La gran fiesta del cordero    

Una experiencia inolvidable en un viaje a Marruecos

La gran fiesta del cordero


 

  

Todos los besos del mundo se reparten por la ma�ana, bueno, no s�lo por la ma�ana, a cualquier hora del d�a, depende de la complicidad de las conversaciones y el ambiente que se respire.

En sus caras se refleja su estado de �nimo, aunque la mayor�a de las veces para no romper el buen ambiente en sus caras se marca una sonrisa fija y luminosa, no es hipocres�a, es ganas de estar bien y dejarse de problemas que ya bastantes hay en el exterior.

La casa es como un caparaz�n protector que evita invasiones negativas, venga quien venga aqu�, dentro en esta casa larga y luminosa, hay un sitio para cada estado de �nimo, y si no estas animado, sus miradas, su brillo y la luz que entra por la claraboyas te hacen ver que la vida contin�a, d�a tras d�a, y por la noche, las estrellas que se ven desde el patio parece que charlan con los dos �rboles centenarios, que si de verdad hablaran no parar�an en tres o cuatro generaciones. 

EL D�A ANTERIOR 

Comienza el nerviosismo previo a la fiesta, � Gran fiesta�; desde hace unos d�as se escucha a los pobres corderos sumisos y dispuestos a ser sacrificados en nombre de Al� para librar de los pecados a los seres que creen desde hace miles de a�os en sus carnes salvadoras.

Todos, reposando en sus patios, saben lo que les espera; mir�ndolos a los ojos te hablan cont�ndote que sus abuelos, sus ancestros, ya salvaban a los hombres del mal en nombre de su hacedor. Qu� curiosa es la vida, nosotros nos comemos el cordero de Dios que quita los pecados del mundo pidi�ndole que tenga piedad de nosotros, los pecadores, y ellos lo mismo, el cordero; en fin, siempre es de Dios y sus carnes salvadoras. 

Cada cual va de un lado a otro con diferentes inquietudes, yo desde ayer tengo la henna puesta en el pelo a la espera de que alguien me lleve al hamman, al final, por ser yo una invitada, me van a preparar un hamman privado para m� y la reina de la casa, matriarca de todos, sensible, llorona, fuerte y siempre animosa, Naffisa, un poco mayor que yo, sin salir casi de su entorno, ha vivido 7 hijos y tristes y alegres experiencias. 

Unas a la calle arregladas y modernas como ellas dicen, desde que se encontraron ayer, Samira y Fayrouz no han parado de hablar, re�r y llorar, estaban deseando pasearse por el pueblo para ver a sus amigas y cambiar impresiones.

La que m�s tiene que contar es Fayrouz que lleva 7 meses fuera y el cambio es tan brusco que hace unos d�as que no para: se hace la importante, hablando, contando; le encanta que la escuchen hablar espa�ol, cuando est� cerca de m�, me mira en medio de la conversaci�n, me sonr�e o me besa, haci�ndome c�mplice de su evoluci�n y compartiendo conmigo todos los cotilleos y rumores que se comentan. 

Tengo que elegir el modelo de dibujo de henna para las manos, el pelo est� en pleno proceso de embellecimiento, llevo tres d�as con la henna puesta, tres horas por d�a, para que quede precioso, brillante y rojo; Naffisa se encarga de ello para asegurarse de que quede perfecto.

Les encantan las flores, ya sean de pl�stico, frescas, en las manos, en los pies, cuantas m�s flores tenga el dibujo mejor; a m� me gustan los dibujos que ellas llaman saharaui, m�s geom�tricos y discretos. 

Ha venido con Samira una amiga, es una belleza morena con ojos negros, rajados, como las t�picas andaluzas, el resto de su cara acorde con su mirada limpia e inocente, cuando sonr�e ocurre como con las dem�s, se ilumina el ambiente. Y yo pienso en c�mo disfrutan de todo, la sencillez de sus vidas, en c�mo reflejan la luz que llevan dentro con mas trasparencia de la que yo estoy acostumbrada. 

