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El Tour de los Recuerdos

Los voy a hacer recordar un montón de cosas que pueden haber vivido los que habitaron la Capital Federal y Gran Buenos Aires, allá lejos y hace tiempo. Los invito, entonces, a efectuar un “tour” por los recuerdos. ¿Me acompañan? …..

¡ Hola gente ! Aquí les envío este escrito, Surgió de un tiempo disponible. Pienso regalárselo a mis hijos para Nochebuena. Les anticipo que es largo. Pero no tiene desperdicio. 

1940 / 2003

SIMPLES RECUERDOS DE MI VIDA

Hoy es un día cualquiera del 2003. Vi un excelente trabajo hecho por José María Vidal y quise aprovechar su experiencia para contar un poco de mi vida. Las cosas que me fueron pasando y que  recuerdo.

Siempre quise dejar escrito lo que me pasó en los sesenta y pico de años que llevo recorridos. Lo bueno, lo no tan bueno y casi nada de malo.

Relatar los años de mi infancia, niñez, adolescencia, juventud, adultez (joven y madura). Tal vez la nostalgia me haya invadido en estos momentos. Quiero sentirme útil, necesito sentirme útil, deseo sentirme útil. Pero haciendo algo que a mí me satisfaga. Que me llene de satisfacción el haberlo ejecutado.

Sé que esto no ha de ser corto. Para nada. No tengo el poder de síntesis. En realidad ni siquiera pretendo sintetizar nada. ¿Cómo se puede  sintetizar  la vida de una persona?.

            ¿Para quién va dedicado?  En particular para nadie. Podría decir para mis hijos tal vez, o para mis nietos a lo mejor, pero ¿ les interesará a ellos leer estas historias de vida ?

Creo que ahora no. Ni siquiera pretendo aburrirlos con esto. Pero puede que algún día cuando uno ya no esté, se interesen en saber “algo” más. No todo va  a estar plasmado acá, pero sí casi todo.

Tal vez me nace esta inquietud, ante el desconocimiento casi total que tuvimos los de nuestra generación, de conocer la vida de nuestros padres.  Por su reticencia, no por su falta de historias pero si por su nata reserva, porque eran de “otra generación”, el hecho es que sé muy poco de mis padres y casi nada de mis abuelos.

Todo eso me motivó siempre en andar buceando en la historia y mucho más en busca de  historias familiares. Y no pude avanzar casi nada. Entonces me dije: “¿porqué no brindarle una ayuda a mis hijos para que así puedan tener algo de su padre que decirle a sus hijos?”

Las historias familiares son siempre atrapantes y como a mí me agrada escribir y cuento con esta maravilla que es la computadora, pues…. adelante entonces, dejando aclarado que la narrativa estará alternando la primera con la segunda persona, como si hablara conmigo al tiempo que con los que me leen.

Quizás me mueva al relato un par de cuestiones. La primera es las veces en que no nos hemos puesto de acuerdo en la consideración de algunas situaciones que han cambiado mucho. La segunda es mi permanente sorpresa al ver –hoy en día- un paisaje urbano tan pero tan diferente al que me tocó vivir a mi. Les aseguro que el paisaje de mi niñez era muy otro, ni mejor ni peor,  pero bien distinto al  de ahora.

I

Nací hacia fines de 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, aunque Argentina por suerte era neutral. Fue  un 18 de noviembre en un humilde lugar que mis padres tenían de “prestado” en la calle Lavalle 3927 (que hasta hoy exteriormente aún se conserva igual).  Mi papá se llamaba Pedro León (N. 28/06/1905 – + 14/07/1973), mi mamá Matilde Poggi (N. 13/07/1905 – + 08/07/1990) y mi única hermana Delia Lucía (alias Coca o Lucy) nació el 17 de agosto de 1932.  Mi viejo trabajaba como mecánico de mantenimiento en una fábrica textil llamada “Herbin Freres” en Lavalle 4050 y que ocupaba prácticamente toda la manzana comprendida entre Lavalle, Fco. Acuña de Figueroa, Rocamora y Gascón. El “corazón” de la manzana era todo fabril y varias casas antiguas, también de propiedad de la empresa. ¡Con decir que tenían portones de salida por todas las calles!  Y hasta un club social propio para sus empleados, en Gascón al 900. Así de chiquita era.

Nací, como dije, en ese lugar, porque mis papás eran los caseros o cuidadores. Yo no lo conocí, pero de relatos, fotos  y dibujos siempre me pareció familiar el lugar. La ventana derecha que da al frente, era el dormitorio de mis papás,  de mi hermana y mío y tenían una pequeña cocina. Al fondo, un gran galpón, servía de lugar de trabajo de muchos telares que funcionaban ¡las 24 horas!. Desde los lunes a las 06.00 hasta las 18.00 del sábado. Mi viejo trabajaba en la otra cuadra y mi mamá atendía las llamadas de la puerta cuando entraban y salían los operarios. Los fines de semana contaban mis padres que yo lloraba mucho, hasta que se dieron cuenta que había nacido y crecido con el ruido de las máquinas funcionando. Los sábados y domingos, ponían la radio para que me pudiese dormir.             

           
Los recuerdos que les voy a contar son básicamente desde mediados de los 40, una época que hoy parece acaecida trescientos años atrás, tanto han cambiado las cosas en apenas 60 años. Debo empezar diciendo que todo el contexto de la vida cotidiana de mi infancia y niñez era casi absolutamente distinto al que es hoy y en cualquier plano que se lo mire, ya van a ver. Empiezo entonces tal como me salga, voy a chequear mi memoria.

II

Cuando mi mamá estaba embarazada de mí y como toda  pareja que ya  tiene una nena, soñaba con que podía ser un varón (¿ecografía?, ni la palabra existía), se puso a pensar qué nombre le pondría. Trataban de no elegir  ninguno  familiar (abuelos, tíos) y en sus mandados se fijó en el frente del colegio politécnico que en ese entonces estaba sobre la calle Medrano casi esquina Lavalle; su nombre: Norberto Piñero, donde hoy funciona la Universidad Tecnológica Nacional. Al politécnico lo mudaron hacia el fin de esa  década a J. Salguero 940 donde hoy continúa.

Gracias a eso entonces, es que llevo un nombre que desde que tengo uso de razón,  siempre me agradó. Aquí pasaron los primeros años de mi vida (según las fotos) y también mis primeros golpes (cicatriz de clavo al costado del ojo derecho) y otros golpes, como tirarme encima una heladera a hielo (quedé dentro del hueco de abajo) por querer comer más tomates.

III

Al tiempo la familia se mudó temporariamente a San Fernando (Junín 852) porque la fábrica había vendido ese lugar donde vivíamos y nos tuvimos que ir. Ahí vivía mi  tía Amelia (mi madrina)  la hermana más chica de mi mamá, que era la penúltima de una serie de 8. Ellas dos eran las únicas argentinas. Los demás, todos italianos,  se llamaron Florentina; María; Luisa;  José (fallecido en 1929 a los 33 años) ; Isabel y Ernesta. Eran hijos de Severino Poggi y Rosa Quaglini.

IV

No se fijar la fecha, pero tiempo después nos mudamos nuevamente y fuimos al barrio de Villa Urquiza, en Capital Federal. Alquilaron una habitación, la sala, en una casa de inquilinato. La habitación, al frente pero sin ventana a la calle pero si una puerta de doble hoja que nunca usábamos, era más o menos de unos 6.00 x 4.00 mts. y tenía un zótano. Estaba dividida por el medio con un cortinado azul.  De este lugar tengo algunos recuerdos vagos, pero propios. No me fueron contados. De la caída de la máquina de coser, y golpe en la cabeza, con intervención del hospital con sutura . Yo debía tener unos 5 años cuando fuimos a vivir ahí. Me acuerdo de las elecciones de Perón en marzo de 1946.

Mi papá hablaba mucho con un hombre que vivía con su esposa e hija Beatriz. Moncho era su sobrenombre y era comunista. Había comprado 10 terrenos en Chilavert y de ahí salió mi papá comprando uno en Mármol 702 esq. Bmé. Mitre 1698. Era todo descampado. Viajábamos en tren y de la estación caminábamos 10 cuadras para ir al terreno.

La casa donde vivíamos tenía dos patios con un comedor que sobresalía entre ellos. Al fondo,  “el fondo”,  que así se llamaba al baño y un lugar donde bañarse. El baño era de uso común. También en el último patio, estaba el piletón de lavar la ropa. Ahí vivimos hasta julio de 1947.-

V

Para esa fecha  nos mudamos a Rocamora 4121.  Era otra casa de la fábrica que nuevamente le prestaban a mi papá. De esta casa, cuadra, barrio y demás es de quien tengo los más vívidos momentos atesorados en mi memoria. Viví mi infancia primaria, mi adolescencia y mi juventud hasta que hacia 1962 ( 15 años más tarde) nos fuimos para Chilavert  pues ya mi papá no trabajaba más en la fábrica y deseaban vender la propiedad. La empresa iba de mal en peor y años después cerró.

Cuando fuimos ahí, el viejo sólo, tendría unos 42 años, se puso a reparar la casa para hacerla habitable, pues estaba desocupada, y con el techo de chapa con varias picadas, y cuando se tapaban las canaletas, llovía para adentro.

Esta casa antigua también, de las que hoy denominamos “tipo chorizo”, tenía su puerta de ingreso a la derecha;  una cocina al frente (sin ventanas a la calle) tres habitaciones que daban al primer patio, que estaba cubierto por dos parrales de uva chinche. Luego sobresalía el comedor inmenso que separaba al patio de atrás, que tenía dos habitaciones más, otra cocina, un cuarto para bañarse y el  baño, con sólo un inodoro. Por supuesto también, el infaltable “piletón” en el fondo.

Con el tiempo ya siendo grande, me enteré que mis viejos habían tenido en propiedad una casita en la calle Echeverría 4420 casi esquina Mariano Acha. Fue anterior a mi nacimiento. Al ofrecerles en Lavalle la posibilidad de cuidar e ir a vivir gratis, no lo dudaron y alquilaron la casita y así tenían un ingreso más, pues en casa –como en la mayoría de los hogares- sólo trabajaba mi papá. Mi mamá hacía costura, ya que de joven había estudiado de modista.

Al producirse la “revolución” del 4 de junio de 1944, el gobierno de neto corte “populista” decidió rebajar los alquileres y congelarlos, pero por contrapartida aumentó los impuestos. Así favorecía a los que menos tenían y contribuían los que más disponían. Así agarraron a mis viejos en el medio,  por ser propietarios.

