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El sentirse infiel

Hombres y mujeres no engañan igual… ni reaccionan igual ante la infidelidad

El hecho de sentirse infiel provoca en las personas variadas respuestas. Considerando el género. Para los hombres la clásica sensación que acompaña a la infidelidad es el sentimiento de culpa. La culpa esta directamente ligada a la concepción que se tenga de las relaciones de pareja.  

Para algunas personas de cosmovisión altamente religiosa, donde la infidelidad es mostrada como un pecado, el sentimiento de culpa es mayor, pues no se es sólo infiel a la pareja sino al credo religioso al que está adscrito.  Para otras personas el juicio social sobre su proceder es el que genera más sentimientos de culpa.  

Pensar que alguien cercano del entorno familiar o laboral sepa de la infidelidad, provoca sentimientos de culpa, pues se convertirá el sujeto en objeto de censura y presión para que desista en seguir con esa relación. El temor a perder estatus en un trabajo cuando se está en relación de infidelidad con una compañera de labores también genera sentimientos de culpa.  

El dedicar tiempo y recursos económicos a una amante también genera sensaciones culposas. Las reacciones en las mujeres suelen ser distintas. La percepción de la infidelidad que vive pasa por sentirse; llevadas, conducidas de la mano a una aventura, donde solo encontraran momentos de disfrute.  

Los hombres asumen la infidelidad como una aventura también, que sin embargo es a la vez una empresa. Conquistar-seducir-mantener. Una vez conquistada la pareja alternativa, hay que esconderla, invertir en ella, darle tiempo y satisfacer no solo sus ansias amatorias sino necesidades de todo orden.  

Mantener en el tiempo una relación de infidelidad no sólo le cuesta al hombre la tranquilidad, sino bastante dinero. Las mujeres que entran en una relación de infidelidad suelen renacer, al sentirse deseadas, amadas por otra pareja.  

Empiezan en un inicio a querer mostrarse más bellas, acuden a los gimnasios, los salones de belleza, las tiendas de ropas, todo para lucir más atractivas. Sienten revalorar su autoestima por la insurgencia de una provocación amorosa que se atreve al juego de la seducción a pesar de saber que la persona tiene pareja. Esto es muy valorado en el fondo de una psiquis hambrienta de afecto.  

La culpa muchas veces, por no decir en general, está asociada a un nivel de ansiedad permanente, que con el tiempo se logra asumir como parte de la personalidad del infiel. El tiempo hace que la ansiedad sea mejor manejada, cuando cree por ejemplo el hombre, que tiene en control de las cosas con ambas mujeres.   

La ansiedad en las mujeres es más difícil de controlar  y es uno de los indicadores que hace que se ponga en evidencia. Tanto hombres como mujeres sienten varios tipos de temores durante el curso de su relación de infidelidad. El temor común de ambos es ser descubiertos por sus respectivas parejas.  

Ese temor permanente también pone su cuota  en la ansiedad  que caracteriza el “status infidelis”. Hay temores, sobre todo de parte del hombre de procrear y no saber predecir la actitud de su amante que puede comprometer su relación de pareja formal o su matrimonio.  

Hay temores que la relación se haga dependiente y surjan los celos de parte del amante con respecto al esposo(a) y esto pueda provocar reacciones insospechadas y hacer que se descubra la relación.  Toda esta gama de temores lleva a la larga a la pareja a una situación de incomodidad y desgaste, traducido como pérdida de la tranquilidad.  

Otra sensación típica de la infidelidad es la frustración. La frustración del amante de no poder salir a gritarle al mundo que se ama a tal hombre o tal mujer. Vale decir, en actos más prosaicos, salir al cine, aun teatro un restaurante público, de paseo de viaje.  

Aunque muchos lo hacen, siempre pende sobre ellos como espada de Damocles la posibilidad de ser reconocidos y descubiertos por alguien. Esta frustración lleva a adaptarse a vivir bajo la sombra o reaccionar con hostilidad y procurar la definición, que el amante espera. La ruptura del vínculo formal con la pareja.  

He tomado nota de un caso de amantes que raya todo lo imaginable. La relación va a cumplir 30 años. La amante recibe a su amante en su casa y la interacción amorosa sólo se ha llevado a cabo en ese recinto. Esta pareja nunca tuvo la oportunidad de estar juntos en un parque, una calle o algún lugar como en  veinte años.  

Pareciera que en estas relaciones infieles de larga data hay un acostumbramiento a un estilo de vida muy particular, cuya  característica  central es el renunciamiento a la vida en pareja. Esta renunciación a la vida en pareja parece ser la miel que encuentran los amantes en su relación y la que los hace persistir a pesar de tener, casi todo en contra.  

