Share on facebook
Share on twitter
Share on whatsapp

Entre dos Fridas

Walt Whitman y la bruja Cachavacha

México me abrió las puertas

Cual tulipán adormecido,

Humedeció mis iris, y

Hecha tierra,

eché raíces entre la

casa azul de Frida Kahlo y

la inmovilidad del tiempo.

 

Escribo a rabiar

entre ardillas y pájaros negros.

Me sumerjo en cafés de ábaco,

Entre dulces y nueces.

Vuelvo a ver a Frida,

camino entre sus cejas,

Danzo al compás de sus dibujos.

El patio se cubre de orquídeas,

Y lentamente, espero.

Me adormezco entre patios

y  enredaderas azulinas,

mármoles de Carrara.
 

Desnuda entre flores,

rozando mis codos, mi nuca.

La imagen de Frida inmóvil,

tibia, quebrada, rojiza.

La noche dormía mientras

mi espejo se reflejaba en las dos Fridas.

Doce estaciones de esperanza,

Doce lunas que caen,

Rozando al ras la tierra.

El rostro de Diego,

Un deseo sumergido en la luna negra

mientras mi cuerpo inerte escapa

a la casa azul.

 

Estábamos dormidos

entre nuestros huesos desnudos

roídos por el payaso y putas viejas.

Dormíamos entre violetas

entre corazones de cera

y algarrobos de glicinas.

Mientras dormíamos,

el olor a los cafés de buenos aires

el olor a la boca,

La vieja barca que avanzaba

Y la muerte negra bailando

Al ritmo del año 2012.

El iris azul de mis pupilas

Esperaban la liberación.

 

Estoy empalizada de rojos,

Libre, desnuda.

Encantada entre murales

Y despliegues de tumbas,

Entre desnudos tibios

Y una paz que inunda el alma.
 

Un titiritero despojado de sus hilos,

una máscara de marfil, entre hilos

dorados y un niño dormido.

El esqueleto de mis huesos,

roído por un espíritu negro.

En la calzad, una flor muerta

un barco astillado,

Un puñado de muerte

Y quede atrapada,

entre la vida y la muerte

que no logra abandonarme.

 

La larga cabellera color iris,

se enreda en un sencillo abanico de manzanas.

Sus uñas escondidas juegan en el

tumulto de la orilla.

Mis rulos se empapan de tu amor,

Sentarse a esperar al pescador…

Beber hasta la locura

Pensar en tu cabellera, en mis pupilas dilatadas

en un gin,

En un corazón que para de latir

mientras la vida sigue

caminando por el mundo.

 

Walt Whitman y sus hojas enredadas

confusión entre ladrones y prostitutas.

Payasos de algodón,

un bikini de dolce gabana negro,

Un corpiño que llora,

una silueta desnuda, al ras

del arco iris.

Margaritas que se embriagan

en mi lecho,

En mis pechos silenciosos

en un castillo sin dueño

En un silencio sin irrupciones

en un grito sin alaridos

en un puñado de muerte

ruidosa, que hace eco

de mi presencia

En la tierra.

 

El atril verde musgo

y un mechón de pelo negro

El olor a tu pelo,

mi mirada, tu recuero.

Desenterrarte humedecida

en recuerdos de brisas nocturnas.

Las oscuras mariposas

el polvo del azulejo agrietado,

el hombrecito del azulejo,

los jardines de los senderos que se

bifurcan, mientras Borges

desaparece en el infinito.

Un sótano mal oliente,

despertarse en ríos rojos,

Los lentes se me caen

en la brisa de los suburbios

en un colectivo perdido

en la nada.

 

Tu juego es mi juego

entre soles y pergaminos

el marfil.

Azulejos de murmullos

entre sobres y alcobas

mi amada desapareció

El olor a su presencia

mi ausencia y el boulevard lejano.

Estoy sola, como un hueco

que se agita

como un canto y un muro

entre mares agitados,

Las estrellas desaparecen

la noche cae

la luna se va

El cenit se esfuma.

 

El crimen era enloquecer.

Los ángeles deambularían

en carruajes de papel celofán.

Un mendigo que nada en

sus propias heces.

