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Ser otro

Reflexiones sobre la drogadicción y el alcoholismo en la sociedad de consumo

El tema del uso de sustancias psicoactivas se inscribe dentro de las formas como las personas pautan sus relaciones entre sí y con el resto. En esta medida, integra una parte culturalmente definida e instituida de la estratagema empleada por muchos adultos para su desempeño social, se lo apruebe explícitamente o no.

Su emergencia, perdurabilidad y transformaciones está regida por significados, símbolos y prácticas compartidas que son las que organizan el marco referencial (no exento de contradicciones) de las personas sobre este punto.

A inicios de los ochenta, Dejours desentrañaba el papel del alcohol como una defensa utilizada para la ocultación del miedo frente a determinadas condiciones laborales marcadas por la inseguridad y el riesgo físico real. "Un medicamento que se esconde, un medicamento que guarda el secreto y el secreto es el miedo" .

En la Argentina de fines de los noventa, un análisis de la cocaína como de otros estimulantes similares, aplicado a diferentes situaciones, parece heredar mucho de ese papel. Por fuera de la situación laboral (si es que hay un "afuera" del escaparate de exhibición para el mercado), no merma la exigencia desde lo social ni disminuye la condición de "peligrosidad". Solo se han producido transformaciones que hacen a un riesgo de naturaleza diferente más ligada a la muerte social que a la biológica.

En estos casos la droga como estratagema, "artificio o ardid de guerra", en la lucha por no caer del centro de las decisiones ( o por entrar en él) convoca a grupos variados e incluso extremos en cuando a situación social.

En cualquier caso la sustancia aparece como "el soldado químico" de Mongin que interviene en el campo de batalla para que el guerrero, bajo sus efectos, sienta menos la violencia que puede padecer y no se angustie por la que puede provocar.

Las razones de la elección de las distintas sustancias tiene que ver con diferentes aspectos. En estos casos, las propiedades químicas y fisiológicas suministran, obviamente, una base necesaria para comprender su búsqueda.

Pero las consecuencias que tendrán finalmente sobre la conducta, dependerán tanto de la idea que se tenga sobre lo que esa sustancia hace a una persona como de los procesos fisiológicos que tienen lugar. Cuando un hombre levanta una copa no es solo la bebida que contiene, sino también lo que se espera de ella y lo que su grupo social le ha dicho que puede esperar.

"En la tele siempre los que toman cerveza, u otras cosas están rodeados de chicas y autos. Es como parte de un estilo ganador. Se hacen los galanes con un vaso en la mano, o un cigarrillo. Es como que necesitan tener algo, o sino no son nada."

María, 19 años.

En la cultura de la postmodernidad la sacralización de la noción de placer crece paralelamente a la intolerancia del malestar haciendo de la adicción, sostiene Mayer, "una metáfora del tiempo actual" .

Una metáfora explicada por la construcción desde la sustancia de una imagen engradecida de si mismo, por la elección de la satisfacción inmediata, por la sobrevaloración de lo externo para llegar a la soledad entre los otros, finalmente sustituídos. 

 “…la cocaína primero fue mi cómplice, mi compinche, después fue mi novia, y después me casé con ella. Y cuando vos te casás ya no querés más el grupo, vos querés estar solo con tu mujer…

Antes de esto, anticipando quizá a la problemática de la adicción y el reemplazo "del mundo de la producción por el mundo de la simulación" está el abuso. El completamiento desde lo permitido, el "mal necesario" para alcanzar la imagen del "otro", para ceñirse a los modelos.

La transgresión, si es que cabe definirla así, dentro de la tolerancia social . " …la cocaína me hacía hablar mucho y con todos. No diferenciaba la gente, trataba con todos como si fueran amigos de toda la vida" .

Refiere uno de los entrevistados para explicar las ventajas que lograba dentro de la situación social. Cien años atrás Freud en sus cartas a Martha Bernays refería esta utilización para facilitar su propio desempeño social " .. un poco de cocaína para desatarme la lengua" .

En el otro extremo quizá, la sustancia sirve a la "desincorporación", es decir como recurso cuando se cede al peso de las emociones, cuando se asiste a su "colmamiento excesivo", como explosión o implosión. Emociones de las cuales hay que desembarazarse para preservarse.

