Cómo resistirse a los infomerciales y ¡llame ya!

Cada día son más las cosas que no necesito... ¡salvo que las vea en la tele!

Espejitos de colores...¡llame ya!


 

  

 

El 12 de octubre de hace más de quinientos años, don Cristóbal Colón llegó a estas tierras y los atónitos habitantes de América vieron cómo de sopetón les desembarcaban en un instante toda la cultura, la religión, y el sistema de vida de los europeos.

Los hombres blancos traían consigo los “adelantos”: las armas de fuego,  la rueda y  los espejitos de colores, y se llevaron todo el oro de indígenas cuya civilización fue herida de muerte con algo más fuerte que el hierro y las armaduras: la sociedad mercantilista, y la idea de que sin ella no podemos vivir.

Desde entonces se instaló una filosofía que maduró en las colonias luego de las invasiones inglesas y que jamás se detuvo hasta hoy. Porque españoles, ingleses y finalmente americanos, se encargaron de contarnos que no somos de carne sino de costumbres, y la principal es la del consumo.

En síntesis, todo lo que yo supuestamente requiero para ser feliz hay otro que lo está inventando y me lo puede mandar a casa sin que yo levante el trasero de mi silla.

Hasta hace unos diez años todavía era posible que un vendedor golpeara la puerta de tu casa para ofrecerte alarmas contra robo o cacerolas de acero inoxidable.  

Hoy le toca el timbre a tu pantalla, porque los medios electrónicos permiten el “call to action”, técnica de mercadeo que viene de United States, y que desde Panamá hasta Ushuaia intenta que el telespectador se motive y compre por impulso un producto pensado para su satisfacción. 

¿Y qué le ofrecen? Cosas imprescindibles: una máquina para pelar huevos duros, un cuchillo regulable para cortar fetas perfectas, una caña de pescar que se puede llevar en la guantera del auto, plantillas para zapatos que te hacen adelgazar, la crema de baba de caracol para el acné y las arrugas, y el  audífono que permite escuchar hasta cuando chocan dos hormigas.   

Y si te comunicás ya, te mandan otro de regalo. O sea que en vez de tener una cosa al cuete, por el mismo precio obtendrás dos.  

Los dueños de empresas que crean esta “Shopping Tv” y que generan estos infocomerciales aseguran (aunque no hay estadísticas que lo comprueben) que cada vez son más las personas interesadas en adquirir esos utilitarios por este sistema. 

Todo es posible, sin embargo creo que el argentino, y con razón, es extremadamente desconfiado y le cuesta largar un peso antes de manipular las mercaderías y ver si realmente cumplen lo que prometen, o simplemente sentir qué les devuelven los objetos al tacto.   

Aún así, expertos en marketing afirman que hay televidentes que son reactivos ante la “offer tv” y compran por impulso. Y muchas veces se ensartan con algún accesorio impresentable que no sirve para nada. 

Pero el antídoto para ellos es imitar a nuestras abuelas, que no se llevaban ni un tomate sin tocarlo y sopesarlo, o mejor, recordar al noble  romano Séneca, aquel estoico filósofo que dijo alguna vez: “cada día son más, las cosas que no necesito”.

Por Luis Buero

   

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