            La medida del congelamiento de los alquileres se completó posteriormente con la imposibilidad del desalojo del ocupante. Razón por la cual una vez vencido el contrato del alquiler, mis viejos nunca pudieron volver a vivir en su casa. Otra medida de corte popular fue que si se quería vender (por cierto ocupada lo que hacía bajar su precio) debía ofrecérsele primero al inquilino. Y SE LA VENDIERON AL INQUILINO.-  (Lo que nunca pude comprender es cómo, habiendo sido perjudicado con estas medidas, mi papá, viejo radical, se hizo peronista.)

VI

Juro que durante la década del 40 y50 jamás escuché las siguientes palabras: diu – marketing – preescolar – guardería – 7ºgrado – merchandising – alzheimer – anorexia – diet – light – aerobismo – turbo – climatizado – halógeno – poliuretano – multiprocesadora – clonación – alunizaje – pasteurizado – transgénico – genoma – postmoderno – tercera edad – tupper ware – wash and wear – transa – trucho – trolo – fifar – quartz – rayo laser – teflón – Care Free – lavilisto – guerrilla urbana – catering – globalización – geriátrico – grill – pack – tetra brik – poliamida – windsurf – AFJP -parapente – new age – fax – osteoporosis – Banelco – deuda externa. 

           
Los autos eran muy distintos a los de ahora, por empezar estaban todos pintados de negro y las marcas eran algunas conocidas y otras no Ford; Chevrolet, Buick, Chrysler, De Soto, Studebaker, Playmouth, Vauxhall, Morris. Cuando salió el Kaiser Carabela fue el oh! de todo el mundo.

No había semáforos y para doblar se sacaba la mano por la ventanilla.  Muy pocos tenían auto y hasta escaseaban los taxis, que iban y venían por las avenidas. Como sería que sólo en situaciones muy excepcionales se tomaba uno. Si hasta para ir a los casamientos, todos cambiados y con el regalo bajo el brazo  ¡SE IBA EN TRANVÍA !  Por supuesto que no se gastaba en taxi. No había problemas de estacionamiento en ningún lado; las calles y las avenidas eran todas mano y contramano, y la mayoría de adoquinado.

Las mujeres no manejaban, y casi ninguna fumaba. Al no haber semáforos, en las principales esquinas estaba la garita del vigilante desde donde el cana dirigía el tránsito con unas mangas blancas en el antebrazo y tocando el silbato y en el verano le agregaban a la gorra una túnica blanca que cubría la nuca “del intenso calor”.

VII

           
Había muchos carros tirados a caballo, por todos lados, era tan usual como ver hoy un auto y la mayoría de los vendedores lo usaban. Es obvio imaginar el olor habitual de las calles a causa de la bosta de los caballos pisada por carros y autos, un aroma al que uno estaba bien acostumbrado y no ofendía al olfato.

            Por las calles y de mañana pasaba el carro del lechero, el sifonero, el papero, la panificadora,  el verdulero, el escobero, el basurero, el que vendía artículos  de mimbre, etc.

            Sobre el basurero, me detendré haciendo un comentario. La basura en algunos lugares como no había recolectores, se tiraban dentro de un pozo y se iba quemando (se hacía en el Gran Bs. As.). Cada tanto ese pozo se tapaba con la tierra que producía hacer otro pozo ya que el anterior se había llenado.

            Sin embargo en la Capital, estaba el recolector. Pero hasta pasado muchísimos años no se usaron las bolsitas de residuos. La basura se sacaba a la calle como hoy, pero en un tacho que bien podía ser de las latas de aceite de 20 lts, o algo similar en ese tamaño. El carro tirado por dos caballos avanzaba casi a la par del cordón (recordar que no había autos) y respondían a la voz del “basurero” el que iba con un fuentón muy grande apoyado sobre su cabeza, que bajaba frente a cada tacho, arrojaba el contenido de éste dentro del grande y volvía a ponerlo sobre su cabeza hasta la otra casa.

              Cuando se le iba llenando (y por supuesto, se ponía pesado) se acercaba a la baranda del carro y lo volcaba en su interior. Luego daba su grito para que avanzaran un trecho más los caballos a los que detenía más adelante y seguía con su rutina, alejándose lentamente hasta el día siguiente.

            Era una romería de carros y relinchos. Debido a que poca gente tenía heladera había uno que vendía hielo en barra: el hielero (yelero que se le decía), también con carro y caballo por supuesto; cortaba el bloque con un golpe de serrucho y lo cargaba al hombro con una bolsa de arpillera. Otro personaje típico era el afilador de cuchillos y tijeras, un hombre  que pasaba en bicicleta  y tocando la flauta (aún hoy se conserva). Había uno que era francamente detestable: el carro jaulón de la perrera.

VIII

Cuando se aproximaba la fecha de las fiestas, como a mediadios de diciembre, aparecía el que se le daba en llamar “el pavero”. Era uno o dos  hombres que avanzaban por la calle precedidos por una candidad  importante de pavos (15/20) y cada uno de ellos llevaba un alambre que terminaba en forma de gancho. Como en algunas casas se estilaba hacer pavo para las fiestas, salía la persona a la calle y le pedía a uno de los hombres uno que señalaba con el dedo. Con suma habilidad, se entremezclaba entre ellos y con el gancho lo tomaba de una de las patas y se lo entregaba al interesado. El precio no era por kilo, sino por unidad.

                                                      IX

            Muy poca gente tenía teléfono particular, a gatas si uno por cuadra y entonces se lo prestaban a los vecinos, y también recibían llamadas para ellos (nosotros en la carnicería de José). No había teléfonos públicos y mucho menos locutorios, para hablar había que ir a la empresa telefónica donde la comunicación la hacía la operadora conectando cables de dos colores en unos enchufes. No se pagaba por pulsos sino por llamada y existían muchos aparatos que se accionaban a manija y por operadora. Con el tiempo aparecieron los primeros públicos, que eran cajas metálicas grandes, rectangulares, negras,  que funcionaban con momendas de 20 centavos. . Los teléfonos eran todos de color negro

            . Esto que cuento de los teléfonos tenía una implicancia que es ahora casi impensable: la gente se visitaba sin previo aviso, directamente caía en la casa de uno y golpeaba la puerta. Las estaciones del FFCC se manejaban con telégrafo mediante código Morse.

X

          Los medios de transporte público eran tres:

 el colectivo –modelos muy antiguos, marcas Chevrolet (muy bajitos, con sólo 11 asientos), Ford,  y años más tarde el Leyland,  Mercedes Benz o Bedford,

el tranvía, del cual había infinidad de líneas que barrían toda la Capital y suburbios; el estrepitoso ruido que metían era muy típico y hacía a la música urbana de esos años y

el trolebus, que era un colectivo enorme con dos fierros arriba conectados a la línea eléctrica. Este fue el último en incorporarse y el primero en desaparecer. Con una ventaja muy importante sobre los dos (no contaminaba, tenía una pequeña autonomía  pues era eléctrico y en caso de ser necesario sin desconectarse de la línea podía pasar a 3 metros a la izquierda o derecha del centro de la calzada) sin embargo pese a transportar muchas personas sus recorridos iba por calles no asfaltadas en su mayoría, lo que hizo que al poco tiempo estuvieran medios desajustados.

               Conducía el tranvía o tranguay (del inglés tranway)  el "motorman", y el "guarda" te cortaba los boletos. Los asientos eran  primero de cuero amarronado con resortes y luego de madera y en invierno se colaba el frío en esas carrindangas que daba calambre.

              Cuando hacía calor se abrían las ventanillas. En los más viejos, de arriba para abajo y quedaban al ras y uno podía apoyar el brazo y hasta asomarse. En los más nuevos, de abajo hacia arriba.

            Los primeros modelos conocidos, tenían dos “plataformas”,  delantera y trasera.  Los laterales no tenían puertas sino “puertitas tipo tijerade metal” Tanto el motorman como el guarda en invierno, se “cagaban” de frío. Donde iban los pasajeros, tenían puertas corredizas que se abrían para ambos lados tanto adelante como atrás. Con los modelos nuevos, los últimos en circular, el coche era enterizo, con puertas que cerraban casi herméticamente, pero en forma manual mediante una palanca, en ambos lados y adelante y atrás.

            Los últimos tenían cuatro ruedas metálicas que iban por la vía, casi parecidas al tren, en dos ejes uno delantero y otro trasero. En cambio en los antiguos, tenían dos “bogies” que cada uno tenía cuatro ruedas, ya que eran más largos. Esos tranvías, entonces, tenían ocho ruedas. 

XI

            Por supuesto que también estaba el tren, eléctricos para algunas zonas (para José León Suárez. Delta, Tigre p. ejplo) y otros con locomotoras a carbón (oh! la máquina a vapor…), recién empezaban a llegar las Diesel. Viajar al interior, si, eran  todas a vapor. Imaginar el tren iba unido al humo de la locomotora y el silbido de la máquina. Chucu chucu chucu chucu chucu chucu…

             El tren del Urquiza, que sale de la estación Federico Lacroze, antes de modernizarse  estaba atendido por unos antiguos tranvías eléctricos  de la ciudad de Nueva York que tenían 22 filas de 2 asientos cada uno lo que hacía que 44 personas pudieran viajar sentadas.  Tenían el troley arriba y unidos unos cuantos, servían de tren. Mamá lo llegó a utilizar cuando iba como maestra a Tropezón (Escuela 46), a contar del año 1960.

            Hacia los años 50 la estación terminal no era la que está ahora. Los tranvías/trenes terminaban cruzando Federico Lacroze (por lo que a la altura de Corrientes tenía barreras), y tenían la terminal en lo que hoy hay muchos comercios y sirve de andén a los coletivos 111, 78, etc. entre las calles Lacroze, Guzmán, Otero y Corrientes.

XII

En la década del 50 el planeta estaba habitado por 2 mil millones de personas; hoy somos 6 mil los millones. Argentina tenía unos 18 millones y hoy casi somos 40. El año 2000 quedaba como el 3000… allá lejos y hace tiempo, en la estratósfera, era para las novelas de ciencia  ficción. El edificio más alto del mundo era el indiscutido Empire State Building con sus orgullosos 381 mts. de altura. Eso sí, nosotros teníamos el Kavanagh orgullo de la construcción argentina.