Un aliento perdido,

la negrura de la calle,

el bao de las profecías.

Enloquecer o escapar

entre árboles azules

y permanecer quieto

mientras el cielo durmiera

la noche eterna del entierro.

 

Un niño muerto

un tren que vendado huye

De la vida.

esperar, algo

Nada.

Esperar sentado

todo, nada

Esperar llorando

un cordón ilusorio .

Que no estoy solo

en este mundo raro

mientras espero el beso

De un extraño.

 

Las sabanas empapadas en flores

escapan de los gemidos.

El ábaco se abre.

Los puentes silenciosos se abren

al cenit de la vida.

y los pájaros negros

esparcen su aroma a rosas

mientras los amantes

gimen y se desgarran

en sueños

de papel

Azul.

 

El peine de mi abuela

conserva sus pelos.

El peine de nácar

guarda secretos de alcoba.

No la dejaron ser,

se encamino con su

mochila de piel de pájaro

Entre el cenit y la nada.

Se humedeció los pies,

espero y escapo

hasta el final

del corredizo

donde una ardilla

esperaba que Alicia

saliera de su país de maravillas.

 

Guarde una mosca

en un papel amarillo

Para tu encuentro.

mil grillas de papel

soñaron con tu amor.

Aguante la caída,

volé como una mariposa

Entre girasoles y tiernas

hojas de laureles.

Busque hormigas

y atrape un ciempiés

que me abraza

en la oscuridad de la noche.

 

Los cerezos se amaron

mientras el reloj se detuvo

en el vacío,

en el ocho invertido

en un infinito

bosque de luciérnagas.

Los escarabajos de oro

se cayeron del pétalo de azucenas

y los cerezos gemían

y lloraban de placer.

 

Tu carilla de papel hace eco

En tus manitas de algodón.

Puras y santas. Tus pestañas rollizas,

desconciertan mis deseos.

Ahora pienso en vos,

más que ayer, más que mañana.

Te sueño despierto hasta encontrarnos

en carruajes de papel.

 

Pensé toda la noche en vos,

en tus ojos de arlequín.

Tu boca rosada y suave.

En el dulce embriagándose en tu cuerpo.

En tus leves uñas de papel.

dormimos hasta el alba,

te acurruqué en mi corazón,

que latía junto al tuyo,

al encanto de la noche.

 

Santi cruzó su pecho entre mis manos.

Sus manos sucias, globos rojos, chupetines

de inocencias, cuerpos rollizos.

Nos bañamos en el fondo de su alma,

Reposamos entre risas y sonrisas,

llantos, quejidos, tiernos,

Hasta enloquecer.

 

Solcitos asomaron a mi corazón.

Mis ojitos se cruzaron con los suyos,

tras el canto del ratoncito que comía quesito,

Mi cuerpo estremeció.

Ya los extraño, pero en mis pensamientos

siempre estarán los solcitos,

De arlequín.

Entre el payaso

plin, plin, que se soñó la nariz

Y con un estornudo hizo ACHIS… 

 

La bruja Cachabacha, salió de la escarcha.

Se ató el pelo con el broche, sin reproches.

Sacó su escoba de la alcoba.

Su botón saltó y su vestido descosió.

Esta bruja Cachabacha se hace amigas

sin problemas, y la historia llega al fin.

Ya que la escoba a dormir se quiere ir

Mientras la bruja Cachabacha

ata parches en la escarcha. 

 

Lucia la bailarina, esos ojos lucían chispitas.

Esa sonrisa, esos cachetes, esas

mejillas ruborizadas.

Esos pantalones con la flor bordada,

sus zapatillas rosas con sus cordones desatados,

Lucia, lucia hermosa,

Sus ojos danzarines, su cuerpo,

danzaba entre la inocencia y la felicidad. 

 

Por qué la gente no es feliz, preguntó Santi?,

Con sus ojos chispeantes a los cuatro años.

Porque la gente no se conforma con nada,

Si fuéramos orugas,

querríamos ser mariposas,

Y si fuéramos mariposas,

querríamos ser las mas lindas,

Y querríamos volar al lugar mas lindo de la tierra,

Y no dejarnos atrapar por la muerte.