El ambiente sube y sube. Salimos de la casa por un laberinto de calles, casas hechas de arcilla roja, el aire est� limpio y no dejo de escuchar corderos que se llaman unos a otros, cont�ndose donde est�n, los m�s grandes con las familias m�s numerosas y los m�s peque�os con las familias de menos miembros; toda la ni�er�a, mujeres y hombres hablan de lo mismo: los corderos y ellos balan vendi�ndose con orgullo para el sacrificio.

El hamman 

La madre de la familia de los vecinos, una mujer joven con 5 hijos -desde 22 a 7 a�os- varones y hembras, con una gran sonrisa me recibe, cuarenta besos caen sobre mi cara, mi frente, mis hombros y otros tantos achuchones de bienvenida; entramos en un peque�o hamman limpio, caliente y humeante, ella tambi�n,

�C�mo no? Nos desnudamos, s�lo con las bragas, empieza a echarme agua caliente, ya sentada me mete entre sus piernas ech�ndome el agua con cuidado para quitarme la henna del pelo con un cepillo redondo y plano de p�as de pl�stico, me peina con fuerza para hacer salir toda la henna sin ning�n tipo de jab�n, una vez limpio me lo recoge con una pinza y a otra cosa.

Tienen un jab�n negro y viscoso que huele a limpio sin perfume, me lo restriega por todo el cuerpo masajeando con fuerza para que penetre bien, por mi espalda, piernas y pecho sin discriminar ninguna zona de m�, me echa ag�ita y me sonr�e; despu�s de esta primera paliza me indica hablando con ojos, manos y boca que me relaje y disfrute del calor y la humedad del ambiente.

Hecho. Unos minutos mas tarde mete la mano en un guante de una tela extra�a, rugosa y con peque�as p�as, no s� de que material es, me coge el brazo me pone la mano en su hombro y vuelve a decirme con todo su cuerpo, rel�jate y disfruta, yo me dejo hacer y ella va  frotando con fuerza una y otra vez en el mismo sentido.

Mi piel, ya roja, empieza a soltar unos rulos de grasa y suciedad que a m� misma me dan un poco de asco, son fideos de manteca sucia, nunca pens� que pudiera salir eso de m�, hasta ahora; bonita piel, porque despu�s de desollarme y sacarme todo de dentro de mis poros, mi piel es m�s suave y fina y sobre todo mas blanca.

Una vez limpia, reposo, cubitos de agua calentita  que te caen como del cielo, sin tu mover ni un dedo, caricias para escurrir el agua de mi espalda y mis piernas, masajes en los pies, para luego, con una piedra de arcilla dura y rugosa, rasparte los talones, las plantas y los dedos.

Esto para quitarte el polvo del camino andado con los a�os. Te quedas c�lida, suave, con la sensaci�n de ser el ser m�s limpio y luminoso de la tierra. No s�lo yo, mirando a las dem�s veo sus destellos de limpieza en sus cuerpos y sus esp�ritus. 

La actividad es fren�tica, los vecinos no paran de entrar y salir, algunas con la henna, otras en busca del secador para arreglarse el pelo; sentadas en el patio se peinan unas a otras entre risitas y grititos de alegr�a, hablando bajito, contando secretos inconfesables.

Al otro lado en una salita que Naffisa ha arreglado, pintado y decorado. donde est� la tele, los hombres dormitan tranquilos y sonrientes.

Algo curioso, tenemos visita, unos turistas franceses que Naffisa recogi� de la calle no s� cuando, los encontr� los invit� a un t� y desde entonces tan amigos. Son mayores, abuelos, y comparten con todos lo que hay, como dir�amos en mi tierra, �est�n flipando� (demasiado coloquial, tal vez) 

Cerca de la cocina est�n la chica que hace la henna y Sahara, llevan por lo menos 5 horas; ya tienen hechos los dibujos de los pies y han quedado preciosos, el trabajo es magnifico, una obra de arte paciente y perfeccionada.

Despu�s de Sahara creo que voy yo. 

De mis manos, despu�s de dos horas de trabajo y cinco de espera con las manos al aire, al sol, y sin tocar nada, salen a relucir unos tatuajes de henna preciosos con motivos geom�tricos y de un rojo oscuro que me gustar�a que duraran para siempre. 