XIII

Esta otra tanda de palabras tampoco figuraba en el diccionario de la vida cotidiana: Dolina – Arafat – Pinti – ortodoncia – prestobarba -frecuencia modulada -membrana asfáltica – kiwi – dolby – sida – unisex – realidad virtual – sensación térmica –  capa de ozono – chip – multimedia – lipoaspiración – plastificado – compact disc – biodegradable – Chapulín Colorado – contestador automático – www – bytes – digital – delivery – management – soporte magnético – trabex – e mail – by pass – parking – caloventor – default – lluvia ácida -Carrefour – catering – tenedor libre – made in Taiwan – Dow Jones – CEE – Mercosur – Maradona – spa – prestobarba – DVD – fecundación asistida – masterizado – papanicolau – mamografía – Brasilia – sachet – hipoacúsico – discapacitado – Serrat – inalámbrico – pet – fun. 

XIV

En la Capital Federal el servicio de aguas corrientes nos permitía tenerlo directamente desde las canillas (como hoy). Sin embargo en el gran Buenos Aires, muchas localidades tenían agua extraída por bombas manuales o los más pudientes, con  motobombeador.

Había muy pocos edificios altos, por lo menos en los barrios. Todavía quedaban lugares abiertos, a los que llamábamos “baldíos o potreros” y en el tiempo de mis viejos le decían “hueco” y si no estaban tapiados, jugábamos a la pelota. Los inviernos eran muy crudos . Debido a las pocas casas y predominio de baldíos no había el microclima que hay ahora, entonces las heladas congelaban todo y pintaban de blanco el paisaje matinal. . Eso en la ciudad ya no se ve más. A los chicos nos ponían guantes de lana, bufanda y pasamontaña  ¡Ay los sabañones en los dedos y las orejas! . Pero eso sí, obligatoriamente los chicos teníamos que vestir con pantalón corto los varones y polleritas, las nenas. Usábamos medias zoquetes y a veces largas.

XV

El documento de identidad de los hombres se llamaba "Libreta de Enrolamiento" (al que aún  hoy conservo y no lo pienso cambiar hasta que no me resulte obligatorio) y el de las mujeres  "Libreta Cívica". Ir a la colimba era "ir a servir a la Patria" o a "hacerse hombre": si te tocaba Marina como a mí,  tardabas dos años en hacerte hombre

             Argentina todavía no era una colonia yanqui y el concepto de Patria se llevaba muy adentro. En el 47 autorizaron a votar a las mujeres y lo hicieron por primera vez en 1951. Fue una iniciativa y lucha que llevó adelante Eva Perón, la esposa del Presidente Perón. Evita, para los millones que la amaban, “la Eva” para los otros tantos que la odiaban.

XVI

Ahora voy a algo que me resulta tan gracioso y sorprendente como necesario para agregar al presente cuadro una de sus pinceladas fundamentales: en la década del 50 recién se empezaba a usar el plástico, casi no había cosas de ese material.

           
Uno de ustedes se puede preguntar tranquilamente cómo es un mundo sin plástico y estoy seguro le va a costar hacerse a la idea ya que hoy casi todo es de alguna variante de ese material. ¿Y de qué eran los objetos antes del plástico? Pues es muy simple, casi tonto: de vidrio, papel, cartón, hule, chapa, zinc, lata, madera, calabaza, mimbre, caña, cobre, alpaca, tela, lona, lino, lana, hilo, algodón, cuero, amianto, loza, cerámica, plata, antimonio, corcho, niquel, goma, yeso, arcilla, cebo, baquelita, aluminio, acero, bronce, ladrillo, piedra, barro y adobe, cemento y fibrocemento, pero no de plástico.Hoy día basta contar las cosas de plástico que hay arriba de la mesa a la hora de almorzar para darse uno cuenta que una mesa de hoy es muy distinta a las de antes.

Todos los envases de bebidas eran de vidrio y retornables, y dicho sea de paso no existía la Coca Cola ni de litro, todas la gaseosas venían en botella chiquita y no era usual verlas en la mesa cotidiana. Los chicos tomábamos un concentrado (jarabe) para diluir llamado Granadina y otro de bebida cola, la Refrescola. En los bares además de Coca vendían Pomona, Indian Tonic Cunnington,  Bidú Cola y naranjín. La Pepsi llegó muchos años más tarde. El vino era común de mesa y el reserva para ocasiones especiales, ni qué decir del fino. Las marcas eran media docena, que ya no vienen: Tomba, Tupungato, Gargantini, Toro, Pángaro y algún otro. El mantel de la mesa era de hule y los domingos o feriados  de hilo, sin dudas que bordado a mano.

XVII

 La vestimenta del hombre era muy otra, por empezar era más elegante y en ocasiones se usaban gemelos para las mangas de camisa  moñito en vez de corbata,  chaleco, sombrero, trabacorbata, ligas para las medias (claro! porque no eran de nylon, entonces no ajustaban y se caían, había que sostenerlas con algo), traje, tiradores en vez de cinturón o con el cinturón, pañuelito pintón en el bolsillo de arriba del saco, anillos grandes y guantes. La terminación era con peinado raya al medio para algunos o peinarse para atrás (señal de ser grande) y Glostora o gomina Brancato… una afeitada con brocha y Gillette o navaja, un poquito de colonia y a romper la noche muchachos!

XVIII

La mayoría de las cosas que uno hoy compra envasadas se vendían sueltas y además por precio, no por peso. Ejemplo: ir al almacenero y traer 10 ctvs. de azúcar, otros 10 de fideos y 5 de manteca, garbanzos, porotos o lo que sea Los caramelos se pagaban con las monedas de cobre de 1 ó 2 centavos. De ahí viene el dicho “más chato que cinco de queso” No había super ni hipermercados, a gatas si mercados chiquitos con varios puestos que vendían de todo y ferias francas que se instalaban en algunas calles, dos o tres veces por semana. Para las compras diarias estaba el almacén del barrio, la verdulería, vinerías, forrajerías, zapaterías, etc.

Muchos de esos rubros hoy ya no existen más. El vino se estilaba comprarlo suelto llevando la damajuana o las botellas de litro; el aceite también se compraba suelto. Las gallinas se vendían vivas o se sacaban del gallinero que cada quien tenía y había que cortarles el gañote y desplumarlas con agua hirviendo. No había fábricas de pastas frescas.

La leche no venía en sachet y se compraba suelta por litro. Pasaba el lecho con la “jardinera” carruaje tirado por un caballo y con un solo eje y dos ruedas. Paralelo a los costados del lado interno, enfrentados tenía dos maderas con agujeros donde iban encajados los tarros grandes con leche, que pasaba a uno más pequeño también de hojalata,  y luego al “medidor” que tenía  un litro. Se iba a buscar a la calle con la “lechera” u olla.  También venía en botellas de vidrio marcas La Martona y La Vascongada. No había "larga duración" ni ninguna de las marcas actuales. Los menores tomábamos leche con Toddy, (el de Tazán)  cacao o cascarilla.

 No me tocó a mi verlo en la Capital Federal que según cuentan, existió, pero en la provincia, precisamente en el Gran Bs.As. el lechero iba con una vaca por la calle y paraba cuando la gente quería comprar leche. Ahí nomás se ponía a ordeñar y llenaba la lechera de un litro de espumoso y caliente líquido blanco. Eso sí,  lo presenciaba hacia l948 más o menos, en Chilavert.

XIX

Después que terminó la guerra (1945) muchos inmigrantes arribaron a nuestro país. Italianos (tanos),  españoles (gallegos),  rusos (polacos y/o judíos), turcos (árabes) y daba gracia escuchar hablar la media lengua que mezclaban con la de su origen 

            
 Los almaceneros, dueños de restaurantes y mozos eran casi todos gallegos, los albañiles y carpinteros italianos, los tintoreros japoneses, los vendedores ambulantes de ropa, peines y peinetas,  turcos y los lecheros, vascos. Eso era casi invariable.

XX

Había pocas instituciones bancarias, muy tradicionales, sucursales del Provincia y el Nación, también el Hipotecario y la Caja Nacional de Ahorro Postal. La forma de ahorrar de los chicos, era tener la libreta y con las moneditas que juntábamos, comprábamos en la escuela estampillas por el mismo valor, que se pegaban en la susodicha libreta. Así ibas juntado plata. Los conceptos de inflación, indexación, devaluación, corrupción, terrorismo, etc. no existían; tampoco existían las tarjetas de crédito ni los plazos fijos. Había muy pocas  personas que  usaban el cheque, el pagaré y la cuenta corriente; pero era muy común para todos “dar  la palabra” y sellar el trato con un fuerte apretón de manos. Eso todos lo cumplían. Nadie compraba dólares

 Los comerciosminoristas como la panadería, el almacén, la carnicería y nosotros hasta la farmacia, se estilaba vender “con libreta”. Se iba anotando diariamente las compras que se hacían. A fin de mes o quincenalmente (según cobraba la gente) le liquidaba lo que se debía. Y TODOS PAGABAN.  Algo así como si fuera la tarjeta de crédito del barrio.

Al no haber inflación las cosas costaban siempre lo mismo por años y años. Los impuestos se pagaban anual y luego semestralmente y no bimestral o mensual  como ahora. Los elementos de aseo eran mucho más restringidos que los de ahora, no había sido inventado el champú ni la crema de enjuague. Mi mamá y mi hermana juntaban agua de lluvia para lavarse el cabello con algún jabón fino Palmolive. Eso lo hacían todas las personas.  No  había desodorantes axilares. Al bañarse o lavarse, se ponían colonia y talco. Los primeros desodorantes fueron de barra, en envase de vidrio con tapa  de lata y a rosca, marca Polyana.

            El depósito del inodoro era a cadena, no a botón, con la pesada mochila de hierro expuesta allá arriba, Marce y Gaby llegaron a conocer el que estaba en Balboa.  El servicio de la luz se pagaba en el domicilio; pasaba un cobrador, leía el medidor y cobraba según el consumo registrado. No llevaban custodia ni iban armados y eran siempre los mismos tal como era siempre el mismo el cartero, durante años y años.  Caso particular del cartero Reynafé que aún hoy (2003) después de 30 años continúa repartiendo correspondencia por las calles de la Isla de la Paternal.

La luz blanca no existía, había sólo de la amarillenta, en casas, calles( en las esquinas y a mitad de calle) y autos. Todos los vecinos se conocían y se visitaban. Salían a la calle “a tomar fresco” por las tardecitas. Uno le llevaba ciruelas al otro y ese retrucaba con uvas de su parral, empanadas o alguna que otra cosa. Se vivía a un ritmo más tranquilo que el de ahora; es un dato ostensible que al mismo tiempo que fue aumentando la velocidad de los autos, aumentó la velocidad de la gente (o mejor a la inversa). Qué era el "stress"…? -Ni idea.

