SOS, psicólogo de vacaciones    

El psicólogo no nos deja pasar ni una, y encima hay que vérselas con las interrupciones por culpa de las vacaciones…

SOS, psicólogo de vacaciones


 

  


En el tratamiento psicoanalítico una tiene que vérselas con unas cuantas vicisitudes.  Y por carácter transitivo, mal que les pese, también lo ven y lo sufren nuestros amigos/as.   

Por ejemplo, además de ser lo suficientemente valiente como para vérnoslas con nosotras mismas, que ya es bastante y sin concesiones porque “El” psicólogo no nos deja pasar ni una, hay que vérnoslas con las interrupciones por culpa de las vacaciones. 

Las de él; claro está.  Porque una cosa es ser una la “abandónica” y dejar el tratamiento cuando las papas queman, cuando aprieta fuerte el torniquete profesional o dicho de otra manera: se consolida el “insight” o cuando la plata no alcanza para ningún honorario, pero otra muy distinta es, cuando el licenciado anuncia su partida.  El enunciado, en cuestión, generalmente se hace casi al finalizar la sesión. 

Con cara de circunspecto o con  absoluta FACE de póker transmite, al mismo tiempo que me alcanza su último Klenex y yo todavía sigo moqueando: “le comunico que a partir del lunes me tomo un receso por treinta días”. 

Mientras mi cerebro resetea me digo, para calmar mis ánimos (sino lo hago yo, ¿quién lo hará?), “que no cunda el pánico” y por esa conexión casi mística, que logramos él y yo, me dice: “cualquier emergencia y/o urgencia me llamas.  Recalcando lo de urgencia o emergencia, con todo fervor. 

Para agregar: “sino, me mandas un e mail”.  El consultorio se trasladó a la web,  Eureka, pensé para mis adentros; emocionada.  Y ahí se pretende ir él, muy suelto de cuerpo, mientras me deja al borde de un ataque de nervios y a la tutela de de mis amigos/as al borde del suicidio colectivo.  Pensando: y esto recién empieza. 

Ya los veo, complotándose y organizándose por mi salud mental, sin psicólogo.  Ante la inminencia de cualquier arrebato de locura, haciendo barricadas frente a mi atropello a la razón y ante las incontinencias emocionales que suelen aquejarme y sobre todo: aquejarlos.  Ellos saben que mi psicólogo me enseña a mantenerlas a raya, mientras ensayo una vida normal, pero sin él, um…sonamos. 

Mientras hago un bollito con el klenex y veo su depósito vacío y sin atisbos de  repuesto, ensayo mi monólogo interior que se titula: ¡Sonamos, el psicólogo se va de vacaciones: y ahora ¿qué hago?  Porque, si, es justo y necesario. 

Realmente es justo y necesario por su poder mental y su salvación, y dicho sea de paso por esas cuestiones de la transferencia, de la mía también.  Ahora, es intrínsicamente necesario, que se lleve con su protector solar: mi amor platónico, mi brújula de la cordura, y mi archi única opción de sentido común. 

No puedo, no debo, está en el decálogo de todo buen paciente, decirle: que imagino la cara de mis amigos deseándome el pésame por la absoluta orfandad de criterio con la que me ha dejado. 

Para no recordarle que junto con sus efectos personales también se lleva: algunos de mis yoes –vaya a saber Dios cuáles-, mi super yo, dejándome al Ello como única compañía.  Concluyo con mi monólogo más interior que nunca. 

Mientras camino por el hall, hacia la puerta de salida de su consultorio.  Como si transitara los últimos metros del cadalso, él se libera de mi y a mi me queda de grillete mis obsesiones. 

Abatida, como enamorado al que han plantado con un ramo de rosas en la mano, apelo a la dignidad de pato Donald que supe conseguir, respiro hondo y le digo: “Felices vacaciones, que la pases bien”.  

El sonríe, ameno,  ya sé, ya sé, sabe de memoria lo que callo.  Parto así, despechada y raudamente, a mi house, hipiando: ¡¡¡buah, mi psicólogo se fue de vacaciones.  Oh, y ahora ¿quién podrá ayudarme? 

Y con el rouge, del rojo más furioso que tengo, marco, enfáticamente como el presidiario, en el calendario familiar, los días, en cuenta regresiva, que faltan para su regreso.  Ahí queda la marca rabiosa de mi nueva dependencia, más transferencia mediante, ahora soy dependiente de mi psicólogo y ahora ¿qué hago?

   

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