EL GRAN DIA 

A las 6 de la ma�ana ya hay movimiento, los tapices en el suelo, los cojines preparados, las bandejas con el t� dispuesto y los corderos a la espera de que vengan los hombres, ya no tienen escapatoria.

Todos nos levantamos y nos preparamos para desayunar; se nota que no es un d�a cualquiera, todas arregladas, todas con nuestros caftanes ( t�nicas largas y bordadas con mangas anchas).  Hay mucha variedad en los colores y formas, cada una se pone debajo lo que puede porque hace fr�o y estas t�nicas son de telas finas y frescas.

Mi caftan es de terciopelo amarillo, me encanta, y mis babus  ( zapatillas t�picas terminadas en puntas sin tac�n) van a juego; las tengo de todos los colores, cada miembro de la familia me ha regalado unas. 

Los ni�os peque�os con atuendos t�picos entran en la casa buscando caramelos y felicitando la fiesta, desde las seis de la ma�ana, es como si fuera nuestra Navidad o Reyes. 

Los corderos ya muertos y limpios.

Hay una lucha entre los gatos y Nafissa por las tripas; es gracioso ver a Nafissa corriendo detr�s de ellos para quitarles lo que roban. 

Los hombres ya han cumplido su misi�n, ahora las mujeres se quitan la ropa de fiesta y preparan, con las tripas y despojos del sagrado bicho, brochetas y carne asada.  Desde las 10 de la ma�ana est�n ya las carnes en los fuegos; el olor es fuerte a carne bien fresca. Y tan fresca. 

En la calle, los chiquillos van y vienen con sus caramelos y sus sonrisas repartiendo besos y buenos deseos para esta Fiesta Grande del Cordero. 

Despu�s de un buen atrac�n de pinchitos  hechos de coraz�n, pulmones y otras v�sceras  envueltas en la grasa que tiene el cordero entre la piel y la carne acompa�ados de pan casero, Rachid y yo nos vamos a dar un paseo. 

Son las doce de la ma�ana, todas las chimeneas del barrio humeantes dejan un olor a carne quemada que enrarece el ambiente, el d�a es claro y c�lido, esto se agradece. Caminamos hacia la ciudad antigua, las calles est�n desiertas, las tiendas cerradas. Las sombras alargan los muros.

Andamos enganchados del brazo, costumbre poco habitual all�,  pero a Rachid le encanta. Hablamos un poco de todo; cuando pasamos por el muro del cementerio nuestra conversaci�n nos lleva a comentar c�mo se trata a los muertos; enfrente est�n los muros de la c�rcel, esto me estremece m�s que los muertos, me indigno al pensar qu� ocurrir� ah� dentro.

Ya en los callejones buscamos las sombras porque el sol aprieta y empieza a calentarnos, hablamos de las costumbres y religiones, tan enemigas y al mismo tiempo tan similares. A ver si va a resultar que solo hay un Dios y que cada uno lo llama de forma diferente. 

Cuando regresamos a casa a las dos de la tarde, la hora de comer, todo ha cambiado, ya est� todo limpio, las plantas regadas, los corderos inertes y vac�os reposan en el patio interior a la sombra, el resto de los despojos en el fuego; se comen poco a poco con pan caliente, fanta y coca-cola.  Hoy es fiesta. 

Despu�s de comer todos desaparecen, la casa en silencio termina de expulsar los olores de la ma�ana, es la hora del descanso. 

El olor me despierta, huele a pelo quemado, a cuerno quemado. Me levanto y est�n quemando la cena, son las cabezas de los susodichos corderos.

Otra vez van y vienen las visitas, es un constante hacer y hacer t�, repartir galletas caseras y regar con perfume a los visitantes para darles la bienvenida.

Charlas amenas cont�ndose sus cosas. A todas las visitas Nafissa perfuma con aromas de varias clases a cual m�s fuerte y arom�tico. Son muchas y a todas el mismo protocolo: t� y perfume; como yo estoy en todas, sobredosis de t� y de perfume. Ante este panorama decido echar yo el perfume sobre los que vienen, y a Nafissa tambi�n para que entienda mis quejas; huelo a una mezcla de incienso, verberana, y agua de rosas.

