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Crecer junto y no contra los hijos

Los padres deben adaptarse a los cambios de los hijos hasta la adolescencia. Luego es imprescindible hablar con ellos y no poner obstáculos en el camino de su crecimiento. Algunos consejos útiles.

Cada
cambio durante el crecimiento de un hijo se acompaña de una necesidad de adaptación de los padres,
y muchas veces se puede transformar en una crisis difícil de superar si no se está preparado.

El
noviazgo, el desprendimiento, el matrimonio, el encuentro, los hijos, la
adolescencia, el reencuentro o "nido vacío" y la vejez, son las
etapas por las cuales las personas pasan inevitablemente.

Las cuatro primeras
son para que la pareja se una y se conozca más profundamente; después viene el
planear y desear los hijos que quieren tener, lo que es decisión de cada pareja.

Así
empiezan a tenerlos con la distancia entre uno y otro que decidan y así van viviendo cada
momento del crecimiento de los hijos; como su primera sonrisa, sus primeras
palabras, sus pasitos, el avisar que quieren ir al baño, desprenderse de su
madre para ir a la escuela, sus dibujos y líneas, y vestirlos como
los padres quieren; así como darles de comer lo que les nutra.

Uno
de los cambios inevitables que la pareja debe afrontar como natural, es el de
las amistades. La pareja cambia su círculo de amistades por las que tengan que
ver con los hijos de su edad, y esto lo vemos pasar por lo general en forma
continúa por diez años aproximadamente.

El
querer vestirse a su manera, querer andar solo, comer alimentos
"chatarra" -a veces por la necesidad de pertenecer a un grupo e
"integrarse" a una sociedad-, el tener relaciones sexuales a edades
tempranas, preferencias en cuanto a su compañero sexual, tabaquismo, alcohol, y
en otros casos hasta drogas; son algunos de los problemas que los padres tienen
que estar preparados para afrontar en el crecimiento de sus hijos.

De
allí la importancia de que los
padres sepan todo esto y se mantengan unidos y en
una posición abierta, con capacidad para escuchar, charlar, discutir y, sobre
todo, negociar todos esos cambios en su conducta para ayudarlos positivamente.

Por
ello, hay que romper
barreras hablando y liberándose de prejuicios del estilo “Como voy a hablar de eso con
él, todavía es un chico”, o “Cuando tenga alguna duda me la va a
consultar”.

Y encarar la conversación sin miedos y utilizando el mismo
idioma con que se piensa, para evitar complicaciones: “¿Tienes relaciones
sexuales? ¿Tienes alguna duda, cualquiera, que te pueda aclarar?”, “No hay
problemas, podemos hablar de cualquier cosa”. 

En suma, una manera de crecer
“junto” y no “contra” los hijos.

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