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Llegaron los 40, ¿llegaron los lentes?

Si ya no puedes leer como antes (aunque nunca hayas usado anteojos), es hora de conocer las opciones que pueden solucionar tu problema.

Cuando
se llega al punto de no poder leer de cerca sin usar las manos para ayudarnos a
enfocar, la solución en muchos casos viene de la mano de los lentes de leer. Éstos
vienen principalmente en dos estilos: el entero (los anteojos comunes), y los más
pequeños que se apoyan en la punta de la nariz (los parecidos a los lentes de
relojero).

Los
primeros son apropiados para aquellos que pasen gran parte de su tiempo leyendo
u observando objetos desde cerca. Pero hay que tener en cuenta que si levantamos
la vista buscando algo más lejos mientras usamos lentes de leer, el panorama
puede empezar a nublarse.

En
cambio, los lentes más pequeños permiten tanto mirar hacia abajo para observar
las cosas de cerca como dirigir la vista sobre los lentes para ver a la
distancia. Generalmente, aquellos que nunca necesitaron lentes empiezan con unos
lentes de leer en vez de con lentes bifocales o progresivos, que generalmente
son una mejor alternativa para aquellos que necesitan corregir su visión tanto
de lejos como de cerca.
 

Los
lentes de leer pueden ser hechos a medida para cada individuo por un óptico
(que es lo más recomendable), o bien ser comprados de manera estándar en una
farmacia. Durante la década del ’90, los lentes de leer estándar (comprados
en la farmacia) se volvieron más populares que nunca: se compraron tres veces más
en esta década que en todas las anteriores. Son más económicos que los lentes
hechos a medida, permitiendo hacerse de varios pares diferentes por una cantidad
ínfima de dinero.

Sin
embargo, una de las desventajas de los modelos estándar es que, esencialmente,
se trata de lentes de “talle único”. La prescripción es la misma en ambos
lentes, y los centros ópticos no están situados de forma individual para cada
persona.
Mucha gente no tiene exactamente la misma prescripción en cada ojo, y casi
todos los que precisan este tipo de lentes necesitan al menos una pequeña
cantidad de corrección de otros problemas en sus prescripciones.

En consecuencia, usar este tipo de lentes suele traer dolores de cabeza,
cansancio visual y hasta náuseas, en los casos en que la necesidad real de
quien los usa esté demasiado lejos del modelo estándar elegido.
 

Pero
si las correcciones para cada ojo no son significativas y no se tiene un
astigmatismo pronunciado, se puede usar este tipo de modelos de manera cómoda y
práctica. De todas maneras, siempre será un oftalmólogo el que puede brindar
los mejores consejos acerca de lo que necesitamos.
 

Si
tenemos luz verde para usar modelos estándar de anteojos de leer, antes de
comprarlos conviene revisar que no tengan pequeñas imperfecciones como burbujas
u ondulaciones. Si vemos que los anteojos estándar no son de la mejor calidad,
tengamos siempre en cuenta que quizás lo mejor sea mandar a hacer unos a
nuestra medida. En muchas ópticas los ofrecen a precios realmente económicos.
 

El
otro problema con los lentes de leer de “talle único” no tiene tanto que
ver con los anteojos en sí como con quienes los usan. Mucha gente opta por
dirigirse directamente a la farmacia en vez de al oftalmólogo cuando se dan
cuenta de que es hora de usar anteojos.
Es más: una encuesta reciente entre personas que padecen presbicia reveló que
el 17 por ciento compró anteojos de leer porque no quería tomarse la molestia
de someterse a un examen ocular.
 

El
sentido común nos indica que se debe consultar al oftalmólogo siempre que
tengamos un problema con nuestra prescripción, o en su defecto una vez cada dos
años. El hecho de necesitar un par de anteojos puede ser una cosa normal y sin
mayores riesgos, pero también puede ser un síntoma de un problema realmente
serio que puede ser tratado sin inconvenientes siempre que sea descubierto a
tiempo.