XXI

En la década del 50 no había internet – countries – lentes de contacto – torturadores – lavaderos automáticos – ninjas – tampones – moratorias – desaparecidos – trasplantes de órganos – drugstores – locutorios – freezers – misiles – cajeros automáticos – tarjetas de crédito – reality shows – celulitis – psicólogos – neumáticos radiales – shoppings – aliscafos – cybercafés – alimentos balanceados – coches bomba – tractorazos – piqueteros – hackers – autopistas – secuestros – comercio de órganos – Brigadas Rojas – Prode – Loto – Quini 6.

XXII

Los colchones y las almohadas eran de lana, pluma o algodón, no existían la gomaespuma ni el polyester. Había un oficio que era el de cardador. El hombre venía a casa, descosía el colchón, lo cardaba o sea despelmazaba la lana, y lo volvía a armar; se lo llamaba anualmente en primavera. Este oficio  en la ciudad prácticamente desapareció. En relación a este tema teníamos dos animalitos bien jodidos : la chinche y la pulga; fueron desplazados por los piojos y las liendres. Siempre es así, se vence una peste y aparece otra que la reemplaza ocupando su lugar.

XXIII

Casi no existía la electrónica, no existía entonces y no había televisión ni equipos de audio, grabadores, pasacasetes, videocaseteras, walkmans, guitarras eléctricas, microondas, acondicionadores de aire, celulares ni computadoras. ¡¡Sí pibes!!  y aunque no me lo crean: cuando yo era chico –y ojo que no tengo 180 años- no había TV ni PC, a gatas si radio eléctrica y a válvulas(las primeras muy grandes y después se modernizaron), las de transistores vinieron después .

 Hacia fines de la década del 50 y comienzo de la 60,  una radio fue la  primera y muy popular: la Spica (japonesa). Recién el tocadisco había desplazado a la vitrola y los aparecieron los “combinados” que era un enorme cajón de madera con radio y tocadiscos (discos de pasta 78 rpm, por supuesto). Después tuvieron cambiador de velocidad con una manijita y por último vinieron los cambiadores automáticos. La sigla PC quería decir Partido Comunista.

Nos enterábamos de las noticias por el diario y la radio. Yo seguía la serie de Tarzán que iba por Splendid todos los días de 17 a 17,15 hs. y mi mamá  escuchaba las radionovelas con Oscar Casco y otras voces engoladas célebres por aquellos años. También había radioteatro, óperas y zarzuelas. Había programas radiales muy populares de lunes a viernes que duraban tan sólo 30 minutos. Iban por Radio El Mundo: 19.30 Blanquita y Héctor; 20.00 El Glostora Tango Club y 20.30 Los Pérez García.

 Los sábados por la noche LS4 “Radio Porteña” y LR6 “Radio del Pueblo” trasmitían en vivo directamente desde los teatros, las obras que daban.  El domingo al mediodía todo el mundo escuchaba "La Revista Dislocada" con Delfor a la cabeza; por la tarde los hombres se prendían con el partido. Cuando había golpe de estado  Radio Colonia en el 550 del dial con la inconfundible voz de Ariel Delgado ("haaay mááás informacioooones para este boletííín!!!") daba las informaciones “menos oficialistas”.

XXIV

           
La TV apareció cuando yo tenía  10 años. Fue en octubre de 1951, en blanco y negro y con un solo canal -el 7- que transmitía dos o tres horas por día; los locutores eran el negro Brizuela Mendez y Pinky. Pronto llegaron Pepitito Marrone (cheeee!!!), el Capitán Piluso y Coquito, Balá, el padre Gardella y las series La Patrulla del Camino con Broderick Crawford, 77 Sunset Streep, Perry Mason, Bonanza y El Zorro. También La Familia Falcón con Pedrito Quartucci. Muy poca gente tenía televisor, eran carísimos. La mayoría íbamos a las vidrieras de los comercios en que los vendían (que ponían algún parlante hacia afuera) y así “veíamos” y escuchábamos la tele

XXV

Los primeros grabadores fueron marca Geloso y eran a cinta (no a casete). El Winco y los long plays llegaron después, en mi adolescencia( El primer LP con temas variados se llamó “Refrescos Musicales” y costó $195 de la época). Los Beatles todavía no existían pero se empezaba a escuchar a Bill Halley y sus Cometas; Los Plateros (los originales) Elvis Presley, Bob Dylan, Jerry Lee Louis, Little Richards, etc. etc.

 Hacia 1955 apareció el furor del Rock and Roll en la película “Semilla de maldad”, donde como banda musical de la misma se escuchó “Al compas del reloj” (Bill Halley y sus Cometas).Esta película la fui a ver en 1956 a un cine del centro (como le decíamos) creo que era el Monumental y es cierto que chicos y chicas bailaban dentro del cine mientras se escuchaba la música. También se intentaba bailar “ya en ese tiempo” alrededor del obelisco, que sólo tenía una plazoleta redonda, pero la policía nos corrió por Corrientes hacia la calle Uruguay. “Sólo por intentar bailar” ¿Qué tiempos, no?                                               

No había artefactos a pila excepto las linternas, eran pocos y todos eléctricos. Los encendedores eran a bencina. Las velas y fósforos de cera marca Ranchera y las pilas marca Eveready, grandes,  las chiquitas y medianas no existían y menos todavía, alcalinas. Todos los chiches que se movían eran a cuerda.

XXVI

            No existían la informática ni la semiótica, tampoco la ecología y mucho menos el psicoanálisis y los psicólogos. Había muy pocas especialidades médicas y mil veces menos medicamentos que ahora. No había medicina de alta complejidad ni la impresionante aparatología actual; se usaba mucho la medicina casera utilizando el vinagre, la barrita de azufre, las ventosas, las purgas laxantes de aceite de castor (puaj!), las píldoras Ross para regularizar el intestino, o el “Agarol”,  el ajo con leche para sacar la lombriz solitaria, el alcanfor contra la polio (una bolsita colgada del cuello), las enemas cuando te atrancabas, el aceite de hígado de bacalao, la ruda contra la mala suerte, el carbón para cortar la diarrea, el Geniol para el dolor de cabeza, alcohol fino, árnica para los machucones, etc.

 

XXVII

              Cuando apareció el flagelo de la poliomielitis (1955/57) era tal la ignorancia y desconocimiento de esta enfermedad,( que atacaba las extremidades inferiores de los chicos -no me acuerdo de personas mayores-, volviéndolos  inválidos  y obligándolos a usar de por vida unos fierros de ambos lados de cada pierna y que se ataban con unas correas a las mismas y se acompañaban con bastones), que era creencia popular que la higiene de las calles combatía o prevenía ésto.

            A tal punto que todos los vecinos no sólo lavaban sus veredas y barrian los cordones, sino que los adolescentes preparábamos pintura con cal y blanqueábamos los cordones de las calles y todos los árboles hasta una altura de 1.50 mts. de altura. Era muy bonito e higiénico ver esa pintada, pero con el tiempo nos dimos cuenta que no sirvió para nada. Afortunadamente el Dr. Salk descubrió una vacuna (inyectable) que paró el contagio

 

XXVIII.

            El hospital público, que era gratuito y de calidad, atendía al 90% de la población; había muy pocas instituciones privadas y no existían las obras sociales.Los chicos nos enfermábamos de sarampión, viruela, poliomelitis, escarlatina, lombríz solitaria, tuberculosis, tos convulsa, gripe, varicela, y alguna otra típica de esos años. Casi no había vacunas excepto la Sabín (nombre del médico que la inventó) que era  oral contra la polio  que reemplazó a la Salk. Por cualquier cosa te daban una inyección en el culo que te dejaba a la miseria. Ir al dentista era dramático, la sala de torturas, lo peor de lo peor, con ese gigantesco e infernal torno a cuerdas.

              Después te arreglaban con caramelos: Sugus, Media Hora, Fruna, Chucola, Chuenga, chicles Adams o Bazooka, confites y pastillas DRF de menta o anís; en el mejor de los casos te llevaban a tomar un helado  Laponia de palito y listo el pollo. Un dicho clásico de aquellos años: "A golpes se hacen los hombres y a patadas las mujeres".

XXIX

            De cada cosa había muy pocas marcas y eran siempre las mismas, entonces comprar era fácil. Por ejemplo había una sola marca de zapatillas,Alpargatas, con cuatro modelos: las comunes, blancas o azules, y las de basquet, blancas o azules. Hoy día para comprar zapatillas hay que ser especialista en marcas, modelos y mil chiches… total para qué si un par de zapatillas es un par de zapatillas.

De igual manera ibas a la ferretería a comprar pintura para madera o metal y había  marcas  Alba,  Colorín, Sherwin Williams, Mono,  con sólo dos variedades: esmalte (que era brillante pero no sintético y tardaba mucho en secar ) o mate (opaco), nada más que eso.

La ropa era de algodón o hilo -no de polyester- y necesitaba plancha y almidón.No había delivery ni comidas preparadas, prepizzas ni tapas de empanadas, casi todo lo hacía el ama de casa con elementos caseros; se pasaban la mañana entera cocinando entre ollas y nubes de vapor de agua hirviendo.

            La calefacción era mayormente a carbón -braseros- y a kerosene que había que ir a comprar a la estación de servicio (aunque hiciese frío o lloviese), con una lata de 5 lts., acondicionadas con pico y agujero que se tapaba con un corchito de vino. Las estufas eran a vela y había que darles bomba. El calentador también era a bomba, con un tanquecito de bronce y un gasificador con un piquito que se solía tapar. Luego vino la marca Bram-Metal se usaba tanto para cocinar como de calefactor. El carbón se compraba en la carbonería, también la leña, papas y cebollas en bolsa y kerosene. Había heladeras de madera a hielo, también las hubo a kerosene y eléctricas a resistencia, y los que más podían, tenían eléctricas,  pero no existían los freezers.

XXX

Tampoco había de lo siguiente:   luncheon tickets – indexación –  montoneros – Merval – cable coaxil – riesgo país – Hubble – sommier – holograma – hipoalergénico – Concorde – fórmica – ADN – policarbonato – call money – combo – promo – neonazi – e mail – página web – telgopor – fundamentalismo – Benetton – Ulster – videocable – contaminación ambiental – peaje – corlock – tender – día del amigo – día del niño – premium – ingeniería genética – cinerama – listas sábana – empleados ñoquis – demo – unplugged – ETA – Neil Armstrong – Che – tomografía computada – resonancia magnética – chatear – on line – flexibilización laboral – Bin Laden.