"Son dos jóvenes ejecutivos del ámbito financiero. Ahora están como turistas de fin de semana…son clientes conocidos y tienen VIP´S de la discoteca, que los exime del pago de entrada y les da una cuenta en el bar. Consumieron la cocaína adentro del coche que tienen estacionado al frente de la discoteca.

Están en la barra, tomando whisky y hablan de lo difícil que era la semana en el medio bursátil, – lo bueno de largar todo y tomar alcohol largo y tendido con un poco de pala (cocaína). Uno viene a romperse la boca…hay que descontrolarse un poco después de una dura semana – ."

La sustancia se presenta entonces como resultado de una búsqueda por llenar faltas o carencias frente a una sociedad como la Francia que describe Ehrenberg, traducida en el aumento de los controles que el individuo debe ejercer sobre si mismo para tener cabida en la vida social.

Controles que presionan tanto hacia "la modificación, artificial o no, de los cuerpos como de los estados de conciencia: cuerpos modificados por el deporte, la cirugía estética o los anorexígenos, percepciones mentales alteradas por productos euforizantes, tranquilizantes o estimulantes".

Controles sin los cuales se arriesga a ser excluído por "el peso, el envejecimiento precoz o las insuficientes capacidades de adaptación a la empresa".

Reflexionar sobre el consumo de sustancias psicoactivas en las sociedades actuales expuestas a un alto nivel de tensión social, implica atender por un lado a una diversidad de formas de utilización por sus efectos tranquilizantes o euforizantes, en el campo de la diversión o de la producción.

Estas aplicaciones lejos de constituirse en formas operativas de resolver los conflictos que la interacción social implica, refuerzan a los mismos en tanto el individuo opta por omitir sus señales de advertencia antes que modificar los elementos presentes en el campo que las producen.

De esta manera se perpetúa un ciclo que tiende a desarrollar crecientes niveles de compromiso con el problema conforme avanza el tiempo y la repetición de su utilización. El uso de las sustancias psicoactivas requiere considerar también su relación con el placer.

El placer como descarga que se encuentra desprendido "de todo contexto amoroso y de todo devenir histórico". Un placer que finalmente en la presencia del "flash", representante emblemático , se presentara como un acto solitario donde el otro habrá desaparecido como vínculo externo.

" Era como masturbarme, algo que me provocaba placer a mi mismo, yo conmigo, con mis brazos, con mis venas, con mis cosas…"

Un instante de extraordinaria intensidad y fugacidad que luego será buscado incesante e inútilmente.

Estos problemas, constitutivos de un continuo habitualmente ignorado y destacado solo cuando avanza sobre el campo de la ilicitud, reciben la actitud de una sociedad cuya respuesta es tratarlos como compartimentos separados, desestimando la característica de continuo que los define, desde el abuso de lo legal a lo ilegal.

El resultado final es el refuerzo de una idea que pone el problema en las sustancias sacándola de las personas, centrando el problema en lo ilegal y habilitando de esa forma, paradójicamente, el uso indebido en los inicios.

¿Por qué usabas drogas? preguntaba la encuesta en 1986 a los jóvenes internados en las principales comunidades terapéuticas de ese entonces en la Argentina. Un extenso listado de sus respuestas citaba a la curiosidad y la experimentación ( “sentir algo distinto”) , a una imagen maltrecha de si mismo (“no sentirme un tonto"), al desentendimiento de los otros ( “en mi familia cada uno hacía la suya”) o a la necesidad imperiosa de calmar algo dentro de sí (“estaba con bronca y comencé a tomar cualquier pastilla para ver si zafaba).

Los internados por abuso de drogas produjeron cerca de mil respuestas señalando lo que a su juicio los había precipitado a la relación con las drogas.

Algo más de diez años pasaron de aquel estudio y la memoria de esos resultados trae, también, la respuesta del joven de diecisiete años que cuando le preguntamos porque lo hacía, después de pensarlo respondió en voz baja y casi con vergüenza, "porque quería ser otro".  

Por Dr. Hugo A. Miguez Investigador del Programa de Epidemiología Psiquiátrica del Conicet de Argentina.

Fuente: Programa de Promoción de la Salud y Prevención, ORT Argentina 

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