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El Hombre de la Mansa

Vender choclos es su forma de no aportar al “Maldito” porcentaje. En Punta del Este todo es un gran escenario, Giordano y sus “invitados”, Gasalla y Perciavalle, modelos, sol, mar, río, arenas blancas…


Después de eso, todo se parece más
a lo que es. 160 mil uruguayos que sufren el síndrome austral de la
desocupación:
“Los uruguayos y los argentinos cada vez nos parecemos más, solo que si
nosotros tiramos basura en la calle no alcanza para tapar las alcantarillas y
que se inunde todo, somos pocos…”, aseveraba el Hombre.

Vender choclos en la entrada de
la playa Mansa, a dos cuadras de la terminal de ómnibus y debajo del calor típico
de la época, no es cosa fácil.

“Dentro de todo yo la voy
llevando, pero en general, los uruguayos somos de poco movimiento, no como
ustedes que toman banderas y cortan calles, acá eso no pasa, acá todo es más
tranquilo, todos está mal pero decimos `y bue, ya va a mejorar`”, reclamaba
el Hombre, mientras untaba la manteca derretida sobre el maíz recién hervido
sobre una garrafa escondida debajo del mostrador.

 -¿Cuanto está el choclo
jefe? –“Y… para vos diez pesos”, contesta. Diez pesos
uruguayos que son
algo así como ochenta centavos argentinos. Y continúa: “¿Con manteca?…
Bueno, – Decía que en Uruguay hay poco consumismo.

Si alguien pone en Punta una
fábrica de heladeras, se fabrican 50 mil, las vendes ¿Y después?”, se
pregunta este hombre que cerca de los 60 años y curtido por el sol, parece
disfrutar de lo que hace.

Metódico y pausado al estilo
uruguayo, el hombre analiza lo que para muchos fue una temporada favorable en
relación a lo que se esperaba: “… de los 45 días de temporada, diecisiete
fueron con lluvia, dentro de todo estuvo bien. Lo que se vió mucho fue turismo
de fin de semana, acá de lunes a viernes –señala la playa- había muy poca
gente.”

La gorra roja no tapa las marcas
que el sol le ha dejado en el rostro, aunque la remera blanca lo hace parecer un
poco más fresco. “…y no sabés lo que fue la semana pasada, 37 de sensación
térmica, no se podía respirar”, recordaba el Hombre.

 Los parlantes del pequeño
transmisor de radio escondido por algún rincón del puesto, sueltan los relatos
del partido “Nacional con no sé que otro…” y acercan a otros fanáticos a
preguntar por la parcialidad del resultado. “Uno a cero creo…” es la
respuesta.

“Vistes que son todos uruguayos, a fines de febrero se fueron
todos, los que quedan son de Montevideo.”, asegura mientras sube el volumen
para escuchar un casi gol del “tricolor uruguayo”.

Es que es marzo y las valijas
pasan a la misma velocidad que cualquier automóvil por la calle de las paradas.
La temporada se está yendo, pero el Hombre se está quedando “…firme como
el obelisco”, asegura. Es que su vida es vender choclos, y para que se sepa,
si alguien lo busca, el es el “Hombre de la Mansa”.