XXXI

Mis distracciones consistían en jugar con mis amigos a las bolitas (uy! cuando aparecieron las japonesas!), al yo-yo, al balero, a las figuritas, el ludo y las damas, la lotería de cartones, los autitos, el remociclo, los patines, manejar el aro con el alambre, remontar barriletes, cazar pajaritos con la gomera, tocar el timbre y salir corriendo, jugar a la escondida y la mancha, el rango y a la rayuela y   hacer cosas con maderas, serrucho, martillo y clavos.

Otros juegos infantiles eran el monopatín, el carrito con rulemanes, el tinenti (o payana) con las piedritas, y un juego muy peligroso que creo se llamaba viyarda o villarda.  Los barriletes los hacíamos caseros, con filetes de cuarto de  caña, pegados con engrudo y destripando una sábana vieja para ponerla de cola. Los que más, usaban papel “barrilete” y los otros, papel de diario. El vigilante y ladrón, jugar a la pelota en el potrero o en la calle.

 Los arcos eran como hoy, del árbol a la pared. Pero la “cancha” era la calle y los arcos estaban en diagonal. Ninguno teníamos pelota propia. Hacíamos una “vaquita” (juntar plata entre todos) para poder comprar una pelota grande “de goma” que era roja con rayitas blancas. La policía no permitía jugar al fútbol en la calle (aunque no pasase nadie) y cuando aparecían, al grito de “ahí viene el autito” o el porteño “araca la cana”, salíamos todos corriendo cada uno para su casa. Si te llegaban a agarrar, ¡ que menor ni menor ¡ te llevaban en el “autito” hasta la comisaría, donde tenía que ir a buscarte tu papá. Y el viejo era peor que la “cana” porque ese tenía derecho a “fajarte”. Por suerte yo me salvé. Tal vez porque mucho en la calle no estaba. Cuando llovía y se inundaba la calle,  hacíamos barquitos de papel.

 Entre mis amigos nos tratábamos de "che", no de "boludo". A la gente grande -de más de 20 años- se la trataba de riguroso "usted". Entre los mayores, también. Aunque estuvieran en el club jugando cartas. Me acuerdo que en una oportunidad, un chico corría mirando para atrás en dirección a una persona al cual iba a chocar: “¡Cuidado el tipo!” le grité como advertencia, evitando la colisión. Y “el tipo”en vez de agradecerme me levantó en peso por llamarlo así, y no “señor”. Así era entonces. Y mejor que no se enterese mi papá.

Me encantaba ir a la casa de mis tíos en Victoria (Bs. As.) porqué tenían bicicleta y me la prestaban. Me dejaban hacer de todo. Mi padrino en cuatro patas me hacía el caballito y yo lo manejaba de las orejas. Cuando vine grande supe que el único hijo varón que tuvieron, lo había matado un colectivo jugando en la puerta de su casa con su papá. Tenía 6 años. Ahí comprendí que rol jugaba yo.

 Leía Patoruzú, Billiken, Rayo Rojo, Misterix. Mis héroes eran Tarzán y el Llanero Solitario. Mis viejos me había comprado un “remociclo”. Era una manera de hacer ejercicio, según el médico, necesario por mi asma. 

 

XXXII

 Las plazas tenían una configuración distinta a las actuales, con algunos personajes que han desaparecido. En casi todas había un guardián o cuidador municipal que la mantenía limpia y arregladita; también estaba el barquillero que vendía rosquitas, pirulines, gofio, manzana acaramelada, maníes calentitos, lupines y pochoclo. A éstos a veces se los veía a la salida del colegio. Pero la palma se la llevaba el calesitero con la algarabía de los caballitos que suben y bajan y la magia de la sortija. En ninguna faltaban hamacas ni toboganes. Otro era el heladero que también pasaba en las tardes de verano por el barrio en un triciclo-bicicleta… "palitos, bombón, heladoooo!!" y despachaba una de dos marcas: Noel o Laponia. Alcancé a conocer al organillero con el lorito que te sacaba el papelito de la suerte.

XXXIII

El colegio primario que tenía cerca de casa, no pude ir porque cuando nos mudamos(julio del 47) no había más lugar en primer grado. Así que fui al Colegio Gral. Benito Nazar. Escuela N°11 de la Obra de la Conservación de la Fe que quedaba en Lavalle (hoy Estadio de Israel) 4230 casi esquina Rawson (hoy Palestina). El edificio que hay hoy día, nada que ver con el que yo concurrí.

Me quedaba a tres cuadras de casa (el Florencio Balcarce a una) No se como era la historia pero pese a todo ese nombre, era una escuela laica,  de varones (no había colegios mixtos) y usábamos guardapolvo blanco. Eso sí, el colegio tenía una capilla o iglesia donde se daba misa los días domingos. Ahí tomé mi Primera Comunión. Hasta tercer grado íbamos a la escuela de lunes a sábados.

XXXIV

Era la época de la categoría Turismo Carretera con Fangio – luego quintuple campeón mundial de fórmula 1 -, los Gálvez, el cabezón González, “Toscanito” Marimón, Marcos Ciani, el venaense y los hermanos Emiliozzi; y en boxeo Gatica, Lausse y Pascualito Pérez, nuestro primer campeón mundial en 1954 (peso mosca). En catch Karadagián y en fútbol como siempre unos cuantos, recuerdo a Musimessi -el arquero de Boca- que cantaba y hasta grabó un disco, Labruna  y Carrizo en River, Erico en Independiente, Dellacha (Don Pedro del área) en Rácing  y Ratín y Mauriño en Boca. Los partidos los transmitían por radio Fioravanti, Muñoz y Luis Elías Sojit.

XXXV

Iba al cine Hollywood o Medrano (Corrientes y Gascón y Corrientes y Medrano) cada tanto a ver las de cowboys con Alan Ladd y John Wayne matando apaches (o Gary Cooper, o Kirk Douglas, o Burt Lancaster, etc.). Daban tres películas y me acompañaba mi hermana. Cada vez que se quemaba la película se armaba un griterío infernal; nada muy distinto a lo que se ve en "Cinema Paradiso".

 La única vez que mi papá me llevó al cine, lo tengo grabado en la memoria. Por las circunstancias. Fue un sábado y fuimos al “centro” al cine Arizona, a la función de las 20.00 hs. para ver la recién estrenada película “Superman”. Estaba en medio de la proyección, cuando de pronto se corta la película, se encienden las luces del cine, se corre el telón tapando la pantalla y se asoma un señor que a viva voz anuncia que la función de cine se suspendía, porque había fallecido Eva Perón, esposa del presidente. ERA EL 26 DE JULIO DE 1952. Pese a que se ponía a disposición del público nuevas entradas para otro momento, mi papá no retiró las mismas y nunca más volvimos a ir.

Las de terror estaban a cargo de Boris Karloff (mi viejo me hablaba mucho de otro actor llamado Lon Chaney, que él veía cuando joven) que metía un miedo de aquellos. En la siguiente década apareció Narciso Ibañez Menta con "El Fantasma de La Opera". Las películas eran casi todas en blanco y negro aunque algunas de Hollywood comenzaban a llegar en technicolor. Otro que metía miedo era Hitchcock y para reírnos teníamos de sobra: Los Tres Chiflados, El Gordo y El Flaco, Chaplin, y Los Cinco Grandes del Buen Humor, sin contar los dibujos animados de Walt Disney.

XXXVI

Las fuerzas armadas de mi país –poderosamente equipadas- tenían tanques de guerra Sherman, fusiles Mauser, jeep Willys y aviones Gloster Meteor. Hoy todo eso se puede ver en los museos. Casi no existía la energía atómica y no había centrales nucleares. Argentina tenía una flota naviera estatal -ELMA- de primera línea que surcaba todos los mares del mundo; exportaba productos agropecuarios y tenía un futuro de grandeza. Los servicios públicos eran todos nacionales. El gobierno de  Perón se los había comprado a los ingleses, en 1948..

XXXVII

El cordón del Gran Buenos Aires era un maremagnum de fábricas trabajando a pleno con sus chimeneas humeando día y noche. Hoy es un triste monumento a la desocupación. La Boca y todo el puerto de Buenos Aires eran un enjambre de vapores cargados hasta la línea de flotación con los productos del país (ver los cuadros de Quinquela). Eran miles los estibadores y obreros que llenaban las calles desde temprana hora. Todo eso -que yo alcancé a ver- se terminó hace rato.

XXXVIII

Almagro como todos, era un barrio tranquilo y los vecinos se conocían, entonces no había mayores problemas de seguridad. Nadie enrejaba la casa ni ponía alarmas, para eso estaba el perro. Las casas tenían una de sus dos puertas abiertas por lo que se veía hacia adentro y si estaba cerrada, no tenía puesta llave. Pese a eso casi no había robos y recuerdo que cuando había algún asesinato truculento salía en la tapa de Crítica o  La Razón, en la famosa edición quinta de la tarde. Los canillitas voceaban los titulares -ahora ya no lo hacen-.

Los pocos ladrones saltaban las tapias a puro coraje pues esperaban que no hubiera nadie en la casa, todavía no habían nacido Rambo ni Terminator. No mataban a nadie; una cosa era el ladrón y otra el asesino, diferencia sustancial que las épocas dejaron totalmente perimida. Decía que las casas no estaban enrejadas ni monitoreadas, apenas si culos de botella rotos en las tapias y a veces alambrados de púa. Se solía usar el cerco vivo de ligustrina.

XXXIX

Cuando yo era chico no había drogas, me refiero a las actuales y se sólía ver a algunas personas deambulando medias ebrias, cosas que luego fue desapareciendo. Los de mi generación fuimos cambiando las costumbres del vino por la gaseosa. Teníamos sólo dos variedades de coca: la Coca-Cola y la Coca Sarli, de la marihuana ni noticias y la primera que causó estupor fue el LSD pero recién en la década del 60. La gente no consumía ansiolíticos a pasto como ahora, hacerlo era signo inequívoco de estar colifato; había pocos y eran recetados por los médicos psiquiatras, no por los clínicos.

XL

Por las tardes de verano la gente salía a la vereda a tomar mate y leer el diario, conversar con los vecinos y ver pasar la vida. Para fin de año se iba a saludar casa por casa con una sidra bajo el brazo. En carnavales salían todos con los tachos a la calle y se armaba la farra. A mi me fascinaban las fogatas de la noche de San Pedro y San Pablo. Los chicos nos pasábamos juntando madera y todo lo que fuera combustible, en un rincón de la calle Rocamora al 4100 durante medio año. El 29 de junio desde temprano y en el medio de la calle, se apilaba todo lo que se había juntado y en la punta, vaya uno a saber porqué, se ponía un muñeco. Apenas oscurecía, se prendía fuego a esa pila de cosas que alcanzaba varios metros de altura.  Esta historia moderna de la gente que vive en edificios y no conoce al del depto. de al lado solamente pasaba en New York.

