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Don Ramón de Almagro, el poeta del subte

Durante muchos años mi esposa y yo fuimos almaceneros, de allí eso de Doña Elsa y Don Ramón. Como muchos otros, debimos cerrar el almacén, al quedar sin trabajo, sin nada. A los 62 años, comencé el secundario, y allí en el colegio encontré la poesía. Cuando sólo tenía escritos siete poemas, ante la necesidad que siempre tiene cara de hereje, comencé a vender mi poesía en el subte…

Desde
hace 60 años que vivo en Almagro, anduve por Peron y Bustamante donde me hice
de San Lorenzo a los 6 años, luego viví en un conventillo de Humahuaca, estudié
en la escuelita de Bustamante donde algún día si Dios quiere voy a ir a
hacerles una charla sobre poesía a los chicos, cosa que ya he hecho en otros
colegios pero no en el mío tan querido, actualmente vivo en Acuña a 1/2 cuadra
del mercado de las flores, me encantaba el pasamanos de la placita, el fútbol
me enloquecía pero siempre fui un tronco.

En
el colegio de Bustamante la Maestra de 3º me regalo un libro que guardaba con
cariño pues fue un premio, pero ahora que ya no lo tengo me doy cuenta que fue
una premonición, se llamaba el "niño poeta" y bueno, a los sesenta y
pico me hice poeta.

El
Conventillo del Abasto

Oh
que orgulloso me siento
esta mañana de Mayo
llevando sobre mi pecho
el color azul y blanco
el color de la bandera
que flamea allá en lo alto
recordando la grandeza
de los próceres de Mayo

Estos versos los aprendí cuando era chico, pero no los aprendí en el colegio
ni en mi libro de lectura, los aprendí de Carlitos el chico de la pieza de al
lado del conventillo de la calle Humahuaca, donde vivíamos, Carlitos siempre
estaba encargado de decir versos porque iba al colegio impecable con el delantal
blanco bien planchado y el jopo peinado con gomina, para aprender esos versos
Carlitos los repetía en voz alta yendo y viniendo por el patio del conventillo,
por lo general junto con él, los aprendíamos todos los de la casa, de Carlitos
también recuerdo un pedacito de otro versito que decía así, "French y
Berutti capitanean la gente joven que se aglomera" , la que también ponía
un versito para las fiestas patrias era doña Alicia, doña Alicia había
llegado al conventillo con un señor que al tiempo se marchó a comprar
cigarrillos y nunca más volvió, de ella también se comentaba que tenía una
hija grande, el comentario siempre era en voz baja, porque parece que la chica
era de un señor anterior y no del que se fue a buscar los cigarrillos, esto de
la hija siempre fue un rumor porque nunca se la vio por el conventillo, al menos
en los años en que yo viví, bueno el versito que decía Doña Alicia era así
" En el pecho de lo niño un pájaro poso el vuelo un pájaro pequeñito
del mismo color del cielo" siempre se sonreía cuando decía "de lo niño"
yo me imaginaba que se acordaría de la hija cuando era chica, que seguramente
sería ella la que habría dicho el verso así, yo me imaginaba pero nunca decía
nada, pues desde chico me di cuenta, como se dan cuenta todos los pibes, que había
cosas de las cuales nosotros no podíamos hablar, el versito la verdad era
hermoso, todos entendíamos en seguida, que se trataba de la escarapela cuando
hablaba del pájaro en el pecho, decía unas palabras y quería decir otras, con
los años aprendí que eso era lo que se llama metáfora, hablando de versos
también recuerdo que en la radio del papá de Carlitos, que era el único que
tenía radio en el conventillo, escuchaba a Hector Gagliardi que recitaba unos
versos que hablaban de la guerra y de los chicos que en Europa pasaban hambre,
me acuerdo un poquito, era más o menos así "Y que hace frío y que hiela
y que no tienen ropita que donde estaba la aldea con la capilla chiquita nunca más
en noche buena llamará la campanita, y vagan por los caminos buscando lo que no
encuentran con los ojitos hundidos y los piecitos con grietas, vencedores y
vencidos los arrastró la tormenta y el viento de los caminos arrastra sus almas
muertas, y cae la nieve en Europa y lo que toca lo aquieta es el traje de una
novia que esperando quedo muerta" y ahí me di cuenta la suerte que había
tenido yo de nacer en la Argentina, era como un milagro como una bendición que
me había dado Dios, un regalo, un regalo especial que Dios me había hecho, y
me sentía tan orgulloso de ser argentino, yo que iba a pasar hambre si mi vieja
me preparaba unos pedazos enorme de pan con manteca y encima, encima le ponía
azúcar.

¿Y la ropa? Si hasta tenía un pantalón sin estrenar, me lo había
regalado mi madrina para mi cumpleaños, miren lo que me vino a regalar, un
pantalón y eso que yo la había llevado a la vidriera de la juguetería donde
había un hermoso revolver de “comboy” con la empuñadura blanca como el que
usaba el muchachito de las películas, eso era lo que yo quería y más bronca
le agarré al pantalón cuando la escuché a la vieja que le decía a mi madrina
"el pantalón lo tengo guardado para cuando lo lleve al nene al doctor
porque lo quiero hacer operar de la garganta".