Desmayarnos en la lapida,

de nuestro propio inconformismo. 

 

Una vaquita de San Antonio

Paseaba por las zapatillas de puppi.

Hacía la vuelta carnero entre sus cordones.

Se reía entre chispitas y pucheros.

Hoy la vaquita de San Antonio

Jugaba en el Jardín de Infantes,

Entre angelitos y diablillos. 

 

Luciérnagas de cristal

Iluminan sus ojitos de papel.

Una mariposa roja revoloteaba sobre mi sombra.

Santi se ríe, sus hoyuelos se marcan.

Soñamos que no estamos en este mundo.

Jugamos que atrapamos hormigas,

Las linternas iluminan nuestras caras.

Sentimos mariposas en la panza,

Sentimos girasoles en los labios.

Olemos perfumes a chocolates ,

Nuestros ojitos de papel se cierran,

Mientras nos dormimos

Mas allá de este mundo,

Y las linternas se apagan,

Y no soñamos mas… 

 

El jardín japonés con sus peces,

Cruzamos el puente rojo,

Y le damos de comer a los peces.

Un pez con un ojo hinchado,

Santi se ríe, yo también.

Y nos reímos a borbotones.

Mientras el pez desaparece

Mas allá del puente rojo. 

 

Soy una princesa desnuda,

en un castillo sin vértebras.

El príncipe huyo de la historia.

Soy una princesa sin brillos.

El espejo de la vida,

se quebró a pedazos.

El libro se cerró y yo me escapé.

No encuentro mi destino.

Sigo buscando,

Alguien sabe donde está mi historia?

 

Tus manitas de alelí

se abrazaron a

mis uñas de papel.

Una mosca deambula por tu cuna,

un zumbido penetrante.

Tus ojos buscan mis pechos blancos.

Hoy te quiero más que ayer,

más que hoy,

mas que mañana.

Hoy tu corazón late

junto al mío,

en un canto de vida. 

 

Y los pájaros durmieron para siempre,

Santi cruzó mi pecho entre mis manos.

Sus manitas sucias, globos rojos, chupetines

de inocencias, cuerpos rollizos.

Nos bañamos en el fondo de su alma,

Reposamos entre risas y sonrisas,

llantos, quejidos, tiernos,

Hasta enloquecer. 

 

Solo necesitaba acurrucarme

en tus rodillas olvidadas.

Solo necesitaba respirar el hollín

a viejas corbatas verdes.

Mezcla de quejidos y olvidos.

Crepúsculo de huesos,

Entre mi alma agrietada.

Solo necesitaba acurrucarme

en tus rodillas olvidadas. 

 

Quisiera desmembrar cada sonido del molino.

Observar las nocturnos mariposas.

Mientras el silencio cómplice,

caería débilmente entre tus lentes.

Mis pechos dormitaron entre calas.

Esfumarse entre el molino y el partir.

No partas sin mis aspas, no partas todavía.

Sino caería cual débil gota entre tus manos,

perdiéndome en el infinito de tu rostro.

Te espero como siempre mas allá de los sonidos del molino. 

 

Aguantando la caída,

frente a cada rama del cerezo.

Mientras las alondras danzan

a la luz de los junquillos.

El marfil me abraza, cada pedazo de mi ser

cayendo entre el negro precipicio.

Otra caída, no aguantar más.

Tirarse al fondo de la nada, es tarde,

tengo frío, no me dejen sola.

Me vi cayéndome lentamente,

entre el cielo y el infierno.

Y alguien esperándome,

en el fondo de la nada. 

 

Aquel verano, sueño de remanso,

despertar de fuego, de vida, de risa.

Poco a poco se ha dormido,

o quizás se ha perdido.

Sueño eterno en la mente de su dueño.

Se llevó mi vida, mi fuego, mi risa.

sueño eterno en la mente de su dueño. 

 

Hoy deseaba más que nunca internarme

como Alicia, en el país de las maravillas.

Irme con Kafka al castillo más alto de la esfera.

Con Borges a la calle de los senderos que se bifurcan.

Con Sábato al túnel más oscuro de la tierra.