XLI

Los cigarrillos eran sin filtro y lo más común era armarlos comprando por separado el papel y el tabaco, en general negro.(Mi papá en algún momento lo supo hacer.) Los primeros rubios con filtro fueron los Hawai, LM y Saratoga. En los negros, fue el 43. Yo aprendía a furmar directamente cigarrillos negros Imparciales sin filtro (los de paquete verde y blanco) porqué esos eran los que compraba mi viejo y yo se los robaba. Siempre fumé tabaco negro. Fumar era asunto de hombres, no de mujeres, salvo mi tía María (italiana y casada con un “turco”,  que sí fumaba y era raro). Por suerte pude abandonar ese hábito en abril de 1982. Los encendedores eran marca Monopol, Zippo y Carusita, todos mecánicos y a bencina. Los viejos fumaban pipa, habanos o cigarros de chala. Se podía fumar en cualquier lado, incluso en los colectivos.

XLII

            El bolígrafo recién empezaba a llegar, para escribir usábamos lápiz y lapicera fuente. Yo también usé pluma cucharita y cucharón mojando en el tintero (la de ganso ya estaba superada). La única tinta era Pelikan y había algo que ya no se usa más pero era necesario para evitar los manchones: el papel secante. La fotocopiadora no estaba inventada pero había papel carbónico que te ensuciaba los dedos; teníamos que hacer los mapas  a mano, con tinta china. Mucho después vino el Simulcop. Otro gran avance de la ciencia fue el tintero involcable. 

También estaba el mimeógrafo (había que picar el extensil), y las máquinas de escribir mecánicas marcas Olivetti, Remington y Underwood. Las primeras calculadoras fueron a manija y hacían las cuatro operaciones básicas, el porciento y poca cosa más; eran unos aparatos Olivetti muy pesados y grandotes con la carcaza de metal. Todavía conservo una, casi nueva, comprada en 1971. Los comerciantes usaban la máquina registradora, unas enormes máquinas plateadas manuales con teclas de colores y a manija.

No había viajes de egresados como ahora; cuando terminabas la primaria o el secundario, el colegio -por supuesto- hacía una fiesta de graduados, y había que portarse bien. Todos aprendíamos a leer con el libro Upa  de Constancio C. Vigil. En la escuela en cada grado teníamos que comprar El Manual del Alumno  que venía con todas las materias en un sólo libro.

Los libros y cuadernos se forraban con papel araña y los chicos teníamos "libreta de ahorro postal" con estampillas, y el chanchito alcancía. Los únicos pegamentos para el colegio era  la pasta blanca y el "pegalotodo", no había otro (la Plasticola es de los ”70).

XLIII

La fotografía era en blanco y negro y muy pocos tenían máquina de fotos (eran grandotas y cuadradas), de las cuales aún conservo dos. Había que ir a la casa de fotografía o al retratista a hacer un dibujo a carbonilla; otra posibilidad era el infaltable fotógrafo de cada plaza. Ni pensar en las filmadoras actuales, fotómetros, telémetros, zoom, flash ni cámaras digitales, eso no figuraba ni en las novelas de Julio Verne.

            Viajar en avión era cosa de empresarios, funcionarios, militares y pudientes (eran cuatrimotores a hélice). Nadie nacido por acá conocía USA ni Europa. Mis abuelos habían llegado al país en barco trás treinta y pico de días de viaje; nunca más pudieron regresar. Se usaba mucho lo único que había: el correo postal con la estampilla. En muchas esquinas había un objeto cilíndrico pintado de rojo emblemático de aquellos años: el buzón.

XLIV

Cuando se almorzaba o cenaba había una consigna extendida, al menos en mi casa y casas de vecinos y amigos de mis padres: en la mesa los chicos no hablaban. En verdad los chicos teníamos pocos derechos comparado con el hoy, sería tal vez por que no había psicólogos… no lo sé pero ya tampoco me importa. En Pehuajó todavía no había nacido Manuelita. Cuando se te rompía la ropa no la tiraban como se hace ahora, tu mamá te la zurcía o le ponía un remiendo y se seguía usando. Había que verla a la vieja  darle al huevo de madera, la aguja y el dedal zurciendo las papas de las medias o la entrepierna de los pantalones cortos.

Al no haber un gran desarrollo de la industria química no existían los aerosoles, aunque parezca mentira no había de esa parafernalia. Pero entonces… ¿cómo se eliminaban las moscas? -Con la paleta matamoscas y de a una, o echándoles flit; después apareció el Tugón de Bayer que era un disco como de goma que se ponía en un plato con agua, la mosca picaba y caía envenenada.

En los bares colocaban unos aparatos aéreos con luz azul y varillas electrocutadas. En casa teníamos fiambrera, un tipo de jaula colgantes con malla de alambre muy fino anti moscas, hecho casero por mi papá. Muchísimos años después, fue usado por Gabriela para transportar unas palomitas. 

¿Y las cucarachas? -Con el zapato. Los mosquitos con espirales Caracol, la única marca del mercado. Las lauchas y ratas con trampera y quesito, y si no con "Ratax", unos granitos raticidas que no les hacían nada. Para desinfectar la casa se usaba la lavandina, el fluido Manchester y la acaroína.

XLV

               Cuando yo tendría unos 15 o 16 años (recién ahí tuve mi primera bici) empezaron a aparecer los pantalones vaqueros (no se llamaban jean), los primeros fueron los FarWest y de los importados, los Lee e hicieron furor entre los adolescentes.

Hasta bien entrada la pubertad los chicos usábamos pantalón corto; si en primer año tenía traje con pantalón corto y hab+ia cumplido 14 años. Ponerse "los largos" era signo inequívoco de haber crecido. Recuerdo que la entrada a la adolescencia se significaba con tres blasones: los largos, la llave de la casa y el  reloj pulsera; (no, no, en esa época no eran digitales ni a pila, a cuerda, con agujas y costaban bastante). Las mujeres no usaban pantalones, a ninguna edad, y las polleras iban  por debajo de las rodillas. Cuando llegó la minifalda en la década de los ’60 se armó un lio de aquellos y hasta discusiones teológicas hubo (ni que hablar de la bikini… uy! Dio!).

XLVI

Existían las malas palabras y decirlas te hacía merecedor de una fuerte reprimenda (tirón de orejas, paliza o castañazo). Ahora que soy grande las puedo mencionar a todas las que estaban prohibidas  (hay otras que por pudor omito). Boludo, pelotudo, andate a la mierda,  te cago a patadas, carajo, chupame un guevo, cabecita negra, quilombo, puto, cornudo y estúpido, estaban a medio camino.

            Había varios personajes de ficción que servían para asustar a los chicos cuando nos portábamos mal, uno era el diablo: "te vas a ir al infierno!". Otro "el hombre de la bolsa" que tenía su asidero en la figura del linyera, y otro "la gitana" que se llevaba a los chicos malos que no querían tomar la sopa. Cuidado que viene "el cuco". Hay Freud, ni te conocíamos.

XLVII

            La ropa se lavaba en una enorme pileta de lavar de cemento armado refregando contra una tabla de madera, a mano, en verano y en invierno. Se retorcía a mano. Luego iba a la soga que era un alambre que cruzaba el patio de punta a punta y se levantaba con un palo largo. Para que quedara más limpia se usaba azul para blanquear y antes de la aparición del jabón en polvo lo único que había era el "jabón blanco para lavar la ropa" marca Cañadenzo o Federal.

Mi mamá no tenía lavarropas, eso lo compraron después y me acuerdo de su alborozo frente a semejante adelanto mecánico.¡Era tan sencillo comparado con los de ahora! Un recipiente que del lado del frente tenía una rueda con cuatro paletas hacía girar la ropa y el agua, siempre para el mismo lado. Se vaciaba dejando caer la manguera de desagote. Se secaba la ropa con dos rodillos de goma donde se pasaba las prendas y hacía salir el agua. Se accionaba manualmente con una palanca.

Cuando yo era chico en casa  no teníamos gas y por ende calefón,  por lo que no había agua caliente por cañería y en invierno había que calentar ollas para bañarse; se lo hacía en la cocina a kerosene. En razón de lo anterior no era usual que nos bañáramos todos los días. Para el 60 cuando nos mudamos a Chilavert ahí teníamos el gas envasado que fue un adelanto tecnológico al que saludamos: dos enormes cilindros de hierro con una escafandra… eso sí que era ir para adelante a toda máquina!!!

Pensando en lo que es hoy una casa con todos los aparatos eléctricos y electrónicos, las comidas preelaboradas, los alimentos envasados, freezer, microondas, etc. se me hace por comparación que ahora es bastante más fácil ser ama de casa. Mi vieja estaba todo el santo día dándole a la fragua… que lavar la ropa, hacer la comida, el gallinero, coser, zurcir, tejer, bordar, planchar, ayudar a los chicos, ir a hacer los mandados, etc. -Es obvio entonces que por aquella época lo usual era que las mujeres no estudiaran ni salieran a trabajar, para lo primero no daba el tiempo ni el marco cultural y lo segundo era tarea del hombre. Casi no había mujeres ocupadas, salvo las “obreras”, maestras y pocas profesionales.

XLVIII

Un tema aparte  era el de la música. lo que  había eran las orquestas, en general de tango, jazz, "típicas" y las de música clásica. Antes del rock estaba el mambo, el bolero, el tango y el folklore; el rock que vos escuchás no nació en la época de Jesucristo… A  Sandro y Los de Fuego (o sea que ahora Sandro debe tener como 300 años de edad), lo vimos debutar por televisión en Sábados Circulares de Mancera. También  solían traer a Antonio Prieto, Yupanqui, Alberto Castillo, Los Chalchaleros, etc. etc. .

En casa de vez en cuando se  compraban discos  (de pasta, ojo!  no  confundir con el CD… venía una sóla canción por cada cara del disco) y teníamos  una colección de tangos (mi viejo) y boleros(de mi hermana) además de otros como Lolita Torres, Benny Goodman, Bing Crosby, Glenn Miller, Bill Haley, Little Richard, Los Plateros, etc.

