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Francis Bacon

A diez años de su muerte, El chico malo de las Bellas Artes del siglo XX.

El hombre de cazadora de cuero, 
cabello caído sobre los ojos y gesto fastidioso nunca hizo nada para ocultar su
vida border. Le gustaba el alcohol, el juego y los muchachos.

Alimentó una fama
de sádico que llegó a su punto máximo cuando en 1971 su amante George Dyer
decidió suicidarse en la habitación de un hotel tan desordenado y caótico como
el estudio en que trabajaba.

Pintor de gran influencia en el
arte de los últimos veinticinco años, es un fenómeno no debidamente estudiado
aún. Esa influencia está extendida por todas partes y en nuestro país es
particularmente notoria, es para muchos artistas el punto de referencia a partir
del cual se ha gestado su obra.

“Me da satisfacción que la gente odie mis pinturas,
que le parezcan horribles. Debe haber algo en ellas si es así. Creen que son
imágenes del horror, pero yo no puedo competir con el mundo real”, afirmó.

No perteneció a un grupo hegemónico, no es
estrictamente un intelectual, ni el predicador de un ideario estético. Mas bien
es todo lo contrario, desentendido de toda ideología del arte, circunscripto a
la realización de su obra.

El arte moderno debe su desarrollo a la especulación
intelectual y a las innovaciones formales en cuanto cuestionamiento de lenguaje.

Bacon es un artista mas bien tradicional, que ha
desarrollado el centro de su obra en torno del ser humano, en cierto modo
realista y hostil a la anécdota.

No se consideraba un pintor expresionista, cosa que es
cuestionable, ya que el expresionismo es subjetivista. Rechaza la primacía del
objeto y mira al mundo desde la interioridad de su percepción.

“En ausencia de un tema que te corroa últimamente, se
cae inevitablemente en la decoración”, sostenía.

“El mejor pintor de la carne femenina es Ingres. Si no
amas a las mujeres  no podés pintar algo tan hermoso como El baño turco.
A mí me gustan los hombres. La carne masculina es muy interesante, me gusta su
calidad”, aseguró.

El artista persigue una realidad
profunda guiado por su subjetividad vital de creador. Sólo tiene conciencia y no
siempre  de su búsqueda, que al ser sustancialmente existencial, no responde ni
a un plan previo, ni a una posibilidad racional.

No se equivoca quien quiere ver
en el expresionismo una forma de idealismo. La poética de lo feo es también, la
poética de lo bello caído. Lo sublime puede ser entonces sinónimo  de
infrahumano y negativo. Le corresponde al arte y  en nuestro caso a la pintura,
desenmascarar, desmitificar, llegar a un brutal descubrimiento de la verdad.

“Trabajo en una bruma de
sensaciones, dice, de sentimientos y de ideas que surgen y que trato de
cristalizar”. Es evidente que en ese proceso pinte improvisando, guiándome mas
bien por la desfiguración de la imagen, de su fragmentación y fractura, por la
expresividad de sus líneas de fuerza.

Hay en él una concepción negativa del
hombre del hombre y de la sociedad, aunque se considere un optimista sin saber
por qué. En ese radicalismo existencial, que tiene que ver con su historia de
vida (su homosexualidad asumida, su alcoholismo proclamado, su afición por el
juego de azar), está el núcleo creador de Bacon.

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