Este festival de aromas se mezcla en el ambiente, agradable y acogedor.

Cuando terminan las visitas de aparecer, viene la cena: dos cabezas de corderos puestas majestuosamente encima de la mesa, cocinadas al vapor durante toda la tarde, dicen comedme, pero su aspecto no me convence demasiado.

A pellizcos con gran placer y ritual comienzan a devorar tan apetitosos manjares, rematando con gran placer con los sesos aderezados con aceite de oliva y comino, eso s� me gusta. Estoy un poco harta de comer carne y he preparado un tomatito picado para alternar con el manjar rey, as� entra mejor, -digo yo- porque los dem�s ni lo prueban. 

Una vez recogida la mesa e ir bailando por el camino al grifo del patio para lavar los platos, a las doce de la noche nos vamos a visitar a los vecinos.

Salimos de la casa a oscuras y a oscuras caminamos por los laberintos de calles, muertas de risa; me hacen una sillita con las manos y me cantan y balancean por todo el camino, gritan mi nombre y muchas cosas que no comprendo, tengo la impresi�n de que le est�n contando al vecindario toda mi vida.

Vamos a casa de una vecina, la del hamman, pegamos con fuerza en la puerta.. Todos duermen, pero no importa, la familia entera se levanta para darnos la bienvenida y con gran algarab�a nos llenan de besos como agradecimiento por la visita, a buenas horas.

F�tima-Sahara, Fayrouz, Samira, Naffissa y yo estamos dentro, en una habitaci�n peque�a, con tres ni�os peque�os durmiendo, hablamos y re�mos y cuentan: Esta ma�ana ha explotado una bombona a causa de los ni�os, que se han dejado el gas abierto, nada grave, un susto de muerte, pero ni heridos ni quemados. Una vez y otra vez agradecen la visita.

Cuando salimos andando, pasamos cerca de algunas puertas, llenas, marcadas de sangre de los corderos; seg�n me cuentan para evitar el mal de ojo o cualquier otro tipo de males y maldiciones.

Me recuerda la Biblia cuando los israelitas marcaban sus puertas para evitar plagas y otros males. Es como regresar al pasado en pleno siglo XXI. 

CONTIN�A LA FIESTA 

Cre�a que la fiesta hab�a terminado aunque los corderos segu�an all�, ahora en la cocina, limpios y apetitosos. 

Comienza el movimiento, por un lado, el desayuno: t�, caf�, pan, aceitunas, mantequilla, aceite de arg�n, dulces y otros manjares t�picos de estas fechas, por otro, la carne; de buena ma�ana, pinchitos de h�gado con grasa y otras partes jugosas del sagrado bicho.

Mientras desayunamos, Nordin y Rachid cortan y despiezan el cordero como profesionales.

Hoy me he puesto un caftan azul cielo muy bonito, con bordados blancos y una tefeta que es una t�nica abierta, como un guardapolvo que se pone encima s�lo para adornarla, la verdad es que me encanta estar �su�na� (guapa y adornada).

El resto de la ma�ana transcurre entre olores a carne guisada, s�ndalo y el olor del aire c�lido y suave, y jugando al parch�s que con gran �xito he tra�do; m�sica y gritos c�mplices del juego. Entre los arcos del patio, a la sombra fresca de estos �rboles centenarios, disfrutamos de paz y tranquilidad. La fiesta contin�a. 

Lo que m�s me gusta es el ambiente de color y olores que invitan a sonre�r y a estar tranquilos. 

Han venido unos hombres a comer con nosotros la carne guisada y fruta; son familia de Naffissa, viven en un oasis a unos kil�metros de aqu�.  Son profesores que trabajan en las monta�as y vienen a pasar estas fiestas con sus familias; visitan a todos sus familiares de los alrededores. 

Hoy la siesta est� movida. Yo entro en el �nico cuarto que tiene llave, donde normalmente hago la siesta, es rosa: armario rosa, c�moda rosa, pared rosa y cama con colcha, como no, rosa; el cuarto rosa es comunitario, todos entran y salen a su antojo, aqu� se hacen las  reuniones m�s intimas, las ni�as se cuentan sus cosas, se muestran sus ropas nuevas y todas las novedades para compartir y ponerse al d�a; Samira se acuesta conmigo y F�tima-Sahara se prepara una cama en el suelo para descansar con nosotras.

