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Ya no vuelan tantos barriletes…

Los juegos de niños de
la década del ’60, distan mucho de los que desarrolla un niño de fin de siglo.
La creatividad prácticamente ha sido dejada de lado por la computadora y es más
factible encontrar un chico enfrascado en una dura batalla virtual, que
intentando perfeccionar el sistema de “tiros” de un barrilete por él fabricado.

La década del ’60 tuvo
como característica principal el desarrollo de juegos artesanales, manuales y
de ingenio. Cualquier elemento que cayera en manos de un niño podría servir
para dar origen a un juego. Las carreras de chapitas en los cordones de las
veredas, las rueditas “de penicilina” que se adaptaban a los autitos plásticos
para lograr mayor velocidad, los festejos de San Pedro y San Pablo con quemas
de cardos en esas fechas, la colección en álbum y juego de figuritas, la construcción
de barriletes para remontar con los infaltables vientos de agosto, son sólo una
muestra de la forma en que los niños ocupaban su tiempo por aquellas épocas.

Abordando uno de esos
juegos puntualmente, la construcción de un barrilete, significaba en principio
el conocimiento suficiente como para diferenciar una caña seca que mejor se
adaptaría para el objetivo. Luego se elegía la forma que tomaría la creación
que variaba desde un humilde “cuadrado” hasta una orgullosa “estrella” o
“Granada”, para las que era necesario la utilización de cuatro cañas.

Una vez construido el
“esqueleto” del barrilete, seguí a la elección de un papel adecuado, cuanto más
vistoso mejor y allí también jugaba importante papel el ingenio, porque a
partir de la combinación de colores, resultaba más atrayente el resultado.

Pero allí no terminaba
el trabajo, había que colocar los “tiros” con una precisión milimétrica, para
lograr el vuelo impecable y luego finalizaba la obra con la elección de “la
cola”, para lo que generalmente se recurría a alguna sábana en desuso que
siempre una abuela guardaba en el ropero.

Finalizada esa
operación, que generalmente demandaba una o dos tardes, con una madeja de hilo
“choricero”, remontaba la creación del ingenio de los pibes en algún baldío de
cualquiera de los barrios de la ciudad.

Hoy si vemos un
barrilete volando, seguramente es uno construido en forma industrial y en lugar
de cañas su estructura es de PVC y ni siquiera es de papel, ya que normalmente
vienen hechos en nylon y con figuras y leyendas que nada tienen que ver con
nuestro folklore o idioma.

La ciudad ha crecido
tanto que tampoco hay baldíos suficientes y es necesario salir a los
alrededores o a algún camino vecinal para cumplir el rito de remontar el
barrilete. Pero a esta altura, son muy pocos los chicos que utilizan este
juego, porque como expresé al principio, los chicos han reemplazado su
creatividad, para dar paso a su ingenios de luchar con monstruos virtuales en
la computadora.

Quienes
crecimos en aquellas décadas, observamos con nostalgia los cambios y nos
preguntamos qué será lo mejor, si adaptarnos a lo nuevo olvidando lo viejo o si
podríamos lograr un equilibrio entre una y otra cosa.