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¿Mujer vieja?: ¡Viejos son los trapos!

A vista de ojo rápido y sin entrar en detalles, debe tener más de 70 primaveras. Es mujer, pero con tanta sabiduría como coquetería…

Es futura alumna de un taller creativo de literatura y puede ser un ejemplo de vida,  y la muestra de que la frase: “viejos son los trapos”, encierra una verdad, y  además de ser un pensamiento que tiene muchos años y llevar algunas generaciones en la punta de la lengua, pasea por esta época que parece endiosar a la eterna juventud. 

Y si hubo un tiempo en que se fantaseaba con el elixir de la eterna juventud, hoy,  el bisturí hace todo lo posible por hacer realidad el espejismo,  entonces,  algunas personas con las una que puede encontrarse, devuelven la fe en el acontecer natural de hombres y de mujeres, sustentado en lo biológico de las cosas. 

Nacer, crecer, reproducirse, envejecer y morirse,  sin embargo esta gente que no pasa desapercibida así nomás, no parece vieja y no es porque sigan ninguna dieta milagrosa o se hayan abonado al plan sexagenario en pro al bisturí,  sino porque llevan una actitud que los rejuvenece.   Se les nota a la legua. 

 


 

En la mirada, en la forma en la que sonríen como si estuvieran más allá o más acá del bien y del mal y lo comprendieran todo de una forma distinta,  así cuelan la sana picardía de ver con ojos alegres la realidad en que vivimos, sin negarla pero tampoco haciendo apología del sufrimiento. 

Son los que tienen clara la necesidad de tener "buena onda",  como dicen los jóvenes,  y eligen de maestros para seguir aprendiendo a sus nietos, niños o adolescentes, y se complotan y les enseñan y así comparten la vida. 

Surfean las olas de la realidad, trepados a sus verdades personales sin negar la de los demás como surfean las olas del ridículo.  No quieren parecer jóvenes, sino que aceptan su vejez pero con una actitud joven. 

Echan a un lado el prejuicio  y no andan por la vida quitándose una sota para disimular años ni se pintan las canas y aún así son atractivos, porque su sex appeal no depende de una imagen que trascienda el paso del tiempo reflejado en el cuerpo  sino, que más bien, portan un estilo que los delata contentos consigo mismos, de lo que han construido para sus vidas y para las de los demás y de lo que están dispuesto a seguir construyendo; mientras les quede vida. 

Algunos/as empiezan de veteranos nomás.  La madre, que como el personaje de Merly Streep, en la película mamma mia, que se atreve a saltar en la cama con su hija adolescente como cuando era niña, puede ilustrar este concepto. 

O la que se anima a una guerra de almohadas y almohadones a plena mañana, al son de varias risas, también entiende de lo que aquí se intenta escribir, o el padre y madre veteranos que juegan con sus hijos. 

Se sabe, el juego, es el lenguaje de los niños y todos los fuimos alguna vez, y ese niño, niña está en algún lugar dentro nuestro. 

Las que visten de rouge antes que los labios a la sonrisa,  los y las que le hacen un ole a las mañanas y no chancletean, caminan erguidas y verticales  y  miran a las nuevas generaciones con ganas de construir puentes de diálogos con ellos, y saben que la crítica no es el camino y que la experiencia, aunque se pueda aprender de ella, es intransferible. Un camino de ida que cada cual con cada si mismo, tiene que construir.

 

La futura compañera del taller, de espíritu despierto, que llamó la atención de entrada porque era un placer saber de alguien con tantas inquietudes,  cuando  le entregó un texto al profesor, suscitó más la atención todavía. 

Sobre todo, cuando aquel, haciendo la devolución, señaló un párrafo de la historia en particular  impecablemente escrito pero que en una secuencia había un enunciado llamativo, si se consideraba a su autora.  

Es decir, conociendo quien lo escribía parecía al menos cuestionable la posibilidad de una duda. Las líneas, en cuestión, parecían hablar de una situación en cuya escena se jugaba la posibilidad de una erótica homosexual. 

Con todo el respeto del mundo se le preguntó y la actitud con que sustentó su respuesta fue una revelación de la clase de persona que era. 

Dijo la dueña de la historia, que la trama de lo que había escrito en sí, era toda  una historia de amor gay,  la historia era hermosa  y remató diciendo: sabe lo que pasa sr, que yo no quiero estar detrás de mis nietos y bisnietos; tampoco delante, sino cerca. 

Y ellos viven este tema que a muchos les parece álgido con total naturalidad y yo siento muy parecido a lo que sienten ellos y así estoy más cerca.  

La respuesta sorprendió alegremente transformándose en una lección más junto con la del apartado narrativo que se debía aprender de ese día. 

Esta mujer, es un canto de vida, alguien que escribe per se,  porque lleva invisible, en su alma, una bandera por la cual se defiende a veces lo indefendible. 

La imaginación, por ejemplo, que no tiene mucho espacio entre euros, yenes, dólares y la caída de las bolsas financieras en una crisis económica mundial. 

Que lleva a creer lo increíble y que llega a protestar por lo que a veces parece perdido para el resto de los mortales, por lo cual, ella, la dama dueña de tantas primaveras, es parte de esos seres de carne y hueso, que no rejuvenecen por la silicona, el botox o la cirugía estética y plástica, sino por la vida que alojan en su espíritu.

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