Doctor   5 errores que te harán perder mucho dinero
Pero todavía estás a tiempo de evitarlo, si continúas leyendo...
 

 

 

 

Posponer la inversión

Faltan décadas para tu jubilación. ¿Por qué preocuparte ahora? 

En el mundo del ahorro, dejar las cosas para más adelante es tu peor enemigo. Si eres inteligente, comenzarás temprano. 

Según los especialistas, si quieres juntar 1 millón para tu jubilación, necesitas invertir nada más que $20 a la semana en un fondo de inversión simple si tienes 19 años, aproximadamente $100 a la semana si esperas hasta los 35, y unos dolorosos $300 semanales si comienzas a los 45; como siempre, asumiendo la jubilación a la edad de 65 años y un beneficio anual promedio del 10% (desde luego, si bien el 10% es el estimado del comportamiento histórico de los mercados a través de las décadas, no hay garantías de que en el futuro continúen comportándose del mismo modo). 

En cualquier caso, es posible llegar al millón comenzando a invertir más tarde, pero posiblemente debas recurrir a distintos instrumentos y, de seguro, serán más dolorosos que si estuvieras comenzando con $20 a la semana. 

Pero nunca te rindas. Una persona que haya ahorrado $30.000, a la edad de 45, todavía puede terminar con $460.000 en su canasta. Para ello, deberá ahorrar $5.000 al año durante 20 años. Damos por sentado, en este ejemplo, un beneficio anual del 9,6 por ciento. 

Muchas personas demoran sus inversiones a raíz de la existencia de deudas, pero realmente no existen excusas para no optar por algunas opciones fáciles. Claro que es lógico el pensamiento: “quiero invertir dinero pero no lo voy a hacer hasta haber acabado con mis deudas”. No obstante, es necesario advertir que la mayoría nunca conseguirá llegar a ese punto. 

Ignorar tu portafolio

Comprar y retener puede ser una buena estrategia, pero comprar e ignorar no te servirá de mucho en el largo plazo. 

Si revisar tus participaciones, no sabrás si tu portafolio permanece equilibrado, y no variarás tus participaciones para conseguir nuevos objetivos o lidiar con las eventualidades de la vida. 

Los expertos difieren en cuanto cuán a menudo se debe hacer una revisión del portafolio. Algunos dicen que ésta debe llevarse a cabo en forma cuatrimestral o bianual. Otros recomiendan hacerla tres veces al año. En cualquier caso, todos acuerdan en que es importante revisar las participaciones al menos una vez al año, ya sea que se encuentren dentro del plan de retiro patrocinado por la empresa o fuera del mismo. 

Tal vez, has invertido el 80% en valores de renta variable, y de pronto caes en cuenta de que quieres pensar a cinco años en lugar de diez, ya que has decidido que quieres comprar una casa de vacaciones. Si te mantienes observando tus participaciones en forma regular, entonces podrás acomodarlas a tus circunstancias. 

Dejarte llevar por las emociones

El mercado se encuentra rebotando constantemente, y ni bien tu jefe te saca los ojos de encima, te vuelcas a la Web en un intento frenético y desesperado de esquivar las balas. 

LLo cierto es que las emociones, tanto la avaricia como el temor, disparan más decisiones que cualquier otra cosa. Por lo general, todos los inversores caen en la misma trampa emocional: dejar que éstas dicten su accionar. La mayoría de las personas no ganan tanto como los mercados. Ellas invierten demasiado fuerte en inversiones excesivamente riesgosas que atraviesan momentos favorables, y luego abandonan cuando la situación ya no es tan buena. Estas personas sacan todo su dinero de las tecnológicas y lo colocan, por ejemplo, en bonos. Luego vuelven a las acciones una vez que los precios se han vuelto a recuperar. La receta es invertir un poco de dinero de cada suelto, diversificar, y luego dejar esperar. 

Nuestra recomendación es eliminar al inversor de la ecuación tanto como sea posible. En este sentido, lo mejor que puedes hacer es automatizar el proceso de inversión tanto como sea posible; facilitar las cosas.  

Si bien no hay ningún inversor 100% racional,, uno no debe dejarse influenciar de forma excesiva por los sentimientos y las expectativas que se tengan. Hay que tratar de actuar en la forma más racional posible. Por ejemplo, si vemos que el dólar sube, y sube su cotización, uno no debe comprar dólares, cuando todo empieza a indicar que ha llegado a su techo y que pronto empezará a descender. Debemos ser lo suficientemente razonables para entender que no todas las “ofertas” son reales.

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