¿Adicción al sexo?    

¿Realidad o leyenda urbana para ganar dinero?.

¿Adicción al sexo?


 

  


Particularmente en Estados Unidos, el asunto ha acaparado la atención de los medios, tanto la TV como revistas y periódicos especializados abordan el tema en todos sus colores.  

De acuerdo a un avezado comentarista estadounidense, Martin Hutchinson, habría que hacerse la pregunta siguiente: ¿La adicción sexual es una condición psicológica genuina o una excusa fácil? 

Según se puede apreciar sin grandes esfuerzos, el sexo se ha sumado recientemente al juego de azar, al frenético afán de consumismo, e incluso al chocolate, en una larga lista de cuestiones a las que algunos pacientes dicen tener una profunda dependencia psicológica.  

En los Estados Unidos, particularmente, señala Martin, es una condición que empieza a tomar alcance y propaganda con celebridades como el actor Michael Douglas ingresado en una clínica de Hollywood para ser tratado por su necesidad de sexo compulsivo (¿será verdad?).

Docenas de revistas científicas se hacen eco de esta moderna adicción, y publican artículos sobre el tema.  

Argumenta además que aunque todavía existen especialistas que se oponen a tratarlo como una enfermedad o padecimiento, instituciones médicas respetables como la Clínica Mayo ofrecen consejos sobre la adicción al sexo en su sitio en Internet, describiendo a los adictos como gente que pasa "excesiva cantidad de tiempo" en actividades vinculadas al sexo y descuidan otros aspectos de su vida diaria.  

Sexo y adicción, tema de discusión 

Realmente, habría que empezar a cuestionarse cuanto es “mucho tiempo dedicado al sexo” porque si hay algo en los seres humanos tan cambiante, personal y dinámico lo es su sexualidad.

He recibido muchas cartas de jóvenes y no tan jóvenes cubanos y cubanas que tienen sexo diariamente.  Esto puede parecerle a un especialista de la Mayo, como una especie de adicción, vaya usted a saber.  

Hay quienes, en cualquier parte del mundo, practican el sexo tántrico, una filosofía oriental de comportamiento sexual que exige un mínimo de tres horas para cubrir con éxito las sucesivas etapas.

Disfrutan por largo tiempo de caricias y embelesos mientras comen y beben agua, nada de drogas.

Para estos y estas practicantes de tan sensuales maneras de relajarse, consideran el tantrismo una forma sana de relacionarse, que eleva el espíritu. Y ciertamente daño no hace y resulta ser una gran fuente de placer.  

Las horas o el ritmo de una persona dedicado a las fragancias sexuales, no marcan de manera alguna el límite entre la adicción o el comportamiento sano.     

Otras cartas, sin embargo, señalan la falta de apetito sexual. Y es que el asunto de la libido humana se mueve en una larga cuerda que va desde deseos esporádicos hasta deseos cotidianos; desde muchos deseos hasta casi ninguno.   

Desde mi experiencia en el diálogo de la correspondencia con lectoras y lectores de muy diversas edades, considero muy poco frecuente quienes manifiestan deseos sexuales compulsivos, y terminan en manos de un terapeuta porque cualquier cosa en exceso daña, entorpece la dinámica de la vida y necesita atención y tratamiento.   

Sobre lo excepcional que resulta esta persona con una frecuencia al sexo tridimensionada, el doctor Geoff Hackett, presidente de la Sociedad Británica de Medicina Sexual,  considera esto como algo muy extraño en el Reino Unido.

Dice: "Sería muy difícil para un paciente que percibe padecer de este problema, encontrar ayuda en el NHS (sistema de salud público). Tal vez haya dos o tres personas en toda Inglaterra que poseen el conocimiento necesario para tratarlo".  

Hackett es del criterio, como otros tantos especialistas europeos, que este es un fenómeno que tiene que ver particularmente con la percepción cultural y no con un desorden psicológico.  

Del calor al frío: el sexo como adicción 

Es conocido que la cultura, sus tradiciones, la idiosincrasia de un país, aporta una manera de ver y sentir la sexualidad y hasta los deseos sexuales.

Incluso  en este sentido, se habla de países más fríos y países más ardientes. Hay sitios, y el Caribe tiene fama de ello, donde la sensualidad y hasta el erotismo andan contoneándose por las calles. Está a flor de piel.  

Todo este sentir más o menos palpable o totalmente oculto,   está mezclado a dogmas, prejuicios, sentido de la moral, religiosidad,  y otros ligamentos que aflojan o aprietan amarras en el imaginario colectivo, con respecto a la manera de percibir y asumir la sexualidad.  

El problema es que en Estados Unidos, de todo se hace negocio. Y puede ser que este lo sea, habría que esperar como se le saca dinero a quienes terminan creyendo que son adictos al sexo. Vale entonces otro comentario para seguirle el hilo a esta madeja.

Por Lic. Aloyma Ravelo

   

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