IL

Para nosotros a los niños los traía la cigueña de París (la mentirosa historia de la semillita vino después). Las señoras se ponían “gordas” porque comían mucho. No se había inventado la ecografía ni se podía saber el sexo antes de nacer. El padre no podía presenciar el parto. Las leches maternizadas no existían, leche de vaca entera y común para todo el mundo (las descremadas sin nata son de esta época diet). Tampoco había pañales descartables.  Los únicos que existían era los de algodón, lavables y vuelta a usar con el “chiripá” El único método anticonceptivo era el profiláctico -"Velo Rosado"- y después  empezaban a aparecer las pastillas. A los bares entraban solamente los hombres, no era bien visto una mujer sólo en un bar.

No había saunas sino prostíbulos y lo habitual era debutar con una puta, a la novia no se la tocaba.  Como no había SIDA a lo sumo te agarrabas una blenorragia y en el peor de los casos la sífilis, que se curaba con inyecciones de penicilina. No había divorcio legal y la palabra separación no figuraba en el diccionario. Tampoco había el análisis de ADN para determinar certeramente quién era el padre (a veces el chico se parecía un poco al lechero o al sifonero)

L

Los velatorios se  hacían  en las casas y los deudos guardaban luto hasta que terminara el duelo: brazalete negro, corbata negra y cintita negra en el ojal del saco los hombres y vestimentas oscuras las mujeres. La gente usaba medallitas al cuello. Casi no había cultos extra católicos con excepción de los espiritistas de la Escuela Científica Basilio y los de las comunidades extranjeras: judíos, ortodoxos, protestantes, etc.

LI

Para ir a La Plata ( Ciudad Eva Perón en aquel tiempo) se lo hacía por la Calchaquí y el cno. Gral. Belgrano -ambos empedrados-, el Centenario no existía y el distribuidor de entrada tampoco. El Parque Pereyra Iraola se llamaba Parque de la Ancianidad. Para ir a la Capital se iba por la Av. Mitre (ex Eva Perón) y se entraba por el Viejo Puente Pueyrredón que es como decir el puente de Brooklyn. El arroyo de Villa Domínico no estaba entubado y el parque se llamaba Parque de Los Derechos del Trabajador.

Los puentes de Varela y Etcheverry todavía no estaban y para ir a Mar de Ajo, de Dolores en adelante la ruta era de tierra hasta Santa Teresita (200 kilómetros), luego había que seguir por la playa; cuando llovía era toda una travesía, el safarí de Camel… otra que "turismo aventura"!

LII

La carrera espacial recién empezaba, el Sputnik I se lanzó en octubre de 1957 y mucha pero mucha gente decía que eran mentiras, que Rusia nos estaba engañando. Recuerdo mi emoción una noche del 60 y pico cuando pasó sobre el cielo estrellado el Vanguard I llevando a bordo al astronauta Gordon. No se hablaba de especies animales en extinción ni tala indiscriminada de árboles. Había indios salvajes y zonas del planeta inexploradas. Los mares no estaban contaminados y todavía no había aparecido Jacques Cousteau, no era necesario.

Salvo Hiroshima aún no habían empezado las pruebas nucleares y vivíamos libres de contaminación radiactiva; no había basura atómica en el espacio ni residuos nucleares. Recién allá por el 66 aprox. explotó el atolón de Mururoa en el Pacífico ante la consternación mundial y su debida amonestación a la República Francesa (Chernobyl iba a llegar en el 86).

Yo me entusiasmaba con los proyectos Mercury, Mariner, Géminis y Vanguard, que hoy se pueden ver por TV en el "History Channel". Esas noticias eran a toda tapa de los diarios de todo el mundo. La hazaña de Gagarín fue en abril del 61; y ni yo ni nadie podíamos creer que un hombre orbitara el planeta… ¿Quién le pisaba el poncho a los rusos?.

LIII

Hoy la existencia es (o parece…?) inimaginable sin automóviles y teléfonos, plástico y aluminio, televisión y jets, electrónica e informática, y sin embargo hoy no somos más ni menos felices que hace 40 años atrás. Es digno de ser notado que la tecnología y el consumismo no tienen  nada que ver con la felicidad.

Los únicos cuatro MADE IN que yo conocí fueron los de USA, England, Germany y Japan. La mayoría de los países del Africa eran colonias británicas, francesas, belgas o lusitanas. Asia quedaba allá lejos.

Cuando no había cumplido cinco años había finalizado la Segunda Guerra Mundial con la bomba de Hiroshima (6/8/45) y la inmediata capitulación de Japón (tengamos confianza en Argentina y si no vean lo que le pasó a Japón hace menos de 60 años). La Europa arrasada se empezaba a reconstruir con el Plan Marshall. La ONU fue creada el 24 de octubre de 1945. El premio Nobel de literatura del 47 se lo dieron a André Guide (Francia) y el de medicina al argentino Bernardo Houssay. Al  Mahatma Ghandi (abogado indio que estudió en Londres) y resistió pacíficamente hasta lograr la independencia de su país,  lo mataron el 20 de enero del 48  y el 14 de mayo del 48 se creó el Estado de Israel.

Rácing fue el primer tricampeón del fútbol argentino y River desde el 52 al 57 salió cinco veces campeón sobre seis posibles, con la sola  excepción de 1954 que lo ganó Boca. Mi papá me solía llevar a ver muchos partidos en esos años.

LIV

Nos inventábamos muchos juguetes (cartón, papel, madera, ojalata de latas de aceite, etc.) Puede que para algunos chicos de esa época no todas las cosas eran igual. Pero salvo excepciones, nadie sufría por la falta de cosas materiales, simplemente porque ninguno tenía nada. Mis vacaciones o las pasaba en casa, en el barrio con los chicos, o a veces me llevaban primero y luego me iba sólo a visitar mis familiares. No existían los clubes y si estaban, no era para nosotros. La única plaza (Almagro) quedaba lejos (tán sólo a 6 cuadras de casa) pero sólo no me dejaban ir y nadie me llevaba. Ay, Sigmund, ¿dónde estabas?

Ninguno de mis amigos tenía bicicleta (la primera la tuve a los 15 años comprada en mensualidades y porque era mensajero). En 1956 conocí el mar (Mar del Plata) que me llevó mi hermana, y recién en 1964 las Sierras de Cordoba y porque nos casamos.

             Disfrutaba cuando iba uno o dos meses a las casas de mis tíos, sea en Venado Tuerto, Murphy, Los Cisnes o Alejandro. En esos lugares andaba con total libertad. A caballo y yo ensillaba con bastos, con corderito o iba en pelo  haciendo algunas tareas de campo (encerrar animales, arriar hacienda a la feria, jugar que el malacate era la calesita, llevar el caballo para cargar la tolva, bañarse en el tanque australiano, subirse lo más alto posible al molino, pasar las tardes de calor bajo los gigantes eucaliptus oyendo las torcacitas y travesuras como entrar un caballo a la cocina de campo,  etc. etc.)

Iba en tractor, andaba en carreta, en sulky, en chata y llenaba mis pequeñas manos  de riendas. Un poco por mi salud (el aire de campo le hace bien al asmático, decía el médico) y otra porque me gustaba tanto todo eso (tal vez porque lo tomaba como una diversión) se agolpan en mis recuerdos, todos esos momentos de mi infancia y juventud

Aún hoy, cuando tengo la oportunidad de hablar con mis primos mayores, pese a lo adulto que soy,  no hago más que agradecerles en el tiempo, la felicidad que disfrutaba en sus casas.

¡Será por eso que a muchos de mi generación, como nos costaba tanto tener algo, cuando lo lográbamos le dábamos tanta importancia y le prodigábamos tanto cuidado, que hasta hoy nos dura eso de preservar tantos las cosas?

LV

El muro de Berlín fue levantado en el 61. Cuando  mataron a John Kennedy era un sábado (22/11/63).  La guerra de los Seis Días (Israel contra los países árabes) ocurrió en el 67.  Otra guerra que fue tapa obligada y diaria de los periódicos durante toda mi juventud fue la de Vietnam que arrancó en 1962 a mis 21 y terminó a mis 34 con la caída de Saigón (abril del 75). En el 53 fue el asalto al cuartel de Moncada con Fidel Castro a la cabeza y en el 56 el desembarco del Gramma; Fidel derrocó a Batista en 1959. ¡¡ Y pensar que la revista Life (norteamericana) ponía a Castro en su portada y hablaba loas de él!! Cuando se dieron cuenta, era tarde.

LVI

En muy apretada síntesis ésto era más o menos lo que les quería contar, dibujarles la época en la cual yo me crié, cómo era el mundo por aquellos años. Si leyeron atentamente habrán notado que las cosas parecen sacadas de un antiguo libro de historia, y sin embargo no es así, yo fui contemporáneo  de toda esa historia, era mi infancia, niñez y adolescencia. La distancia entre mis padres y yo no llegó nunca a alcanzar tamaña diferencia, ni por asomo (ambos habían nacido en 1905) o sea que ellos fueron testigos de la década del 30 y todo sus problemas

Queridos hijos y nietos: han pasado sólo 60 y pico de años y parece que hubieran sido como 1000. Los de mi generación hemos tenido que irnos adaptando a la acelerada modificación de todos esos parámetros básicos antes mencionados. Hemos visto pasar muchas pero muchas cosas y por momentos parecía que todo se acababa, sin embargo seguimos en pie.

LVII

              Cuando la crisis de los misiles en Cuba el planeta estuvo al borde de la guerra nuclear y hubo mucho miedo, fue en octubre del 62. En ese entonces yo hacía mi servicio militar en la marina.

 Como era telegrafista (¿qué es eso, abuelo?), me habían incorporado como radiotelegrafista de marina. Si bien no estaba embarcado y mi puesto estaba en el Centro Receptor de Villa Adelina (hoy un campo de golf al costado de la ruta Panamericana, enfrente de Fanacoa, en  Fondo de la Legua y Avda. de Mayo), no escapábamos a la realidad que si se generaba un conflicto, la Marina Argentina iba a entrar  en él.  No hay que olvidar que nosotros participábamos de los operativos UNITAS (en el cual participé en mi función, en el Unitas II  ) y éramos aliados plenos. Afortunamdamente, nada suceció.

LVII

               Algunos cambios fueron para bien, otros no, pero no voy a eso. Voy al costo personal de tan impresionantes modificaciones, quiero decir que a veces no da la estructura mental para mantener el ritmo y en algunas cosas uno se va quedando atrás.

            En mi caso -por ejemplo- cada vez que suena el teléfono me maravillo de ese invento (Graham Bell, USA, 1876) al que ustedes no tuvieron que adaptarse ni asistieron a su masificación. Ni qué decir de la computadora y el correo electrónico que me siguen pareciendo una maravilla y continúa asombrándome  aunque los use a diario y realmente no hago más que llenarme la boca rindiéndole pleitesías..

