drogas
son sustancias que provocan cambios psíquicos y físicos al ser consumidas. En mayor o menor medida causan dependencia, según sea la sustancia y las características de cada individuo.
Su consumo viene acompañado de trastornos que afectan a la persona en sí, a su familia y a la sociedad; deterioran progresivamente la salud del consumidor; causan deserción escolar, pérdida de trabajo, maltratos y peleas familiares, conductas antisociales, aumento de delitos, etc.
En los adolescentes, el
alcohol y la marihuana funcionan como iniciáticos y es una de las tantas formas que buscan para expresar su
rebeldía, así como la dificultad de hacerse cargo de sí mismos y de la realidad que les toca vivir.
De este modo se manifiesta el proceso de crecer: como la búsqueda de una identidad propia, separada de los padres. Esa rebeldía contra los valores paternos tiene como objeto a la propia valoración: “así creciste vos, así ha sido siempre”.
El problema aparece cuando los chicos eligen una forma de rebeldía que los lastima, destruye su autoestima y eventualmente puede matarlos. ¿Qué podemos hacer los padres?.
Existen algunas señales para saber si su hijo es adicto:
· Si pierde el interés por el deporte y otros pasatiempos.
· Si pide dinero con frecuencia a personas cercanas o si desaparecen dinero y objetos en la casa, escuela, o trabajo.
· Ante el abandono del grupo habitual de amigos o del cambio repentino de amigos.
· Si realiza gastos excesivos sin explicación razonable.
· Ante la detección de polvos ocultos, hierbas u otras sustancias.
· Si posee píldoras o comprimidos no indicados por el médico.
· Ante el caso de que tenga boquillas, pipas o jeringas usadas en el consumo de drogas.
Como padres, hay algo que todos sabemos por experiencia: “lo peor que todos podemos hacer frente a un problema… es esquivarlo. No por eso dejará de existir”.
En relación con sus hijos, la alternativa a no hablar de un tema significa que escucharán a otro. La droga existe y aunque no nos guste, está aquí, a nuestro alrededor, y no debemos negarla sino prepararnos para enfrentarla.
La prevención del uso indebido de drogas comienza desde la concepción del niño, y continúa durante toda la crianza.
Debemos aceptar las características propias de cada hijo, su particular ritmo de crecimiento, sus habilidades, límites e inclinaciones, aunque no sean lo que uno hubiese deseado.
Si bien no existe una escuela que nos enseñe a criar hijos, si estamos bien informados, estaremos en mejores condiciones de ayudarlos.
Los hijos esperan que los padres se acerquen y les hablen, y por sobre todo prevenir: es la medida más efectiva, es un trabajo cotidiano el de escucharlos atentamente cuando nos hablan, que sepan que pueden confiar en nosotros como padres.
Algunos puntos importantes a tener en cuenta:
Es importante respetar a los hijos como personas capaces de participar y opinar en la vida familiar y escolar.
Es útil y necesario sembrar valores de respeto, disciplina y solidaridad.
Hay que educar a los hijos para que se estimen y respeten a sí mismos.
Al hablar de drogas, los padres deben asumir una posición clara y firme.
Es imprescindible que los progenitores fomenten la recreación de los chicos y los orienten sobre el buen uso del tiempo libre.
Ayuda mucho que los padres se relacionen con los amigos de los hijos para conocer sus gustos e intereses, así como a los padres de los jóvenes.
Es fundamental que los padres logren conversar frecuentemente con los hijos y compartan actividades familiares juntos.
No nos olvidemos que “nuestros hijos necesitan saber que pueden confiar en nosotros”.
En definitiva,
Lo que buscan los adolescentes es un poco de atención.
No hay que dejar que una charla acabe en una discusión o en una pelea.
Cuiden que sus actos reflejen lo que esperan de sus hijos.
No es bueno pensar: “a nosotros no nos puede tocar”.
No esperen a tener un problema.
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