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Mi hijo se droga, ¿qué hago?

Cuando una mamá o un papá se hace esta pregunta, comienza un circuito de dudas, temores y angustias, que pocas veces encuentra respuestas.

Sucede
que para empezar a buscar soluciones, es necesario liberarse de un sinnúmero de
prejuicios
y falsos significados, que circulan en la sociedad, barrio, escuela a
medios de comunicación.

En
consecuencia, lo primero es intentar aclarar estos mitos o pseudo-explicaciones
que paralizan a los familiares de un joven que consume una o varias
drogas. Ya
sea alcohol, cocaína, marihuana, pegamento o pastillas, sean legales o
ilegales, es necesario que la familia pueda hacer algo, y para esto, hay que
estar bien informado y orientado.

Algunas
de estas ideas confundidas o falsas concepciones son las siguientes:

“La
droga siempre está asociada al delito”

No,
la consume un joven de cualquier índole que tiene algún sufrimiento no
expresado y tal vez nunca participe en un acto delictivo. En vez de acusarlo,
habría que escucharlo.

“Las
mujeres no se drogan”

No,
el consumo puede darse en hombres y en mujeres, sólo que ellas no se animan a
contarlo o disimulan más tomando pastillas compradas en la farmacia o sacadas
del botiquín.

“El
problema son los amigos”

No,
si bien es cierto que la presión del grupo de pares es importante, también
pueden consumir solos. No todos los consumidores están en bandas. Cuando un
joven necesita de una sustancia para evitar una parte de la realidad que no
tolera, el problema va por dentro y es más profundo que la ropa, el pelo, la música
o los amigos que frecuente. Las causas son más complejas, la culpa no es de los
amigos.

“Me
prometió que no se iba a drogar más”

No,
porque no es un problema de voluntad y buenas intenciones. Cuando alguien
traspasa la barrera del control, la compulsión es más fuerte que la voluntad.
Aún cuando pueda sostener la abstinencia de la droga, es necesaria revisar qué
le pasa a ese joven, con su vida, sus proyectos, sus relaciones, sus afectos y
su tiempo libre.

“No
puede ser, le dimos todo”

Aunque
duela reconocer la verdad e instale cierta cuota de culpa en los padres, la
causa del abuso de drogas no se termina en la familia. Puede haber una familia
muy normal, dedicada a la crianza de sus hijos con mucho amor y que de todos
modos, alguno de sus integrantes necesite de los efectos de una sustancia para
aliviar algo difícil y personal.

Una
vez que los padres puedan encontrarse con el verdadero problema y desligarse de
la vergüenza que les produce pensar la adicción como “el mal de los
males”, podrán encontrarse con su verdadero hijo y pensar juntos qué hacer.

Por
último hace falta desmitificar que la única alternativa de tratamiento sea la
internación. Los abordajes ambulatorios permiten la realización de un
tratamiento sin que ello signifique la pérdida de las actividades valoradas
(trabajo, estudios, familia).

Fuente:
Campo
de psicología