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Evento inesperado

Memorias de un paciente que podría ser cualquiera de nosotros.


En la calma de esta tarde de Domingo y ya iniciada mi convalecencia, reviso las notas que tomé la semana pasada y con una mirada retrospectiva  trato de seleccionar lo que creo que pueda resultar útil para mis amigos de EnPlenitud.

Mi rutina desde hace varios años atrás incluyó visitar a un médico clínico que lleva mi historia y me revisa en cada visita. Mi  objetivo principal hasta ahora, era recibir las recetas de los medicamentos ya que mi obra social las exige para poder obtener  descuento en las farmacias. Cada visita incluye el chequeo de mi presión sanguínea y auscultarme, teniendo en cuenta una arritmia  y un bloqueo, detectados  varios años atrás. 

Esta vez, el clínico se alarmó al notar pulsaciones bajo la normal  en mi ritmo cardiaco y tratando de no asustarme, me aconsejó que me hiciese un electrocardiograma lo antes posible. Como el médico cardiólogo  tenía su agenda cargada, esperé un día más hasta obtener  ese registro  y  recibir instrucciones precisas de parte del cardiólogo con diagnóstico y receta,  que incluían una internación inmediata en un sanatorio.

 Ingresé en la Unidad Coronaria del mismo, a media tarde y siendo día Viernes, el Sábado y Domingo siguientes los pasé en  observación, con una serie de electrocardiogramas periódicos, extracción de sangre, radiografía,  registro de presión sanguínea y análisis de orina.

Los Sábados y  Domingos en el sanatorio, son días donde los médicos solo atienden  casos de alto riesgo o urgencias.

Siempre resultará más conveniente ingresar entre Lunes y Jueves, salvo que como en mi caso haya por medio una orden médica de internación inmediata que reiteraron,  era por mi seguridad  por si cambiaba el cuadro y requiriera  apoyo que brindan los abundantes y modernos aparatos de monitoreo  cardiológico.

Cuando me presenté en la guardia médica, dos médicos especialistas hicieron su primer control, ayudados por una abundante cantidad de electrocardiogramas cuyos diagramas  determinaran  decidir mi ingreso en la unidad coronaria.

Esta se halla integrada por unas 20 habitaciones para dos personas cada una, separadas por una liviana cortina y muy equipadas con monitores que muestran en su pequeña pantalla un cardiograma  en modo continuo registrando también  las pulsaciones. Emiten sonidos y alarmas, cuyo significado interpretan las enfermeras.

En sus dependencias internas, ellas tienen réplicas de cada monitor además de una pantalla que les permite ver  a cada paciente en un circuito cerrado de TV.

El enfermo cuenta con un timbre para llamarlas en cualquier momento. Son jóvenes muy eficientes y tienen una  gran práctica. Algunas están licenciadas en enfermería después de varios años de estudios terciarios. Lo primero que hacen, es conectar al paciente con una provisión  de suero que gotea desde un soporte alto, ingresando por el tubo y la aguja en el brazo. Según explican,  eso es para tener siempre un acceso rápido al organismo del paciente.

La mayoría son  amables y  pacientes en su duro trabajo que incluye insólitos baños diarios, in situ.

Jóvenes prolijamente uniformadas  reponían diariamente los vasos para el  agua que llegaban impecablemente limpios y puntualmente con una servilletita de papel adentro y una botella de agua mineral. Una explicación que escuché fue  que eran parte de personal que había quedado sin un trabajo determinado y entonces le habían asignado ese tipo de tarea tan particular.

Seguramente la situación actual harían mover y reducir más personal. Tan es así que en mi último día de estadía,  la enfermera no atendía mis llamados y tras esperarla un largo rato su explicación fue  que estaba muy ocupada con una paciente. 

Obviamente la cantidad de personal había sido drásticamente reducida durante la semana de mi estadía, porque anteriormente eso no había sucedido nunca y siempre eran varias las enfermeras para distribuirse el trabajo de llamadas simultáneas..

La ventana de las habitaciones de la Unidad Coronaria dan a la calle Bartolomé Mitre con su tremendo trafico de colectivos y todo tipo de vehículos que desde la madrugada atronaban con sus arranques y frenadas. Nada conveniente para enfermos delicados de salud.

A esto se agregaban las gaitas de una verbena de la colectividad española que cada noche llegaban  con sus tonadas típicas agregadas a diversos ruidos del vecindario.

Llegó el día Lunes y el equipo de médicos se fue integrando, comenzando entonces la segunda fase de los estudios, que consistió en un examen electro fisiológico con catéteres. 

