Pocos lugares de la
casa son tan multifuncionales como el
baño y provocan reacciones encontradas, de toda índole en los diferentes
integrantes del hogar dulce hogar. Y puede ocasionar un sinfín de reflexiones,
como por ejemplo, dime que haces, obviando lo estrictamente escatológico, por
supuesto, en el baño y te diré quien eres.
A saber, los hombres que son
inminentemente prácticos resuelven sus necesidades a medida que estás aparecen.
Entonces si quieren hacer pis, no lo dilatan, suspenden todo aquello que estén
haciendo y proceden. Sin embargo, si una ve una ráfaga parecida a una
exhalación, es casi seguro que es una mujer.
¿Por qué arribar a esa
conclusión?, fácil: las mujeres, en general huérfanas por completo de espíritu
práctico, postergan sus necesidades fisiológicas básicas hasta el último, de los
últimos momentos.
De nenas nomás, nos daba pena
interrumpir un juego, con lo que nos costó des aburrirnos, con lo cual, jamás
interrumpiremos, hasta que un charquito demuestra que es demasiado tarde para
lágrimas, de grandes: estamos hablando con él por teléfono, ni locas cortamos un
segundo, de las 24 hs que estamos conectadas con él, para ir al baño, o justo
terminó de leudar la pizza y hay que meterla al horno, en el ínterin hacemos el
relleno y lavamos los platos que vamos ensuciando.
Gracias a Dios existe el
inalámbrico, con lo cual lo llevamos a cuestas hasta para bañarnos y gracias a
la tecnología no interrumpimos la conexión por nada del mundo, ni siquiera en el
pipi room. De madres, peor que peor, primero los hijos, el marido, el gato, la
casa y después el baño.
Tampoco queremos interrumpir
la novela hasta la propaganda, eso a veces nos hace, típica y deliciosamente
femeninas. Entonces, el simple hecho de querer ir al baño en una convivencia de
familia tipo puede convertirse en un problema. Porque mientras una dilató hasta
último momento el control de sus esfínteres, los otros integrantes de la casa,
usaron el baño, para leer mientras tanto.
Para justo entrar a bañarse,
mientras tanto se depilan, o meditan y una golpeando la puerta como una loca.
Ni que hablar si están los amigos/as de la adolescente, ellos se turnan, con
unos buenos modales que son insospechados de nuestra hija en la intimidad, con
su hermano y con su madre y supongo que viceversa ellos con sus madres, padres,
hermanos y afines.
Los buenos tratos, exceptuando
el bautismo de bolu…o estúpida con que reemplazaron sus nombres, se tratan con
un tacto que es digno de envidiar y exclusivo de su cofradía, banda, etc. Que
conforman entre ellos.
Si osamos protestar, a la hora
de que, poco menos, que probando la inefabilidad de cruzar las piernas: no
podemos salir corriendo a menos que la descrucemos y no nos anudemos en el
intento, tenemos los esfínteres poco menos que en las manos e increpamos al que
está dentro se escucha: pero ma…me estoy bañando para mi reunión con los chicos
a la noche…de nada sirve avisarle que son las 15.00 porque una se enloquece
pensando en la probabilidad que ella se quede hasta las 22.00hs en remojo en
nuestra bañera…
Y es ahí cuando una tiene
ganas de decirle: escuchadme maestra recién ascendida y unas cosas más sino
sintiéramos una acuosa sensación líquida invadiéndonos y tengamos miedo de una
inquietante pérdida de agua. Ni que hablar si en ese momento la marea roja osó
decir presente. Estamos definitivamente perdidas.
Las descomposturas que suelen
aquejarnos deberían comprender que tenemos marido, hijos, hijas, y que estos
suelen usar el baño asiduamente. Así que cada vez que nos aqueje el dolor de
estomago, deberíamos pensarlo seriamente por una cuestión funcional…
Los hombres de mi casa se
concentran leyendo, por eso hay pilas de diarios, revistas y libros en el
baño que parece
baño biblioteca. No me puedo quejar, pienso mientras deduzco que diablos hago
con mis esfínteres detrás de la puerta, al menos es una familia que lee hasta
ahí y me recuerdo: soy una madre, no puedo hacer bilis, porque los demás se
toman el tiempo que yo no me tomo, para ir al baño, así que las quejas a Magoya
que por supuesto no atiende los domingos ni cuando una está a dispuesta a
quejarse.
Por lo tanto antes de hacer la
carrera, como una exhalación, parecida a los 100m llanos pero con obstáculos, la
gata, el control remoto, los juguetes del más chico, los juguetes de la gata, el
diario íntimo de la adolescente…Parezco una oficial de la SS que encuentra todo
lo que estaba perdido y todo lo que, los otros integrantes de la casa,
consideran como buen lugar para dejar las cosas: tiradas en el piso.
Trato de no mirar a mi hijo y
peleo contra mi sentimiento que va surgiendo a medida que mis líquidos pugnan
por salir y el otro me dice ya vaaaaaaaaaaaaaaa, que se resume en: mejor me
hubiera quedado virgen.
Otra cosa que tiende a pasar,
es que una dice: el baño es mío, cuando está segura que el resto de los todos
que somos, roncan a cuatro manos. Pero descubrimos que oh, casualidad, todos
duermen hasta el exacto momento en que organizo el desayuno y perciben mi
intención de: me estoy por bañar.
Entonces, acto seguido
compruebo como el baño está cerrado, ya no con llave sino con candado, justo ese
día, el o ella o ellos tenían un compromiso temprano y alguno es ocupa de mi
baño. Cuando no, el sueño los desmaya.
Y empiezo a imaginar un baño
de emergencia o en el mejor de los casos otro lugar para que después pueda
maquillarme más o menos en paz. Y pienso que esta no puede ser una causa por la
cual, una, metafóricamente hablando, pueda matar a un hijo. Pero que dan ganas,
dan unas ganas.
Cuando el sitio en cuestión no
es usado para sus funciones principales y básicas, es usado como: confesionario
de males de amores. La adolescente se encierra a llorar, la madre cuando la
acucia una baja hormonal que la tiene a maltraer como ruleta rusa, hace su
llanto para no pasar papelón delante de los demás a piachere.
El más chico que se esconde
ahí para que la hermana más grande no lo mate y la gata se encierra para
encontrarle un poco de paz a la vida, en medio de esta casa que emula a los
locos Adams, sin piedad.
Eso sí después de semejantes
replanteos, logro por fin mi cometido y logro entrar al
baño
para otras cosas más que no sea limpiarlo. Dejar fluir mis esfínteres,
depilarme, bañarme, con baño de inmersión, baño de crema para el pelo, lavar
prendas íntimas, cepillarme los dientes, maquillarme y salir con una cara
beatífica, abro la puerta triunfante, pero descubro apabullada que no hay
¡nadie!, ¿tanto se me habrá pasado el tiempo en mi reencuentro cercano con el
baño?
Por Mónica Gervasoni