Descansar es un decir, entre risas y cotilleos nos quedamos dormidas y por fin en silencio... s�lo cinco minutos porque entran Fayrouz y su madre con Sahara, que acaba de llegar de ver a sus padres en el campo con Ali su marido, y, aunque estemos durmiendo, no importa se acercan y me dan los 500 besos que sus padres les han dado para m�. Aqu� siempre tienes que estar dispuesta a recibir saludos y besos, de noche durmiendo y de d�a tambi�n. 

Con gran algarab�a recibimos a Nadia y a Magig  que vienen de Agadir a pasar unos d�as con su hija Jaula, una preciosidad de 14 meses que s�lo sabe re�rse, hablan y hablan, poni�ndose al d�a de las noticias m�s recientes. El tema principal es el novio de Fayrouz que en estos d�as es el �nico tema de conversaci�n, todav�a no se ha decidido nada sobre su compromiso o su no compromiso, aqu� no puedes salir con un amigo, no existen los amigos o eres novio o nada. 

Seguimos comiendo carne, cada vez somos m�s, charlamos, comemos, bebemos t� y luego todos en una misma habitaci�n hablamos y re�mos, para despu�s, los hombres en una y las mujeres en otra, buscar un sitio donde tumbarse para pasar la noche. No hay camas porque ocupan mucho espacio y cada uno se acopla donde le gusta m�s con su manta y su almohada; el sue�o aqu� es como otro paso del d�a, , donde caes duermes, y hasta el d�a siguiente. 

Esta ma�ana amanece con gran movimiento del personal, unos a lavarse, otros recogiendo mantas, otros desayunando. Una vez limpia y recogida la casa, fuera: unos a pasear, otros de compras. 

En los tapices del patio, a la sombra de los �rboles, con m�sica bailamos y re�mos; estoy aprendiendo la danza del vientre y algunos bailes t�picos de por aqu�. 

Hoy comemos en casa de otros miembros de la familia, para comer tallines de cordero -�c�mo no?-, pasas, cebollas y aceitunas, !Qu� bueno! 

Como es costumbre, despu�s de comer, la hora del reposo: unos duermen y otros dormitan mientras charlan flojito. Yo he aprovechado y he subido a la terraza de la casa desde la que se ve todo el pueblo de Tiznit desde arriba, es una bonita vista, la parte antigua del pueblo est� amurallada y el resto est� esparcido, con casas m�s grandes y modernas, no muy altas, s�lo para cuatro o seis vecinos; se huele el mar, est� s�lo a doce o trece kil�metros. 

Algunos volvemos antes, otros se van de visita a casa de los vecinos y familiares. Yo vuelvo sola y la casa vac�a me invita a dormir la siesta, me encierro en la habitaci�n rosa y a dormir, con tanto ir y venir de un lado a otro me vence el cansancio.

Dos horas he dormido. Me despierta Magig llam�ndome con voz de ogro por la ventana para asustarme, me he re�do mucho; despu�s se me han echado encima cont�ndome que va a venir el novio de Fayrouz a cenar con nosotros.

Nos arreglamos y adornamos con nuestros caftanes, listas para recibir a las visitas, ya sabes, t�, perfume y pastas. Magig no para de contarme tonter�as y nos re�mos de su madre y de todas las visitas comentando de unas y de otras. Una familia de vecinos: madre, padre e hijos de edad casadera, vienen a hablar del matrimonio de su hijo menor con Fayrouz.

Le han salido muchos novios desde que est� en Espa�a; hay hasta quien paga por su mano. Naturalmente ella no quiere nada m�s que a uno, eso est� claro, se miran con complicidad, observados por toda la familia que vigila sus gestos y todos sus movimientos.

De vez en cuando alguien viene y me da un abrazo, o me coge de la mano, o me da un beso, es algo especial, no paran de preguntar a todos: �Est�s bien?, te quiero, y palabras cari�osas en �rabe que no entiendo pero que s� lo que significan.