A mi papá nunca lo veía, se iba a la mañana temprano y volvía a la noche
cuando yo ya estaba dormido, en cambio el papá de Carlitos trabajaba nada más
que a la mañana en un frigorífico donde era matambrero y ganaba muy bien, yo
pensaba que ellos eran ricos porque tenían la radio, eran tucumanos, la
tucumana hacía unas empanadas riquísimas. Siempre le sobraba relleno que comíamos
los chicos con una cuchara grandota de madera, al padre de Carlitos siempre lo
recuerdo, se sentaba el gordo en la puerta de calle con su camiseta blanca, y la
tucumana le cebaba mate iba y venia por el zaguán, el gordo leía el diario y
le gustaba vernos a los chicos jugar a la pelota, la calle Humahuaca era una
calle muy especial, terminaba o empezaba ahí a unos metros de la casa contra el
Mercado de Abasto, a la noche llegaban los camiones con la mercadería, a la
madrugaba los minoristas la cargaban en los carros y al medio día, después que
la parte mayorista del mercado se cerraba venían unas máquinas que lavaban la
calle, quedaba todo limpito hecho un espejo, y de ahí hasta la noche la calle
era nuestra, para los chicos, como jugábamos a la pelota a veces la pelota era
de goma otras de trapo pero que importaba para gritar gol todo servía, un día
me acuerdo, apareció una verdadera pelota de fútbol, la trajo uno de los
pibes, no recuerdo quien era lo que recuerdo es que cuando le preguntamos quien
se la había regalado, nos contó que se la había conseguido un tío, que lo único
que había que hacer era escribir una carta a la Sra. Eva Perón, calle Perú
190 poner adentro del sobre nuestro nombre y dirección y en poco tiempo nos
mandaría la pelota, me fui corriendo a la pieza repitiendo Perú 190 el nombre
de Evita era fácil de acordarse, agarré la cartera del colegio y en la
contratapa del libro de lectura anoté Perú 190, pero yo siempre fui así pensé
hacer tantas cosas que al final nunca las hice, quizá era que había que
comprar papel sobre y la estampilla, si el viejo no hubiera trabajado tanto o si
hubiera tenido un tío cerca la cuestión que nunca escribí y los otros chicos
tampoco y al final con una sola pelota podíamos jugar todos, la cuestión que
ese día que apareció la pelota me perdí de ir al cine y eso que ya tenía el
vale que me había ganado repartiendo programas, pero era tan lindo patear una
pelota de verdad…


Un día el padre de Carlitos me dijo que había conseguido un trabajo nuevo para
la tarde, que era en un taller de cromado, que le iban a pagar muy bien y que
con esa plata se pensaba comprar un terreno y edificar una casa, el gordo estaba
contento, en los primeros días de trabajo se cromó todas las llaves, hasta
cromo unas monedas que quedaron preciosas, pero después ya no se si servían
porque tenían un color distinto a las comunes, a mi me cromo un tornillo
grandote con tuerca y todo, que había encontrado en la calle, quedó precioso
lo tuve mucho tiempo, hasta que un día creo que me rompió el bolsillo y lo
perdí, ahora me acuerdo que una vez se lo mostré al Zurdo y quedó fascinado,
le conté que me lo había cromado el papá de Carlitos, ¿Quién es? me preguntó
y cuando se lo dije exclamó "El gordo de la camiseta blanca, con razón no
lo veía más, me dijo y agrego yo creía que se había mudado, siempre que hacía
una buena jugada, un caño, una chilena una palomita o un golazo, yo lo miraba y
el gordo, el gordo me sonreía, que lastima que no está más", y sí nos
habíamos quedado sin el espectador, yo ni me había dado cuenta porque siempre
fui un tronco jugando a la pelota, pero al zurdo que era el mejor de todos, el público
le hacia falta quedó triste el zurdo.

De Carlitos y del padre la verdad que ni me acuerdo si se hicieron la casa,
porque los que se fueron, fuimos nosotros, un día mi papá que nunca aparecía
durante el día, apareció y nos dijo, tenemos que ir a la escribanía, compré
un departamento, vas a tener una pieza para vos solo me dijo y mamá va a tener
una cocina para ella sola, va a estar tranquila.

El departamento era antiguo en un tercer piso por escalera y no tenía patio,
solo un pasillo angosto, yo tenía una hermosa pieza, pero era la pieza más
aburrida del mundo, la calle era sucia y llena de tráfico, los pocos chicos que
había no podían jugar a la pelota.

Aunque no quedaba muy lejos de mi antiguo barrio, nunca más fui a la calle
Humahuaca siempre pensaba ir pero yo soy así pienso pero no hago las cosas, por
eso con esa mudanza me quedé sin amigos y nunca más los hice, mi vieja como
tranquila estaba tranquila, aunque en el conventillo siempre la había visto
bien, la recuerdo cuando se secaba las manos en el delantal y se acercaba a la
puerta de la pieza de los tucumanos a escuchar la novela del negro Faustino, era
tan lindo cuando escuchábamos todos juntos y nos reíamos.

Y sí con el tiempo me di cuenta que había perdido muchas cosas cuando nos
mudamos del conventillo, pero algo me quedó de aquella época, un montón de
recuerdos y ese orgullo, esa alegría inmensa de ser argentino.


En el pecho de lo niño
un pájaro posó el vuelo
un pájaro pequeñito
del mismo color del cielo.