Share on facebook
Share on twitter
Share on whatsapp

Relato de un viaje en moto desde Río Cuarto al cerro Champaquí

Luego de realizar un fantástico viaje al cerro Champaquí, en el sur de la provincia de Córdoba, quise compartir tamaña experiencia con todos aquellos que comparten la misma pasión: viajar en moto…

Integrantes

Enrique: “El Vete” es el veterano (no por edad sino por experiencia en viajes, es el que frena en cualquier lado a mirar paisajes y muestra siempre algo interesante mientras va andando)

Osvaldo: “El Nuevo” por obvias razones.

Daniel: “El Muffi” cuando salgo está más frío, llueve o hay mucho viento y autor del relato.

Todo comenzó a las dos de la tarde de un sábado. Tres viejitos piolas en sus motos, se despedían de sus familias (fotos, saludos y ruido de motores mediante) hacia toda una aventura: el Champaquí, cerca de Santa Rosa de Calamuchita. Las motos cargadas como si fuéramos al Aconcagua y nosotros vestidos de manera tal, que se nos veían los ojos y nariz.

Viaje de ida sin sobresaltos, saludos de camioneros, motociclistas, gente de los pueblos, conductores de autos nos acompañaron durante el viaje. Creo que algo de sana envidia había en sus expresiones ¿a quién no le gustaría estar en nuestro lugar?. Llegando a Embalse me doy cuenta que estoy sonriendo, estoy feliz de estar participando de esta aventura. Frente al lago hacemos una PARADA TÉCNICA: mates, un cigarrillo y baño.

Ya en Santa Rosa, buscamos un lugar donde dormir y dejar nuestras motos seguras. Mientras nos acomodábamos en la habitación, ninguno hacía la punta para bañarse (pensé: si no me porté mal, no corrí, ¿para qué me voy a bañar?) hasta que El Nuevo hizo un esfuerzo, y ¡se bañó!. Nosotros, El Vete y Yo, fiel a nuestras costumbres moto-turísticas, nos lavamos la cara (suficiente ¿no?) y salimos despreocupados, hacia el Centro de Santa Rosa.

Luego de un par de vueltas caminando, entramos a una parrilla que nos amenizó la cena con música folklórica y excelente atención. Eran las doce de la noche cuando nos decidimos ir a tomar algo a un Pub familiar y para todas las edades (¡menos mal!).

Cuando comienza el show de un cantante que hacía karaoke, le hacemos el pedido de un tema. A partir de ese momento somos los más conocidos del Pub, “gracias a los moteros de Río Cuarto por el pedido” y  nosotros aplaudiendo como locos; después “ya viene el tema dedicado a los moteros de Río Cuarto” y nosotros otra vez aplausos más gritos; más tarde “este tema es de la Banda XXI de donde son los moteros de Río Cuarto” y nosotros más aplausos, gritos, saltando (¿efectos del alcohol?).

Así nos tuvo hasta las cuatro de la mañana, cuando dijo “este tema se los dedico a los moteros de Río Cuarto QUE HACE RATO QUE ESPERAN”. Por fin………Bueno, ya eran las cuatro y media cuando nos entregamos en los brazos de Morfeo y descansar para que a la mañana comencemos el ascenso al cerro.

¡Ocho de la mañana!. No podía creerlo pero mis compañeros YA ESTABAN LEVANTADOS. No me quedó otra opción: levantarme.

A las nueve ya estábamos en la ruta hacia el Champaquí. Nublado como estaba, fffffrío y un poco más fffffrío, seguimos subiendo. Cada vez había más neblina y cada vez veíamos menos, cuando El Vete (que iba abriendo camino) para y nosotros atrás de él.

No se escuchaba nada, no se veía nada (pensé, si alguno dice que volvamos, doy vuelta la moto y empiezo a bajar, pero ninguno dijo nada). Luego de la PARADA TÉCNICA , seguimos subiendo y a los cien metros ¡SOL! Y ninguna nube. ¡HABÍAMOS SUBIDO POR ENCIMA DE LAS NUBES!.

Veíamos las nubes como algodón debajo nuestro. Fotos de cada uno con su moto y como fondo, allá abajo, las nubes. Ya con mejor ánimo subimos los veinte kilómetros que nos faltaban hasta la cumbre. Camino complicado, muchas piedras de todos los tamaños, arena fina y gruesa, precipicios profundos (ay, ay, ay) y de golpe El Vete en el suelo (como San Martín en la batalla de San Lorenzo y yo como el Sgto Cabral sacándolo de abajo de la moto).

Mientras le preguntaba si estaba bien, él insultaba acordándose de familiares conocidos, desconocidos y a 2900 metros de altura sobre el nivel del mar (de acuerdo a los carteles). El Vete OK, la moto OK , entonces seguimos. La última subida estaba muy empinada y difícil por las piedras sueltas.

Sube El Vete sin problemas, yo lo sigo, pero El Nuevo se queda a la mitad; dejo la moto arriba y bajo a ayudarlo. Lo empujo corriendo, los cincuenta metros de subida que faltaban y al llegar al final me doy cuenta que a los casi 3000 metros de altura el aire no es igual ¡HAY MENOS! Así que desesperado y sacándome todo lo que estaba cerca de la cara, aspiro, aspiro, aspiro hasta que logro normalizar la respiración.

SUSTO DE AQUELLOS. Ya en la cima, a la que llegamos caminando, pudimos observar el Valle de Calamuchita de un lado y del otro la provincia de San Luis. Veíamos como las nubes subían desde San Luis, pasaban encima de nosotros (nublando el cielo) y luego bajaban hacia el lado cordobés (El Vete decía: si no lo ves, no lo crees).

De vuelta y en bajada, se nos complicaba llevar las motos porque no frenaban como suponíamos, aunque para El Nuevo la cosa fue bastante simple: no se enteró de nuestros problemas. Luego del almuerzo en Yacanto y siendo las cuatro de la tarde, volvemos a Santa Rosa de Calamuchita que está a 40 kilómetros , a cargar nafta (¡UY NAFTA!).

Sí, El Nuevo se quedó sin nafta y no podíamos solucionarlo ya que la Jawa de él lleva mezcla y las motos nuestras solo nafta (¿aceite? ¿para qué?). Soga mediante (siempre llevo, uno nunca sabe ¿vió?) lo llevo a tiro (que se suelta , que se desata, que se suelta de nuevo) los 40 kilómetros faltantes. Cargamos nafta y ¿qué le pasa a El Nuevo?

¡SE AHOGÓ EL MOTOR!. Ya en la ruta rumbo a Río Cuarto y haciéndose de noche, nos organizamos: El Nuevo al medio porque no tenía luz adelante y poca atrás; El Vete atrás porque la luz de adelante le alumbraba la rueda delantera (del resbalón anterior) y buena luz trasera; yo adelante porque la luz de adelante alumbraba más y todos despacio porque hacía un fffffrío de c…….

Entrando a Río Cuarto la moto de El Nuevo se paró otra vez ¿sin nafta?. No, arrancó y lo perdimos de vista. Si me preguntan qué pasó, no sé……………Total ya estábamos en casa.

Si tú también amas viajar en moto, puedes comunicarte con el autor en: [email protected]

Todos los viajes dejan en nosotros huellas imborrables, que reviven al transmitir a otros nuestras experiencias.
Y, al hacerlo, podemos ayudar a otros a alcanzar su viaje soñado.
¡Hazlo tú también !!
Envíanos ahora tus experiencias, consejos -o el relato completo- de ese viaje que tanto recuerdas, haciendo clic aquí.