Esta familia es especial, todos cari�osos y comunicativos, comparten todo y no tienen nada propio, los zapatos que se dejan en la puerta para que no entren en la casa las porquer�as de la calle, (por cierto costumbre muy higi�nica y buena para la salud que yo imito en casa), son comunitarios, si es tu n�mero puedes coger el que quieras. 

Despu�s de tantos d�as disfrutando de estas fiestas aqu� en Tiznit, nos trasladamos a Agadir para pasar algunos d�as que me quedan.

El traslado en autob�s es alucinante, la luna llena convierte el ocre de las casas en rosa, un rosa oscuro y precioso; las sombras de los �rboles se hacen largas y finas, no hay oscuridad plena sino una penumbra clara y brillante que nos acompa�a durante todo el camino.

La llegada es festejada por todos, tenemos hambre y estamos cansados, hoy ha sido un d�a muy movidito.

Comemos una especie de revuelto de sesos del cordero con perejil y especias, y una sopa espesa hecha con grasa del mismo cordero mezclada tambi�n con especias; esto se bebe con un yogurt  cortado y liquido especial de la casa. Y luego todos a dormir con la barriga llena de cordero en todas sus variedades. 

Dormimos hasta muy tarde. No es hasta que abro los ojos cuando me doy cuenta de donde estoy, y me encuentro tan a gusto tumbada en la cama, bueno, en el div�n del sal�n, un div�n aut�ntico de seda, con unos cojines que no envidian la comodidad de una cama de l�tex.

Es el d�a que m�s tarde me levanto, el silencio de la casa y el confort me relajan y no pienso en nada s�lo en disfrutar del tiempo de vacaciones que me queda; y que para volver a mi casa tengo que hacer un largo e inc�modo viaje.

He averiguado algo que me intrigaba; yo siempre me preguntaba: ��C�mo es que tienen los dientes tan blancos?�. En todos los pa�ses que he visitado de �frica, o en casi todos, los dientes relucen. No es una observaci�n m�a si no de casi todos lo viajeros.

Pero esta vez lo he descubierto; en realidad no hay ning�n misterio, es una ra�z parecida al regaliz con sabor amargo, con unas fibras muy finas que se mastican y los dientes los deja blancos -como ya quisi�ramos por aqu�- y la enc�a negra rojiza. Un poco fuerte pero atractivo; por supuesto he comprado un mont�n, y muy bueno. 

Ya se acerca mi partida. Hoy hemos comido huevos con patatas, algo muy t�pico de mi pueblo, f�cil de preparar y sin carne de cordero. La verdad es que despu�s de tantos d�as comiendo carne creo que no la volver� a tocar hasta que vuelva el a�o que viene a esta fiesta, -que si es posible, no  me la pienso perder-.

Tras la siesta, hemos dado un paseo, muy h�medo y fr�o, pero bonito. Cuando volvimos nos esperaba una duchita calentita y ya estoy otra vez lista, sentada a la mesa, para devorar mi ultima cena. No me puedo quitar de la cabeza mi casa, mi familia, es la primera vez que me acuerdo ellos en todos estos d�as.

He estado tan activa y rodeada de personas que me quieren y a las que quiero que no he podido a�orar el afecto de los m�os. Aqu� he encontrado una familia que no tiene nada que ver con mi cultura, ni mi religi�n y, en contra de lo que dicen de las rarezas de los �moros�, la humanidad y comprensi�n que he respirado, es mas notable que la forma de tratarnos en la sociedad y religi�n de la que vengo.

Dicen que son personas extra�as, lo extra�o es atreverse a opinar sobre personas de las cuales no conocemos cultura, ni costumbres. �Osados cristianos que se creen que tienen la verdad en su poder!

Cuando lo cierto es que con conocimiento y amor se puede contactar con todas las personas del universo, s�lo hay que abrir nuestra mente y nuestro coraz�n, dejarse querer sin miedos, ni rencores, aunque nos hayan ense�ado a odiar y a diferenciar, creo que no es justo hablar sin conocimiento, porque humanos somos todos y el amor es algo tan humano que hay que practicar sin limites ni religiones,�FELIZ FIESTA DEL CORDERO�.

Por Isabel Lifona Martin

   

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