Este se llevó a cabo en la sala de Cirugía provista a ese efecto de un impresionante equipo y varias pantallas grandes de computación .

Desde mi cama en la Unidad Coronaria me pasaron a una camilla,  cuyo encargado evidentemente debería estar muy atrasado y realizó  una carrera desenfrenada por largos corredores con  repentinos giros a 90° y  un traslado en ascensor incluido, hasta depositarme en la cama del aparato donde me harían el trabajo.

Me vino a la memoria una película cómica  donde  una ambulancia frena,  se abre la puerta y el paciente sale despedido del vehículo y queda en su camilla en medio de la ruta. En la disparada, mis ojos recorrieron techos y plafonds iluminados sin fin.

Una incisión cerca de la ingle les permitió pasar catéteres por el interior de mi cuerpo esquivando órganos y llegando al corazón con su punta exploradora.

Me parece que esa pequeña punta tiene una cámara que transmite su imagen a las pantallas. Tres médicos operaban sendas computadoras.   Uno de ellos parecía dirigir la operación y le daba instrucciones al que estaba a mi lado, para que ubicara el catéter en el lugar que quería ver en detalle en su pantalla . Una vez ubicada la imagen   instruía a otro  de los médicos para que la grabara  y “paginara” cosa que este hacía tecleando ruidosamente.

Terminada la exploración. Pidió un segundo catéter para ver algo más en particular y pronto dio por terminado el estudio.

La conclusión a que llegaron fue que mis bloqueos requerían la implantación de un marcapasos.

Me pasaron a la camilla que fue transportada a un pasillo externo.

Allí por algún  malentendido entre enfermera y camilleros, “se olvidaron de mí” y solo después de esperar un tiempo prudencial me animé a preguntar por el camillero ausente y fue entonces que lo reclamaron para que llegara en unos minutos a recogerme.

De vuelta a mi cama N ° 15 de la Unidad Coronaria,  fue  como volver a una especie de hogar. Donde se encontraba el otro paciente vecino.

En la semana de mi permanencia conocí 4 personas distintas ubicadas en la cama N ° 16 que fueron moviéndose a medida que eran dados de baja y pasaban al “piso” con dormitorios individuales para la última noche antes de volver a sus casas.

De los 4 personajes, el primero venía de una promoción desde Terapia Intensiva, donde ya le habían controlado positivamente un infarto. Era de origen italiano y tuvimos mucho tema para conversar. Cuando le conté que tenía una nieta nacida en Vicenza se estableció un parentesco virtual casi inmediato.

Fue trasladado al piso y nos despedimos con afecto. Pocas horas después ingresaba otro paciente coincidentemente también de origen italiano por un tema de arteria obstruida que le resolvieron mediante cateterismo.

No estuve solo por mucho tiempo y llegó “el personaje”, una persona joven aún, de profesión abogado que bauticé como “el abogado rebelde”.

Al comienzo no dijo cual era su profesión y solo advertí su carácter siempre decidido, cuando se negó rotundamente a que le conectaran el suero de norma.

Hubo discusiones con enfermeras desconcertadas y médicos alarmados al ver que había aparecido un paciente que no manifestaba el menor temor y era pura rebeldía.

Con el abogado, nos reímos de buena gana criticando el  incesante desfile de todo tipo de personas que preguntaban siempre lo mismo. Encargada de radiografías, de extracción de sangre, de electro cardiogramas, de presión arterial y de muestras de orina para análisis.

El diálogo que se establecía era de antología: Como es su nombre?  Fulano de Tal…. cooomo? Fulano de Tal….como dijo, zutano? No fulano…ah zuntano! No zutano, bueno!! Que le pasó mi amigo… Bueno en realidad…bla bla bla bla…. ah bueno, y entonces? Bla, bla bla… comprendo!!! Que le han estado haciendo?

Bueno, esto, aquello lo de más allá… entiendo, entiendo… y que le indicaron? bla bla bla….Bueno quédese tranquilo que ya va a venir la enfermera y se encargará de todo… Muchas Gracias!

Lo que nos causaba risa era no solo la repetición sin consultar para nada las profusas carpetas con la historia clínica, sino  porque tenían la misma dificultad en captar mi apellido eslavo de 12 letras que el apellido del abogado de origen Yugoslavo de solo 4 letras.

Creo que es una característica nacional porque mi complicado apellido ha sido siempre distorsionado de las maneras más increíbles. Por eso siempre me ofrezco a deletrearlo y aunque no resuelvo el tema completamente, saco algunas aproximaciones. Es curioso verlos cuando por fin logran pronunciarlo, como lo repiten con deleite y una profunda satisfacción.