En los hechos llegan a comprender un principio de este tipo de relaciones: la relación de amantes es la relación “perfecta para una pareja. Se encuentran sólo para ejercer el amor en todos sus niveles: racional, emocional, físico. No hay que tolerar enfermedades, malhumor, vidas en común, responsabilidades,  etc. Esta, creo, es una de las razones porque el “status infidelis” goza aún de buena salud. 

¿Que motiva a hombres y mujeres a ser infieles?  

Obviamente hay una carga  del aprendizaje consustancial al desarrollo de la naturaleza humana. La necesidad de supervivencia de la especie condicionó naturalmente a los hombres a embarazar a cuanta mujer se le cruzara en el camino. La mortalidad infantil en esas épocas ha debido ser sencillamente enorme.  

La civilización a través de sus innumerables culturas ha socializado y legislado la relación de hombres y mujeres. Algunas han sido francamente permisivas y otras restrictivas. La institucionalización del matrimonio en la tradición occidental y cristiana con la admonición de la Iglesia le ha dado carácter sacro al vínculo matrimonial, por tanto la infidelidad es vista como pecaminosa. 

En términos más actuales sin embargo, las personas que entran a pisar los siempre inciertos  terrenos de la  infidelidad, lo hacen por muy distintas y hasta contrapuestas razones. Aquí no valen generalizaciones, cada quien tiene su razón y justificación adecuada.  

La mayoría de los hombres infieles son quienes sufren de algún modo y de cierto grado lo que se ha dado en llamar “donjuanismo”. Sabemos que son personas adictas a coleccionar, nunca desarrollan afectos profundos y las relaciones son más que pasajeras. Siempre en busca de lo más difícil y ciertamente una mujer con pareja tiene para el “donjuan” un valor agregado.  

La rutina de una relación con una mujer que ha perdido el optimismo y la alegría de vivir, el deseo de renovarse y sorprender a su pareja es otra causa que lleva a los hombres a buscar otra alternativa amorosa. La pérdida del amor, pero no del vinculo es otra razón por la que se busca, con afán el amor en la calle.  

La necesidad de los hombres maduros entre 45 y 60 años, de sentirse aún capaces de amar, de ser admirados y aceptados como pareja de alguien es una causa por la que llegan a conseguirse una amante, siempre mucho más joven, que actúa como  una especie de conjura a la vejez.  

Las mujeres también tienen sus razones y van desde la perdida de interés de sus parejas por ellas, las necesidades de cambio, La necesidad de sentirse valoradas, deseadas, queridas. Las necesidades económicas empujan a una gran parte de mujeres a ser infieles. LA falta de comunicación y la privación de buen sexo es otra de las razones.  

Las infidelidades de las mujeres a diferencia de los hombres siempre están comprometidas con afectos, los hombres no necesariamente, a ellos les basta diversidad en la sensación erótica, aunque reconocen que los orgasmos siempre serán los mismos. 

Los efectos de descubrir la infidelidad son siempre catastróficos emocionalmente y también son los hombres quienes sufren más de sus efectos. Las mujeres toleran, casi en buen pie, una situación de estas. Quizá la mujer esta más socialmente condicionada a tolerar las infidelidades, mientras que los hombres inmersos en el machismo  visceral o “light” hacen cuestión de estado por este tema.  

La recuperación de la confianza es un proceso no exento de dificultades. Es casi como la recuperación del desamor. El sentimiento de  sentirse traicionado provoca en la personas una inmediata baja del concepto de si mismo (autoestima) la pregunta clásica que se hayan los engañados es:  

¿Qué tiene ella (el) que no tenga yo?  

La repuesta que no consiguen vislumbrar es simplemente el hecho de ser diferente: somática, emocional o intelectualmente. Para los hombres la recuperación de la confianza es algo que casi nunca se logra, pues recién descubierta la infidelidad se da cuenta que su pareja está emocionalmente comprometida  y  eso tardará mucho, mucho más en olvidarse.  

Cuando una mujer procesa la aceptación de la infidelidad tiene entre sus alternativas la idea de venganza, que la prepara a hacer lo mismo. La hace muy vulnerable a situaciones de seducción.  

En resumen la infidelidad en la pareja, el adulterio en el matrimonio trae consecuencias que llevan en gran cantidad de casos a las separaciones o el divorcio o cuanto menos a una pérdida de confianza difícil de recuperar con una merma considerable en la calidad de la relación de pareja. 

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