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El pesebre y su historia

Una historia para contar a los chicos mientras armamos el pesebre en casa…

 


Los "nacimientos", pesebres o "belenes" se introdujeron, por la vía de la
tradición franciscana (San Francisco de Asís), el 24 de diciembre de 1223 en
Greccio, a instancias de San Francisco, tres años antes de su muerte. No hubo
intervención de personas, pues se colocó un pesebre con heno fresco, debajo del
altar portátil y junto a él los animales que la tradición fijó.

Los asistentes,
gentes del lugar, concurrieron a la misa con teas y cirios encendidos, y durante
el oficio predicó San Francisco, que había recibido el diaconado. Más tarde en
ese sitio se erigió una iglesia, en la cual un fresco recuerda el hecho.


Con el tiempo se fueron haciendo más espectaculares, con mezclas de lo sacro y
lo profano, lo ritual y lo festivo.


Del siglo XVI todavía se conserva el Belén de Coral en el Monasterio de las
Descalzas Reales de Madrid, todas las figuras están talladas en coral, plata y
bronce, desconociéndose su autor o autores. En el siglo XVIII adquiere su
carácter definitivo y se imbuye de la teatralidad barroca. Fueron célebres el
"Belén del Príncipe", encargado por Carlos III para su futuro hijo Carlos IV,
entre otros.


Como referencias más antiguas que tenemos respecto a los primero belenes que se
realizaron en el mundo, citamos el que fuera realizado por Arnolfo di Cambio
(Florencia 1289). Este arquitecto de la Catedral de Florencia talló figuras en
mármol blanco, parte de las cuales se conservan aún en Santa María la Mayor de
Roma.


Durante los siglos XIV y XV las iglesias italianas se llenan de hermosos belenes
fijos, como los de Andrea della Robia en el Duomo de Valterra. Con el barroco se
impulsó de forma definitiva la realización de belenes. El auge de la escultura y
la incorporación del espacio escénico y los detalles introducen el belén en las
casas señoriales. De estas a la burguesía y de aquí al pueblo, produciéndose un
gran desarrollo en los siglos XVII y XVIII hasta nuestros días.


Ciertamente el gran invento de San Francisco de Asís, el Belén, se ha difundido
por todo el mundo en diversos formatos: desde los vistosos y artísticos Belenes
en los que no falta de nada: paisajes espectaculares, ciudades, campos y
poblados llenos de vida, escenas diversas en torno al Nacimiento de Jesús,
aplicaciones tecnológicas en el movimiento del agua del río, de molinos, de
norias, de aserraderos, de figuras y en la iluminación; desde ahí, hasta la
realización más sencilla, que se reduce al "Nacimiento": una construcción de
madera o corcho en forma de portal o de cueva, en la que figuran tan sólo la
Virgen, san José, el Niño, la mula y el buey, y que a menudo forma parte de la
ambientación del Árbol.

En
Cataluña los pesebres gozan de un enorme predicamento. En torno a su
construcción hay todo un movimiento de gran envergadura.

Se inicia éste en el
aspecto comercial en la Feria de Santa Lucía, que es un mercado permanente de
todos los elementos que se necesitan para la construcción del pesebre: figuras,
casas, puentes, pozos, pajares, musgo, corcho, luces, fondos de cielo, adornos
vegetales, tierra.

Se iniciaba el día de santa Lucía, y duraba hasta la misma
vigilia de Navidad. El más antiguo parece ser el que se formaba ante la catedral
de Barcelona. Hoy se encuentran ya en muchísimas poblaciones y barrios estos
mercadillos de artículos para la construcción del pesebre.

La
gran tradición y afición pesebrista, que se aglutina en asociaciones de gran
raigambre, son las que suelen construir estos pesebres que alcanzan unos
extraordinarios niveles de perfección y belleza: paisajes que reproducen esos
lugares geográficos que atraen el turismo por su encanto o por su rareza; ríos
en los que corre el agua; norias que elevan el agua del río, casas y poblados de
un verismo perfecto; y unas figuras trabajadas con la inspiración propia de
auténticos escultores. Son realizaciones que dan mucho color a la Navidad, y que
atraen multitud de visitantes.


La palabra

La
palabra pesebre denomina exactamente esa especie de cajón generalmente
de madera en que se les echa la comida a los animales
.

En uno de esos
cajones es donde puso la Virgen a su hijo recién nacido, porque al no tener
sitio en la posada, tuvieron que guarecerse ella y san José en una cueva de la
montaña, de esas que aprovechan los pastores como cobijo para ellos y sus
rebaños.

"Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le
acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón"

(Lucas 2, 7). Esto dice el Evangelio. La palabra latina es praesepe,
praesepis
. Su significado básico es, evidentemente, cercado o lugar
cerrado en que se recoge el ganado, establo, cuadra, etc
.


El texto evangélico

De
todos modos, el texto bíblico está en la dualidad del significado: tanto vale
para denominar el lugar (por no haber sitio para ellos en el mesón,
tuvieron que cobijarse en un pesebre), como para denominar la cama en que
la Virgen acostó a su hijo recién nacido. Y en esa dualidad se sigue
manteniendo el término.

La primera referencia a la cuna en que fue acostado
Jesús al nacer, es de San Jerónimo. En un sermón que predicó en Belén, allá por
los alrededores del año 400, la describe como un recipiente alargado de barro,
sostenido por unas maderas en forma de caballete.

Hay que conceder una alta
credibilidad a esta información, puesto que san Jerónimo, el traductor de la
Biblia al latín (su traducción es conocida como la Vulgata) era riguroso
investigador in situ tanto de las palabras como de las cosas, que en tan
poco tiempo no pudieron cambiar sustancialmente.

El milagro

Si
bien no hay información oficial sobre este dato, encontramos lo siguiente:

En
derredor de un pesebre, con la figura del Niño Jesús, moldeado por las manos de
San Francisco, se cantaron alabanzas al Misterio del Nacimiento; en el momento
más solemne de la misa, aquella figura inmóvil adquirió vida, sonrió y
extendió sus brazos hacia el Santo de Asís.

Dato curioso

En
algunas partes de España, se pone en el pesebre "el caganer" ,un pastor
en cuclillas, con su cola al aire, que está haciendo sus necesidades. La gracia
de esta figura es que se sabe que no falta en ningún pesebre, pero que se debe
encontrar , ya que no está a la vista, pues cual corresponde a su situación, se
oculta lo más discretamente posible.