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Un suicidio común, éste

Si existiera una máquina del tiempo, que nos devolviera al lugar que perdimos. Esa, memoria, sería la literatura. Máquina o signo de movimiento que indique o marque exactamente la inercia en que la literatura en Chile se está manejando, en este momento, a ultranza.

Cómo mejorar su sexualidad, desde el primer beso hasta ….

Sobre el libro de cuentos de Fernando
Quilodrán.

Esta, inercia, PROVOCA el olvido de un pasado, un blanqueo, o vergüenza de
lo nuestro.

En otras palabras nuestro pasado, sería vergonzosamente chileno. No habría que
mostrarlo, como pueblo, menos como antepasados, menos como raíces. Si no, exactamente como modernidad, (no nuestra.) O sea, como
realidad ulterior, discriminada,
por la propia literatura de mercado.

Por
lo tanto, asistimos a una especie de Aparthied literario
en nuestro
marco cultural. Al
interior de nuestro país.
Exactamente la obra, “ Un Suicidio Común “ de Quilodrán remite al
lector, a una evocación de lo que
fuimos. A un posible sitio común.

 Lo que
nos va quedando, ya en extinción, poco y escaso, aquí está confeccionado por
el autor sin contradicciones, con impecable factura, sin mediar con una literatura
de “vitrina“ complaciente.

 Nuestra
escasa expresión, ya reducida a un estrecho marco nos reduce aún más, a este suicidio común, título del mismo
libro que arroja un diagnóstico ”común“, y permite al lector separarse por un instante de este horroroso Apartheid que los mercados, fabrican con sus gigantescos intereses.

La
obra de Fernando Quilodrán ofrece a su destinatario, salir de un callejón sin salida En cierta forma, salir de lo que más abajo, sería: Un Chile quejumbroso, de no ser reconocido, por los grandes imperios de
la literatura.

Las
cláusulas de esta obra, nos
remiten a examinar un imaginario,
discriminado, por nosotros mismos y que en otras palabras, ocultamos para
dar pleitesía “al otro“ ¿Tierra de nadie? ¿El mercado?.

 En
“Un suicidio común”, se mira,
por primera vez, sin temor,
este olvidado.

Un imaginario se abre paso, al
lector. Uno que desde más o menos medio siglo de dominación, habría estado prohibido,
lo abre entonces Quilodrán, sin necesidad
de pedir permiso a ese “otro”. 

¿Pregunta?
Se abre con esta obra, una nueva literatura, independiente del mercado. La respuesta se la dejo al lector en complicidad con lo que no puede seguir ocultándose, con esta horrorosa amnesia.