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La edad y los cambios en nuestra mente

El esfuerzo y la experiencia de toda la vida y su plenitud hacen que el hombre dé un crecimiento y un empuje tal a su auto-realización, que quizá resulte más productiva que las etapas anteriores…

En el
desarrollo psicológico del adulto mayor se distinguen dos fases: 



·


Presenectud,
que se sitúa alrededor de los 40 años de edad.



·
 Senectud,
que se inicia alrededor de los 65 años de edad.
 

Tolstoi dijo: “El progreso de la humanidad se debe a los
ancianos”; Platón afirmó: “Los ojos del espíritu sólo empiezan a ser
penetrantes cuando los del cuerpo empiezan a decaer”.

Se puede concluir que,
aunque la etapa de la presenectud, sea conflictiva, el esfuerzo y la
experiencia, toda la vida y su plenitud hacen que el hombre dé un crecimiento y
un empuje tal a su auto-realización, que quizá resulte más productiva que las
anteriores.

Diversos trabajos de especialistas
muestran los déficits de esta etapa y el modo en que se presentan:
 



·
   

Funciones
sensoriales y motrices: disminuye la capacidad en todos sentidos; la motricidad
es menos potente y enérgica, las reacciones psicomotrices son menores; la
respuesta ante el estímulo es menor, ya que la fatiga muscular acusa menor
riego de oxígeno y mayor retirada del ácido láctico.
 



·
 

Memoria:
disminución para fijar hechos recientes, disminuye también la atención, la
capacidad de concentración y aparece una más pronta fatiga intelectual.
 



·
  

Aspecto
general: el cuerpo se empieza a deformar, con aumento de grasa en el vientre,
cadera y tórax; aumentan las arrugas, la expresión de gestos es menor; el
cabello pierde vitalidad, se emblanquece y cae.
 



·
 

Emotividad
y afectos: aumento de sentimentalismo y de inestabilidad afectiva con
dificultad para controlar los impulsos y sentimientos que se manifiestan en los
polos de una vaga tristeza o una alegría desproporcionada. Aumento de
irritabilidad e impaciencia en situaciones que no lo ameritan. Puede haber
progresiva pasividad que hunde en la depresión o en la melancolía. Este cúmulo
trae cambios sociales, que alteran la eficiencia en el trabajo; las relaciones
sociales se perturban igual que las familiares, por la presencia de una especie
de despreocupación por lo afectivo y una cierta obsesión por lo económico; a
veces se buscan relaciones fuera de la establecido con la pareja. Se presenta
un egoísmo paradójico, que lleva a la persona a destruir sus propias obras,
mediante un impulso que impide el paso a sus descendientes (no permitir acceso
a los bienes, no hacer testamento, hacer fracasar los negocios, etc.)
Socialmente es un ser desconfiado, dentro y fuera del hogar, reacciona con
rechazo hacia quienes ama y se refugia con quien antes no había empatizado, su
refugio en la vejez es una argucia para despertar conmiseración.
 



·
 

Neurosis
de angustia: la existencia del hombre está constantemente impregnada de
angustia, que con el miedo, forma la respuesta total a una crisis, mecanismos
defensivos para mantener la integridad. La dinámica de esta angustia, es la
repetición de una similar ya padecida en la infancia, en situaciones de
conflicto. Todo niño tiene miedo y angustia a la oscuridad, al peligro, etc. y
estos traumas y situaciones encuentran en esta etapa un modo fácil de aparecer
en la superficie como síntomas psíquicos. El conjunto de fenómenos que pueden
aparecer es amplio, entran ahí: angustias crónicas, expectaciones ansiosas,
angustia constante expresada en cualquier acto (emprender un viaje, saludar a
alguien, recibir una visita, etc.) Otro modo de expresar angustia es por la
aparición de fobias a diversos objetos ligados a una representación, sin que se
pueda reconocer en tal representación el simbolismo de una represión en la
infancia.
 



·
  

Neurosis
histérica: se presenta como crisis súbita, con cuadros menos fuertes y
llamativos que en los jóvenes, da la impresión de una neurosis latente que
lleva el camino de ser crónica; aparecen procesos de seducción para mantenerse
dependientes de los familiares, para eso, el camino más fácil es la enfermedad,
se refugian en ella y manejan con destreza a las personas; a veces, aparecen
crisis agudas que los llevan a una permanente vigilia médica, proyectando al
médico sus problemas, con la transferencia infantil de la madre bondadosa que
los cuida, da seguridad y amparo y no es comprendida por los familiares a los
que protege. Estos cuadros se pueden hacer crónicos, la enfermedad los hace ser
el centro de la familia, dependientes del médico, lo que les proporciona un equilibrio
para no caer en depresión profunda.
 



·
 

Cuadros
psicosomáticos: las crisis de angustia neurótica se transforman en cuadros
psicosomáticos estables con distintas manifestaciones, son sujetos temerosos
que llevan la medicación en el bolsillo, para prevenir y por seguridad, accesos
de fatiga, cólicos intestinales, disnea, colitis nefríticas y biliares sin
cálculos, etc. sin ninguna explicación… manifestaciones evidentes de una
clara regresión con la que buscan ser el hijo inválido, al que los hijos
verdaderos tienen que cuidar como cuando la madre los cuidó y atendió cuando
los hijos eran niños.
 



·
 

Hipocondría
y melancolía de involución: es una manifestación de una enfermedad inexistente,
su rostro es inexpresivo, con tristeza permanente, sin síntomas somáticos,
viven en esa sensación de tristeza y falta de interés, viven como autómatas y
por inercia, en actos automáticos, con cuadro melancólico de involución más
frecuente en la mujer durante la menopausia, aunque indistinto en ambos sexos.
Hay un progresivo agotamiento de la energía, desaparece o disminuye el amor por
lo amado antes; puede haber perfiles de cuadros de psicosis maníaco-depresiva:
alteraciones de fases de inhibición y tristeza con falta de interés, pueden
desaparecer las inhibiciones morales y éticas.
 



·
 

Trastornos
de carácter o reacciones paranoides: se muestran con cambios de humor,
inestabilidad emocional, sin lógica explicación, derivadas de sensación de
frustración y de reivindicación, que piden una justicia inmediata, desconfían
de quien antes merecía su confianza, cambian de amistades; la agresividad es
fuerte queriendo hacerse justicia, pueden destruir a personas queridas; hay
reacción de persecución, que lo lleva a perseguir a otros.
 

En la senectud, todos los cuadros anteriores agravan, con más
frecuencia la depresión, que puede llevar hasta el suicidio y en todas las
gamas de manifestaciones depresivas: inhibición, desinterés, tristeza profunda,
dolor moral, auto-acusación, indignidad, hipocondría y búsqueda de suicidio (no
comiendo, no descansando, no al cuidado más elemental)
. 

La manía que se despliega desde la
exaltación emocional en forma progresiva, estable o momentánea; la agitación
que provoca una actividad inadecuada a las capacidades; y la exaltación
psíquica acompañada de fuga de ideas, alteraciones en el sueño y otras
alteraciones psicomotrices variadas.

Este
es el panorama psicopatológico que puede aparecer en el adulto mayor, y de su
conocimiento dependerá el planteamiento de una buena higiene mental de la
misma.

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