Dijimos en la clase
1 que las emociones auténticas son aquellas
que son adecuadas en calidad, intensidad y duración
a la situación aquí y ahora.
Las emociones autenticas
son cinco: Alegría o placer, afecto,
miedo, rabia y tristeza y como vimos cada una
tiene una finalidad.
Se llaman auténticas porque tienen un
correlato biológico ya que son compartidas
por los animales superiores.
Lo natural y más
sano sería poder expresar estas emociones
auténticas pero la mayoría de
las familias permiten la expresión de
algunas y no de otras.
O sea que las emociones sustitutivas se aprenden
porque el sistema familiar prohíbe (la
mayoría de las veces en forma no consciente)
la expresión de las auténticas.
Para adaptarse al sistema familiar se aprende
a cambiar una emoción autentica inaceptable
en esa familia por una sustitutiva aceptable.
Por ejemplo en una familia machista los hombres
no podrán mostrar tristeza, no podrán
llorar, entonces cada vez que están tristes
se mostraran irritables, gruñones, la
han cambiado o encubierto con una rabia falsa.
Así podemos
encontrar familias donde se discute mucho y
parecería que prevalece la rabia o familias
en las que esta todo bien pase lo que pase,
familias donde no hay ninguna muestra de afecto,
etc.
Nuestra generación,
la de los mayores de 40 en general hemos crecido
en familias donde no era muy común la
expresión del afecto en forma explícita,
los hombres no podían expresar miedo
y tristeza, las mujeres no podían expresar
rabia y la alegría en la casa dependía
del estado de ánimo de algún familiar.
Estos permisos se van transmitiendo de manera
no consciente de generación en generación,
o sea seguramente nuestros padres nos dieron
permiso para sentir y expresar las emociones
que ellos podían sentir y expresar.
Algunas de las emociones
sustitutivas con que solemos tapar una emoción
autentica son:
Falsa alegría: sonreir o reir para complacer a alguien
que esta contento cuando uno esta mal.
Falso afecto: forzarse a querer a alguien
sin sentirlo, ser meloso, empalagoso.
Falso miedo: (fobias) temor irracional
adquirido por experiencias traumáticas
o aprendidas de algún familiar por imitación.
Ansiedad o angustia: temor opresivo e
indefinido ante un estímulo presente
o algo a enfrentar en el futuro que no lo justifica.
Culpa: es miedo al castigo, puede sentirse
por disfrutar, aunque no se haga mal a nadie
(“porque mis padres se sacrificaron por
mí”), por casarse si la hermana
mayor quedó soltera, por ganar dinero
porque otros no lo ganan.
Inadecuación: es sentirse fuera
de lugar, torpe, creer que todos nos miran y
nos juzgan, que haremos un mal papel. Se siente
al hablar en público, al bailar, al ser
elogiado.
Confusión: es un bloqueo, incapacidad
para razonar. Uno se dice a sí mismo
“eres tonto”, “no entiendes”.
Vergüenza: parecida a la inadecuación
pero acompañada de rubor, lo que la incrementa.
Falsa rabia: se siente ira, hasta odio,
sin motivos justificados para un observador
imparcial, durante demasiado tiempo, tal vez
toda la vida.
Resentimiento: el resentimiento es parecida
a la falsa rabia pero se canaliza hacia adentro,
se masculla internamente. Suele ser causa de
hipertensión y úlceras.
Celos: encubren inseguridad, ideas de
inferioridad ante la competencia por el ser
amado o por lo menos celado.
Rivalidad: pretende ganar siempre, tener
lo mejor, no dejarse superar, muy competitivo.
Sadismo, saña: es una falsa alegría
ante el sufrimiento ajeno.
Triunfo maligno: es el gusto de haber
ganado y que otro haya perdido.
Depresión: es una falsa tristeza,
motivada por excesiva autocrítica o conmiseración
interna, por la prohibición de sentir
o expresar rabia que se vuelca contra sí
mismo.
Melancolía: es un grado extremo
de depresión.
Envidia: es la tristeza por el bien ajeno.
En vez de tender a mejorar uno mismo se añora
o quiere quitar lo que tiene otro.
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