            Sepan disculparme entonces si en algunas cosas -poquitas- me ven medio chapado a la antigua. Es que todo no se puede. Algunas veces y muy en el fondo me siento un sobreviviente  pero enseguida se me pasa.

            Yo  soy del final de la segunda guerra mundial, para ustedes una suerte de dinosaurio de Spielberg; ya murieron mis abuelos y mis padres y la década del 40 quedó allá atrás en la historia, bien lejos.

Bien, les digo que no soy un dinosaurio, es sólo que los tiempos han corrido al galope y mal que bien aquí me tienen, sentado frente a una computadora usandola. Sí, por esa cosa de estar actualizado, hoy en día no me está prohibida la entrada a un Cybercafé por ser un analfabeto del siglo XXI.  Pero la tecnología no importa, jamás se engañen con eso, lo único que vale más allá de los tiempos,  es el amor que todos nos tenemos, la fe que ponemos  en todas las cosas y el poder dormir tranquilos, producto sólo de una recta conducta.

LVIII

 

CAPÍTULO  ESPECIAL:  LA PRESENCIA DE MAMA

             Entrecierro mis ojos y la veo aún como fue cuando la conocí, hacia fines de la década del 50, en la casa de los Gualco. Nuestro noviazgo, años después de nuestro primer encuentro; el compromiso, el casamiento y la lucha codo a codo para ir progresando. La compra de nuestro primer auto, un Fiat 600 usado,  poquito antes que naciera  Marce. La ilusión de tener casa propia…. que nos llevó casi 10 años.

El trabajo permanente, no sólo en la escuela, sino en la casa y con la casa, vender los cuadritos….coser muñequitas…. alumnos particulares…. y cuánta cosa se presentara para sumar un pesito.

Hasta que la pegamos con los bastidores. Dejé mi segundo trabajo (cuatro años en la pinturería) y sólo seguí en el correo y dedicado a los cuadros. Yo hacía las cosas. Mamás las ofrecía en los comercios, ¿cuándo? En los ratos libres.

Y tuvimos la llegada de Gabriela que como todo hijo viene con un pan bajo el brazo…..  ella vino con un local. En febrero del 73 alquilamos un local por dos años para trabajar  en Padilla 831 1er. Piso (y afortunadamente fueron sólo 8 meses). Cristina venía con  Gaby en el cochecito y Marce, para estar conmigo. Mi viejo también venía a hacerme compañía ¡¡Lástima que la vida no le dio un poquito más de tiempo!!

El falleció el 14 de julio de ese año (Gaby no había cumplido los 4 meses) sólo tenía con sólo 68 años y nosotros en setiembre comprábamos nuestra primera casa. ¡Como sentí la ausencia de mi viejo!  pese a que mi suegro me dio una gran mano.  Pero lo mismo sentía su falta. Tal vez porqué desde setiembfre del 71 que me acompañaba a repartir los trabajos, por lo menos dos veces por semana (de esa manera salía un poco de su casa).

Y allí en esa casa, quedaron muchos descansos, muchas vacaciones, muchos años de juventud. Y al lado como siempre, mamá. Sin quejarse. Ayudando en lo que podía. Sin siquiera pretender ir a algún lado. Nuestros esfuerzos estaban volcados en remodelar esa vieja casa, que comprada para trabajar, queríamos hacerla “nuestro hogar”. Y estábamos en eso, cuando en enero del 77 falleció el abuelo Alfredo.

 En el 78 poquitos días antes que comenzaran las clases, nos mudamos en forma definitiva, un poco apresurados pues todo no estaba concluído, pero le dejábamos nuestro lugar en Antezana a la tía Elba y su familia, pues tenían que dejar donde alquilaban pues iban a vender.

Por cierto que desde el 78 la abuela Matilde había venido a vivir con nosotros. Fue la única solución que encontramos. Por cierto no era la mejor. Pero no hubo otra propuesta. Y yo, que era el hijo varón sentía como obligación solucionar su soledad y temores.  Y allí nuevamente la predisposición de mamá.

También al poco tiempo y como nos estrañaba, si bien no lo hizo en forma definitiva, la abuela Elvira iba quedándose mucho más que un fin de semana. La casa grande, el jardín, las plantas, etc. etc. le tiraban para estar. Luego se  sumaría el nieto; “su nieto”, y con él,  su vivir con nosotros “casi permanente”.  Los fines de semana era punto de reunión de nuestras familias (se agregaban Haydee, Olinda y nuestro “benefactor” Osvaldo).

 Asados, cumpleaños, fiestas, fines de año, todo, todo se hacía en Balboa. Se sumaban a los habitué Elba, Héctor y las chicas; Coca, Luisito y Andrea; Marta y tía Lidia, Jorge Rossi, amigos y demás etcs. La limpieza general, a cargo de mamá (que era una joven de 30 y picos largo)

Hacia fines del 79 hicimos Encuentro Matrimonial (¡el número 40 unificado!) movimiento que recién comenzaba. Muchas reuniones se hicieron también en casa y hasta varios bailes de disfraz en tiempo de carnaval. Estábamos felices de ser los anfitriones.

En ese entonces no faltaba el trabajo, sino tiempo para hacerlo. Afortunadamente supimos aprovechar todo esto, hasta que en el verano del 81 nos permitimos “el lujo” de compartir con los Fernández 15 días en San Clemente y 5 en Mardel en lo de los González. No es para presentarla como “sacrificada”, pero creo que en realidad ese año verdaderamente necesitábamos descansar un poco. (Después del 64, sólo habíamos ido en el 69 a Huerta Grande por 10 días y en el  71 a Mardel también por diez días, con la abuela Elvira y abuelo Alfredo y el en 75 veinte días en Mar de Ajó, compartiendo un chalet con los abuelos Elvira y Alfredo (que ya tenía puesto el marcapasos) y Olinda y Osvaldo

Con la política de Martínez de Hoz y su famosa tablita a todos nos parecía tranquila la vida, hasta que se empezó a soltar la economía. Lentamente iba decreciendo el trabajo y teníamos como seguro “el sueldo y obra social” de mamá.

Y así llegamos al comienzo del 82, con la economía bastante maltratada. Había renunciado Martínez de Hoz. Los precios subían. Mis listas de precios con los bastidores sólo duraban 2 meses.

 Y abril tuvo en principio lo que para nosotros fueron dos alegrías auque una de ellas pocos meses después se transformó en desgracia. Una, la que parecía algo justo:  la recuperación de las Malvinas. La otra algo inesperado, pero que nos unía aún más. El 20 nos confirmaban que íbamos a ser padres por tercera vez. Increíblemente iba a llegar el tercero; el número de hijos que habíamos pensado en nuestra juventud y que por indicación médica, habíamos descartado..

 Todo dio un vuelco. Un replanteo de la situación. No era lo mismo enfrentar el futuro con dos hijas casi criadas, que comenzar de nuevo. La situación cambió para la Argentina. Pocos meses después con la intervención del Papa Juan Pablo II, en julio terminaba con muchísimas muertes, la experiencia en nuestras Islas Malvinas. La inflación post-guerra nos empezó a carcomer. Era ministro de economía un tal Whebe que dijo la célebre frase “el que apuesta al dólar, pierde” Antes del comienzo del conflicto costaba $1 millón de aquella moneda. Hacia fines del año, con el nacimiento de nuestro hijo varón, ya el dólar esta a $7 millones por unidad.

Y ahí nuevamente, mamá ya grandecita, redoblando sus fuerzas, recomenzó la tarea de crianza de un hijo. Y nuevamente dejaba de lado su propia comodidad, nuestra  propia comodidad, teniendo por poco que abandonar casi todas las actividades que teníamos, en haras de la crianza del hijo. Pero lo hicimos gustosos.

Así fue como ante la disyuntiva del futuro de un nuevo hijo, y los problemas económicos que se veía venir,  acepté un trabajo administrativo que Jorge (su padrino) me proponía. No era gran cosa, pero me daba la tranquilidad de un trabajo con seguridad social. Esto implicaba mi alejamiento físico de casa, pese a que continuaba con lo poco de trabajo que tenía. Y aquí nuevamente se nos dio aquello que cada hijo viene con un pan bajo el brazo. Y así y redoblando mi apuesta y mi afán por progresar, logré llegar a encumbrarme en mi trabajo.

Todo lo demás es muy reciente. Sólo me queda aquí, el reconocimiento del renunciamiento de mamá a  muchas cosas que se podían presentar.  Y gracias a ella y por las causas por todos conocida, una pequeña cosa que no pasó de una estupidez, puso en riesgo a nuestra familia y de nuevo en el tapete su predisposición para solucionar problemas.

SE NECESITA MUCHO AMOR Y PERDON, PARA NO PERDER UNA FAMILIA  ( Norberto)

EPILOGO

Bueno hijos,  esto es los que les  quería contar este papá que les lleva varios años, pocos o muchos según el parámetro  que se use. Por momentos parecen un montón y en otros un soplo. Las seis décadas en las cuales mi arbol se modeló y tomó su forma casi definitiva fueron muy distintas a las que les tocó vivir a ustedes. No obstante aquí estamos todos juntos bajo el cielo de Argentina viajando en el veloz tren del tercer milenio.

No me animo ni a pensar en lo que va a ser el planeta dentro de 50, 100 o 200 años. No hay ninguna garantía de que vaya a estar mejor que ahora, nadie lo sabe. Basta imaginar el promisorio campo de la ingeniería genética para entrar en el terreno de la ciencia ficción, y sin embargo tal vez tenga más de ciencia que de lo otro.

Las guerras y la destrucción no van a terminar; esperemos que tampoco termine nunca la esperanza y el deseo de ir para adelante. Pero de una cosa podemos estar seguros: no es por la tecnología que se va adelante en serio, no es por la electrónica o la informática, es por otro lado, sin duda que es otra la via. No hay que desmerecer a la ciencia pero una ciencia sin ética es como un mono con revolver.

En este tembladeral de los años y las épocas me quedaron pocas cosas en pie pero hay una en la que sigo creyendo con absoluta firmeza: no hay salvación, no hay progreso, no hay nada si no es con nuestra fe y confianza entre todos y para todos. La cosa no es de a uno, es de a dos, y quien dice dos dice mil. Aunque sea una idea romántica, aunque digan que no se puede y aunque vengan degollando, si los adelantos tecnológicos no están al alcance y al servicio de toda la comunidad entonces no sirven para nada.


NORBERTO -diciembre de 2003

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