¿Qué hacer cuando él “se aleja”?

Esos 'momentos' que tienen ellos, como la concentración de los jugadores de fútbol, hacen sufrir a más de una. Especie de ciclo masculino que, a diferencia del nuestro, viene y se va sin respetar cálculos...

¿Qué hacer cuando él “se aleja”?


 

  


¿Cuándo aparece? 

Generalmente, cuando está todo bien. Después de una cena fantástica, de confesiones amorosas o expresar un proyecto grato. Algunos tienen puntería: cuando  hay  exámenes, el día de tu cumpleaños o pocas horas antes de las vacaciones. Es  difícil de entender. ¿Por qué sale ahora con esto?  

¿Cómo se manifiesta?

·         Hace un regalo y en instantes se convierte en un extraño ausente y lejano. Si se te ocurre preguntar, se ofende: “Siempre arruinando todo.

·         Te pide que lo llames y no está. Informa varias horas después: “Fui a ver una peli con una amiga”.

            Silencio enculado. “¡Bueno, hace mucho que no veo a mis amigos!”.

            De pronto estás en contra de lo más sagrado, La Amistad. Pero,   

            hubiera avisado ¿no?

            Sube la apuesta: “¿Tengo que reportarme cada media hora? No   

            soporto que me controlen.”

  • Encuentro planeado por él. Esperando  como  se debe: maquillada, depilada, con palta y nachos, suena el teléfono. Está “muuy cansado”.

           Murmullo: “Si te parece voy para allá”,  ¿llevar la vianda o  congelarla?

           “No… es  que necesitan uno para el partido de esta noche.”

           El silencio grita: ¿¡Pero, cómo, no estás cansado para correr la pelota!?

           Él contesta igual: “¡Qué egoísta! ¡Una vez por mes nos reunimos!”              

La lista es inagotable. Cada quien  tiene su repertorio de deudas que nunca serán saldadas. Un punto que arruga  el alma y el cuerpo.  

Consecuencias

Una de las primeras consecuencias además del tsunami de enojo es sentirse descentrada. Peleando por algo que nunca cruzó por la mente. Como estar vestida con traje de fiesta en la playa o aterrizando en la entrega de los Oscars con el peor jogging, el que se usa para pintar. 

La mujer se da cuenta, no es que no lo nota ni se  calle y, además, intente hacerlo “razonar”. Pero el abstinente no se rinde. “Al final, no te puedo decir nada, mejor sería mentirte. La verdad, no te entiendo”. 

El enojo persiste y, como dicen en el pueblo, cagaste usté. Se apilan  reacción, sobre reacción. Pisando huevos, pateando escombros en sandalias.

Me explico: se re-acciona a algo no provocado. Todo, es más de lo mismo. Desconectar  el teléfono;  mandar un mail rajante; atender con monosílabos  o mirar ausente un punto en el infinito como un monje lama. Es una reacción, una respuesta al misterioso quite sin aviso.

Como si alguien dijera: “¡Vamos a correr, dale, vamos a correr!” Y al salir disparada, el otro se queda parado. 

¿Qué hacer?

Nada. Hacer de cuenta que jamás pasó. No fue.

Fue un () paréntesis. Ese hecho no proyectado  que te convoca cual girl-scout, no sucedió. Mejor bajar antes de subir. Concretamente, no hacer olas.

Para eso se necesita olvidar el orgullo, que no sirve para nada, es como apretar fuerte una espina. No hay empresa más condenada al fracaso que tratar convencer a otro de que está loco o es un mal nacido.

Continuar la vida. El “estado especial” viene en el paquete. Mejor olvidar el incidente, todos lo tienen. No hay uno sin. Así que, si él te gusta, lo mejor es dejar pasar, arrancando el episodio  como los  pelos de las cejas. 

Con respecto a los propios sentimientos heridos, sí hay que hacer.

Hacer, no pensar. Suprimir  diálogos internos, argumentos extraordinarios e inútiles.

Como dije, este repliegue masculino descentra. El hacer centra. Hacer cosas en la realidad, llamar una amiga para que venga a comer los nachos, tomar un helado exótico o de chocolate con chocolate. Leer ese libro. Cualquier cosa propia que atraiga. Y, especialmente, no comentarlo con la barra brava femenina.  Si se riega, crece más fuerte. 

Por qué digo no pensar, porque sabemos muy bien adónde lleva ese cántaro de penas guardadas. “Siempre me pasa lo mismo. No tengo autoestima. No le interesa nada de mí. Nunca le importé a nadie.” 

Pero si el bicho rumiante que llevas dentro se queda sin pasto y reclama su porción, se podría pensar, que los otros tienen días malos. No te corresponde ser  la causa de todo lo que le pasa. Definitivamente, no actúa de forma alienante  porque le contaste el encuentro con un compañero de secundario.

Buscar la “culpa” en sí misma a veces es bueno, otras es una forma de control, si hago A, sucede B. La culpa, decía un amigo, agrega dolor al dolor.  

Este injerto, el ayuno emocional del caballero, se mete en el medio de todas las  edades y diversos grados de compromiso.  

Evita entregarse y que el otro se entregue, nadie es confiable.

Haciendo ole, aparecen otros obstáculos. Otros temas, otros mundos por descubrir.

Algunas parejas sólo se dedican a él, por años. 

Por Lic. Silvia Fantozzi
Psicóloga
www.silviafantozzi.com

   

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