Conmigo misma a los entrañables deseos

de encontrar esa razón tan buscada,

ser la tigresa más lejana,

la flor más bella,

que el viento acaricie mi piel,

el aire me abrace,

el cielo me eleve,

descansar por la eternidad

al compás de las palabras. 

 

Una rama de almendro

despertó conmigo.

Mi rodilla se mezcló

con tu rodilla.

Rasgué tus besos en mi boca.

Una endibia recorre tu cuerpo

Una rama de almendro

despertó conmigo. 

 

Mis tetas turgentes hoy lloran tu cuerpo.

Todos están muertos, vos estás muerto.

Tan muerto como un cenit quebrado.

Mis tetas turgentes hoy lloran tu espalda,

Tu rostro, tus piernas, tus partes, tus hombros

Tu pelo, tus muslos.

Tu herida, tu silencio, tus lágrimas.

Mis tetas turgentes hoy lloran tu cuerpo.

Todos están muertos, vos estás muerto.

Yo también. 

 

Te extraño como un alambre

extraña a otro alambre,

como la luna

aullando a medianoche.

Como un brazo

extraña al otro.

Y te pienso.

Y te extraño. 

 

Tu silueta desnuda acurrucó mi cuerpo.

Que yacía muerto entre tu espalda.

Tus manos adormecieron para siempre

entre mis pechos tibios, rodeados de magnolias.

Mi sexo embriagado,

deambula,

entre siluetas muertas

y carros de papel

que despedazados por la lluvia

se pierden en la nada. 

 

Impregno mi vida de magnolias amarillas.

Mitigo las horas a la muerte.

Soy hambriento de los despertares furtivos

y sueño con el amor cual niño de regreso a su casa.

Mis tersas uñas amontonaban un puñado de lilas

que mezcladas con las nueces, toman el té

en el banquillo del pensamiento. 

 

Las letras se bañan.

Las seco en el balcón a medialuz,

cuando la luna esparce su perfume ameno.

Cuando la gente duerme, mece, ronca,

late, se suicida o simplemente sueña.

Solo basta recostarse en la hierba fresca

entre Whitman y hojas secas.

Entre un atardecer francés,

a la orilla de un brazalete,

o un rincón perdido

en el medio del mundo.

Jugar al ajedrez en smoking,

derrotar al enemigo. 

 

Los abadejos descansaron silenciosamente

en los paramos desiertos del alma.

Y, cuando los mutilados recuerdos afloraron,

las mesetas de las añoranzas partieron.

Unas tetas prominentes vertieron ruidos

y gemidos, hasta el amanecer.

Zambullirse en una teta débil,

caminar entre sus zuecos.

Respirar el olor a madre.

Tender la teta entre rampas de algodón.

Y dormitar por siempre en ese lecho

de muerte blanca. 

 

Un payaso deambuló mi vida,

acarició mis tristezas.

Rozó débilmente mi cuerpo

extasiado en vida.

Recordó mis formas,

memorizó mis mejillas,

rozó mis pestañas de abedules.

Se extasió hasta el amanecer.

Y lloró, hasta quebrarse en mi pestaña

enredada en tristezas. 

 

Te vi jugar desde la rampa del dulce.

Tus uñitas jugaban a los barcos,

que prófugos recorrían aguas desconocidas.

Y a pesar del cansancio,

dormité en tu espalda

y navegué océanos desconocidos.

Las astas esparcían caramelos,

mientras nadábamos al son de la sirena.

Y tus muslos se enredaron con los míos

y tus pómulos bailaban de alegría.

Y salté la rampa del juego,

mientras los dulces empapaban

nuestra llegada al puerto. 

 

Escribo para no volverme loca,

para desmenuzar el cerebro con cerezas

y plantarlo en racimos de alelíes.

Escribo para no despertar más,

para perderme en alguna letra,

tomar la valija con ella y

cruzar el horizonte del papel blanco.

Escribo hasta que el dedo sangre

entre heces y desperdicios humanos,

entre cuerpos enloquecidos

por salir de si mismos,

entre dedos que penetran fronteras

que nos separan de los muertos,

mientras dibujo flores entre mis letras.

Mientras las margaritas y las calas

me albergan mas allá  del paraíso. 

 

Y trepé los albergues de la sinrazón.

