Equivocaciones que cuestan caro
E ignorancias que rinden muy bien…
 
 
 

La ignorancia

Era el último examen para un curso preliminar de inglés. Como muchos de los exámenes en el colegio, lo habían diseñado para eliminar a nuevos estudiantes ya que habría más de 800 estudiantes en la clase.

El examen duraba 2 horas y cada estudiante recibió una libreta azul. El profesor era muy recto y le dijo a toda la clase que si el examen no estaba sobre su pupitre después de dos horas exactamente, que no se aceptaría y el estudiante se suspendería.

Media hora después de empezar el examen, un estudiante entró en el examen y le pidió una libreta al profesor. "No va a tener tiempo para terminarlo," dijo el profesor al darle la libreta al estudiante. "Sí que lo terminaré," contestó el estudiante. Se sentó y empezó a escribir.

Después de dos horas, el profesor pidió las libretas, y los estudiantes, en fila, las entregaron. Todos menos el estudiante que había llegado tarde, que continuó escribiendo.

Después de media hora, el último estudiante se acercó al frente de la clase donde el profesor estaba sentado en su pupitre leyendo un libro. Intentó poner su libreta encima de las que ya estaban ahí.

"Ni lo intente, no puedo aceptar eso. Ha terminado tarde," el profesor dijo, pasando la hoja de su libro.

El estudiante lo miró, furioso e incrédulo. "¿Sabe quién soy?" 

"No, no tengo ni idea," contestó el profesor en un tono de voz sarcástico. 

"¿SABE QUIÉN SOY?" preguntó de nuevo el estudiante, apuntándose a su propio pecho con su dedo y asomándose hacia el profesor de manera intimidante.

"No, y no me importa." contestó el profesor con un aire de superioridad. 

El estudiante luego tomó su libreta y la metió en medio de las demás. "¡Que Bien!" dijo y se marchó de la clase.

Y la equivocación

"... Tenía consulta con el ginecólogo esa semana, pero quedaron en llamarme para confirmarme el día y la hora de la consulta. Temprano recibo la llamada de la telefonista del Consultorio informándome que mi consulta era para ese mismo día a las 9:30 de la mañana. Acababa de desayunar y eran las 8:45. 

Entré en pánico, no tenía ni un minuto para perder. Yo tengo mucho cuidado con mi higiene íntima, principalmente si voy al ginecólogo, pero esta vez ni siquiera me daba el tiempo para darme una ducha.

Subí Las escaleras corriendo, me quite el pijama, agarré una toallita lavada y doblada que estaba encima del borde de la bañera, la desdoblé, la moje pasándola después con todo cuidado por mis partes para tener la seguridad de que quedaría lo mas limpio posible. Tire la toallita en el canasto de ropa sucia, me vestí y volé para el consultorio.

Llevaba pocos minutos en la sala de espera cuando me llamaron para hacerme el examen. Como ya se el procedimiento, me senté sin ayuda en el borde de la camilla e intente imaginarme muy lejos de allí, en un lugar como el Caribe.

Me quede muy sorprendida cuando el medico me dijo: "Oh la la, hoy hizo un esfuerzo extra para estar mas guapa!"

No recibí muy bien el cumplido, pero no respondí. Me fui a casa tranquila y el resto del día se desenvolvió normalmente: limpie la casa, cociné, tuve tiempo de leer una revista, etc.

Después de la escuela mi hija de 6 años me grito desde el baño:

"Mama! Donde esta mi toallita?

Le grité que sacara una limpia del armario. Cuando me respondió, juro que lo que me paso por la cabeza, fue desaparecer de la faz de la Tierra. El comentario del médico de por si martillaba en mi cabeza sin descanso y mi hija me dice:

"No mama, yo no quiero una toallita del armario; quiero aquella que estaba doblada en el borde de la bañera. Fue en esa en la que deje todas mis brillantinas y las estrellitas doradas y plateadas para jugar!!"

 

 

 

 

 


   
     
 
 

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