A través de estas reiteradas preguntas, me enteré que el abogado había sido internado por un fuerte dolor en el plexo.

En la ambulancia que lo había transportado desde su domicilio al sanatorio, le habían hecho un electrocardiograma  de interpretación “dudosa”.

El abogado rebelde tenía muy decidido que su episodio había sido de origen gástrico y no cardiaco y se quería mandar a mudar ( el decía escapar)  de la unidad coronaria. Razonaba que si ya le habían hecho varios electro nuevos y no habían detectado nada…. era lógico presumir que su corazón no era la causa del fuerte dolor en el pecho y por lo tanto no quería seguir haciéndose los estudios que le estaban ordenando.

Cuando la sublevación llegó a su punto culminante, se presentó un médico joven y autoritario que le espetó un discurso absolutamente no convincente para una mente legal. Decirle que el debía obedecer a los médicos porque al ingresar se había establecido un contrato potencial que permitía  que los facultativos decidieran cualquier conducta a seguir, enfureció aún más al abogado, que entonces le informó de su profesión y razones para discutir esos procedimientos teniendo en cuenta que el estaba absolutamente convencido del origen de su mal.

La actitud del doctor giró 90° y se rindió, ofreciéndole total libertad de irse cuando lo decidiera.

Esto no sucedió tan fácilmente ya que después un transcurrida una media hora apareció este médico acompañado de otro más experimentado en tratar pacientes difíciles,  que  sin ningún  resultado trató de convencerlo de quedarse un día más internado para evitar todo riesgo.

Se puso en marcha el complejo y lento operativo de darlo de alta…pero solo después de gestiones de los familiares y trámites burocráticos el abogado se despidió y voló por fin hacia su libertad.

Después de un rato creí que la cama 16 quedaría desocupada esa noche pero no…, ingresó un señor maduro, simpático y calmo. Todos lo saludaban familiarmente. Otra vez por aquí exclamaban!!! Si, ya lo ven… aquí estoy nuevamente. Este diálogo fue repetido varias veces. Entra una enfermera y lo pesa y luego lo acuesta.

Este compañero mostró una paciencia extrema y aceptaba todos mis sugerencias para cambiar de uso del acondicionador a aire natural o puertas abiertas o entrecerradas. Mi temor era resfriarme antes del implante y gracias a estos cuidados logré mi objetivo.

El termostato del acondicionador de aire,  no funcionada tan eficientemente como hubiera sido deseable.

Tuvimos tiempo de charlar y me contó una vida de trabajo muy sacrificada y una serie de episodios médicos que aún continuaban en la unidad coronaria.

Por fin llegó el día y me llevaron a Cirugía para implantarme el marcapasos.

Siguiendo los consejos de uno de mis sabios compañeros, me entregué a lo que fuera… y no pregunté más sobre por qué la prepaga no tenía el modelo que el cirujano solicitaba ya que sabía que escucharía algo así como …y usted sabe… con el asunto del dólar ahora son difíciles de conseguir!!!

Como ya he leído el folleto original, ahora se que hay marcapasos de distintas características para ejecutar las funciones que el cardiocirujano considere más adecuadas para su paciente.

De todas maneras se lo preguntaré cuando lo vea dentro de una semana según lo que me instruyeron al partir. Ya leí en el folleto que me entregaron,  que se pueden modificar algunas funciones y sus parámetros desde afuera del cuerpo.

La última noche la pasé en una lujosa y nueva habitación individual sin ningún compañero al lado. Todo este mundo que he conocido por primera vez en el último tramo de mi vida, mezcla lo humano con lo científico y la tecnología de punta con algunas medidas burocráticas.

Recomiendo a mis amigos de EnPlenitud que controlen  su salud y no teman acudir a estos excelentes centros por  los que solo guardo gratitud y admiración.

Incluyo en un destacado primer plano a las sacrificadas enfermeras ya recibidas de Licenciadas o que aún están estudiando para perfeccionarse,  que mantienen a sus hijos con jornadas esforzadas y que siempre están al pié de las camas  a horas increíbles, cuando el paciente las necesita.

Los Bañan en esos mismos lechos forrados de goma, controlan los sensores o recambian  el suero. También  ayudan con las necesidades fisiológicas,  escuchando sus incesantes pedidos….sin olvidar nunca proveer la rigurosa medicación a horas destempladas.

Son muchas las mujeres con el espíritu de la épica Nightingale, las que nos atienden en nuestros establecimientos y aquí les rindo mi homenaje…