pintura hay elementos neoclásicos y vanguardistas, simbólicos y expresionistas, realistas y neoplasticistas, fantásticos y naturalistas, sublimes y grotescos, pictorizados con un sello personal universalmente reconocible. 

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