Deambule entre el miedo cobarde,

que me invade, que me mata.

Miedos que rozan nuestro cuerpo,

hielan la sangre, miradas

que mutilan mis ojos y

rompen mis pestañas.

Hielos que se desprenden

de mi vida,

miedos que no atrapo,

porque están mas allá

de mi alcance. 

 

Hoy escribo para un escarabajo negro

que habita en mi pieza.

Guardamos una mosca en un papel amarillo

entre mi sobrino y yo.

Y las difuntas moscas pasearon

por la ventana de mi pieza.

Y el negro invadió mi cortina,

y mi alma se apeno,

como un niño que se apena

por su juego disímil,

y las palabras morían

como mueren los abedules en verano,

como mueren los escarabajos negros,

como mueren los asiáticos,

como el hielo,

como el alba. 

 

Y si el encanto de permanecer inerte,

Cual mariposa azul, danzando entre la luna.

Mi bruma se aquieta, mi llanto dilema.

Si Santi besara mi mejilla cual príncipe

Deambulando por la oscuridad de la vida.

Anido un paraíso más allá de las mejillas olvidadas,

Más allá del perfume de sus manos con olor.

A galletas, chupetones, a marcadores.

A inventarse un mundo de juguete mientras

El pájaro azul cruza la vida. 

 

Un niño débil cae cual papel de mariposas,

Entre despojos de guerras y adoquines.

Un rostro mutilado, cegado por corneas

que prefieren no ver la oscuridad.

Sombras y sollozos de almendros,

la locura, la desesperación, la muerte verde.

Una madre arrodillada ante sus hijos,

que cobija   mansamente, entre abedules

e iconos tornasolados de mascaras.

Y volver a levantarse, mustio, entre la arena pegadiza,

entre el recuerdo, el sonido, el temblor del miedo y la soledad.

Pero recordar que no estamos solos,

que basta levantar la mirada,

ver la noche, el día, las estrellas.

La sencillez de la vida, y cerrar los ojos,

Respirar unas magnolias y tenderse en la hierba fresca

mientras la luna acaricia nuestra piel de acá a la eternidad. 

 

Navegar por esta vida en un barco de papel,

arrastrarse entre arenas movedizas,

recoger los huesos desmenuzados por el polvo de la vida.

Elevar la cabeza al cielo, deslizar una pestaña

entre lágrimas de amor, entre un cuerpo pesado,

sentir su perfume a rosas frescas, recién cortadas.

Dibujar su cuerpo en el mar, navegar,

desplegar las alas, abrirse a la vida.

A pesar de los naufragios, de los pesares,

esperar al hada madrina, a la varita mágica,

al número cabalístico y luego soñar entre las

estrellas de la noche, que forman un barco

elegante y luminoso en la noche eterna

De la vida

 

Hoy el mar me abraza, me acaricia,

Con sus leves susurros al oído.

Me adormece embriagándose de recuerdos.

Su delicada espuma,

Juguetea con mis pies.

Mi oreja busca el sonido de su canto,

Sus susurros, su piel,

Sus pies penetran en lo hondo de la vida.

Hoy el mar me abraza, me acaricia,

Hasta que la luna

Me envuelve en su blancura. 

 

Una pestaña negra

Quedo enganchada en mi taza.

Intentaba despegarse, pero no podía.

El ojo, eterno amante nocturno,

La alcanzo con su mirada, se enamoro.

Los labios sonrieron, se besaron confundiéndose

En la noche blanca,

Con un barco azulado encallado

En perlas escarlata.

Perdiéndose entre mis pechos, embriagados

En mi vida. 

 

Si el naranjo susurrara al fresno,

el fresco aroma del naranjo

Si el zumo del limón cayera lentamente

Como acariciándolo, impregnándolo de vida.

Tus pupilas embrujadas invernaran en mis ojos,

Adormecieran mi llanto,

Cobijaran mi aliento,

No me dejaran, no partas,

no me dejes vacía

Cual ultima lagrima muerta

A lo largo de la vida.

Por María Beatriz Burroni

 

Si quieres aprender a escribir, inscríbete ahora gratis  en nuestro Taller Literario haciendo clic aquí.