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No a todos les duele igual

Es sabido que el umbral del dolor es diferente en cada persona. Los pelirrojos, por ejemplo, suelen tener baja tolerancia al dolor. Pero lejos de ser una debilidad psicológica, este rasgo tiene una raíz genética…

A partir de investigaciones llevadas a
cabo por un grupo de anestesiólogos de la Universidad de Louisville, que
buscaban saber cuales son  los
mecanismos bioquímicos que regulan el dolor, se pudo saber que aquellas
personas que son pelirrojas y tienen piel clara, poseen un umbral del dolor más
bajo. La razón de esto, afirmaron estos científicos, correspondía a un gen.

En efecto, de lo que se trataba, era de un
fragmento de ácido ribonucleico, el cual influye en la producción de los
pigmentos colorados de la piel y el pelo, pero también en una hiperestimulación
de los receptores que tienen relación con la percepción del dolor.

Por esta, razón, afirmaron los
investigadores, para lograr adormecer correctamente a una mujer pelirroja
sometida a la anestesia, siempre es necesario aplicar un 20 por ciento más de
este elemento.

El
dolor subjetivo


Por cierto, este gen no es en realidad el
único al que los científicos involucran en la sensibilidad subjetiva del
dolor. En efecto, una investigación desarrollada por la Universidad de Michigan,
también permitió comprender que el dolor no se manifiesta de la misma forma en
todas las personas.

Una pregunta que se realizaba la comunidad
científica, y un gran número de otras personas, era cómo saber cuanto sufre,
exactamente, cada una de las personas, incluso frente a iguales causas.

Según ha podido descubrir la medicina
moderna el dolor físico no es único, ni igual para todos. Y es que la
explicación de como un estímulo exactamente igual puede, efectivamente,
provocar diferentes niveles de sufrimiento, se podía, en principio sostener por
cierto argumento lógico, que señala que en el dolor, al igual que en otras
cuestiones sensoriales, interviene mucho el sexo, la edad, las hormonas en
circulación, el estado de salud general, e incluso el mismo humor.

Pero gracias a esta investigación, se
pudio saber que existe un denominado “gen del dolor”, que vendría a ser un
pequeño fragmento de ácido ribonucleico, que tiene la responsabilidad de
producir una enzima denominada ComT.

Esta particular enzima, afirman los
especialistas, tiene dos facetas, ya que puede mutar dependiendo de la
modificación de un único aminoácido, el cual se puede presentar en la forma
“Val” o en la forma “Met”.

Tal vez esto, por sí solo, no nos diga
mucho, pero lo cierto es que las personas nacen con sólo uno de estos dos tipos
de ComT, y el estudio de la Universidad de Michigan pudo demostrar que cada una
de las dos variables de esta enzima, provocan que las personas experimenten el
dolor de una forma diferente.

Según afirmaron los responsables del
estudio, los voluntarios con dos copias del gen en la forma Val tuvieron una más
prolongada resistencia al dolor que aquellos que tenían copias Met. Asimismo,
el primero de estos grupos también manifestó guardar una menor cantidad de
emociones negativas.

Principalmente
anecdóticos


Pero lo cierto es que, hasta el momento,
estos recientes descubrimientos sólo nos permiten tener algunas certezas más
próximas sobre el origen y la transmisión del dolor, pero aún no es mucho lo
que se puede hacer con ellos.

Sucede que dentro las terapias que se
aplican para disminuir o eliminar el dolor, aún no actúan sobre los genes, por
lo que muchas veces son poco eficaces, como es el caso de la mayoría de los
analgésicos, extremadamente radicales, y con secuelas, como es el caso del
corte de los nervios que transmiten la sensación de dolor, o bien peligrosas,
como por ejemplo la implantación, dentro del cerebro de un electroestimulador.

Actualmente, la comunidad científica se
pregunta si los tradicionales compuestos con opio, que tienen sus
contraindicaciones pero también sus beneficios, podrían efectivamente actuar
sobre estos genes.