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Consecuencias psicológicas de las lesiones deportivas

Cómo hacer para que tu lesión por la práctica de un deporte no se convierta en un problema emocional


Si bien los servicios de urgencia acostumbran a ver más jóvenes que adultos
lesionados, también los adultos suelen rebuscárselas para procurarse una buena
dosis de daño físico y acudir al hospital.


Este es sólo un pequeño ejemplo de las consultas llegadas a un servicio de
guardia médica en las últimas semanas: Un deportista se rompió la rodilla
durante una práctica y no sólo se perdería el resto de la temporada, sino que
sus vacaciones también deberían ser canceladas.

Un hombre de unos treinta y
pocos años llegó con un severo dolor en el hombro que no le permitía jugar al
tenis, y que tampoco le permitiría jugar por un largo rato. Otro tuvo un
accidente de bicicleta que tuvo penosas consecuencias para su dentadura.


Cada uno de estos individuos presentó respuestas únicas a sus lesiones,
reflejándose éstas tanto en sus personalidades como en sus historias de vida.

Algunos, incluso, presentaron severos casos de depresión. Hubo uno que agravó
una lesión menor al ignorarla en un primer momento. Y hubo otro que se vio
desbordado por sus sentimientos de ira.


Estas reacciones tienen sentido si se las analiza desde el punto de vista de lo
que la lesión física significa psicológicamente para la persona.

Lo que se ha
vuelto claro a lo largo de los años es que nuestra manera de tratar con
nuestro cuerpo no sólo puede impactar en cómo sanamos, sino en nuestro estado de
ánimo durante el proceso de curación.


A continuación, te ofrecemos algunas sugerencias para evitar que una lesión
física se convierta en una emocional:


Habla con tu familia


Es de gran importancia la respuesta familiar hacia la lesión. Tu lastimadura
puede afectar a otros miembros de la familia más de lo que crees.

Ellos podrían
preocuparse por ti y no saber cómo expresarlo. O, como me ocurrió durante el
verano en que mi marido se estaba recuperando de su tobillo, tus familiares
podrían sentir que su propio dolor no es reconocido.

Cualquier cosa que ocurra,
sea lo que sea, se encuentra abierta a discusión y puede ser manejada con mayor
facilidad y menos daños colaterales, si es con la ayuda de la familia.


Intenta comprender lo que la lesión significa para ti


Algún tiempo atrás, un estudio reveló que el dolor físico es mucho más fácil de
olvidar que el dolor emocional. Pero cuando las cuestiones del
cuerpo se
convierten en cuestiones emocionales, entonces se estampan en nuestra psiquis.

Para algunos de nosotros, el dolor físico representa una incapacidad de cuidar
de nosotros mismos, y esto quiere decir que somos débiles.


Una técnica del manejo del dolor es intentar concentrarnos en otras partes de
nuestro cuerpo; desde luego, en esas que no duelen.

Esto puede ayudarte cuando
te sientas absolutamente desbordado por una lesión. Intenta pensar en aquellas
cosas que puedes realizar a la perfección.

Siéntete orgulloso de ti mismo.
Recuerda que eres mucho más que tu momentánea discapacidad.

Asume la responsabilidad sin echarte la culpa


En un estudio sobre rehabilitación en lesiones deportivas, un psicólogo social
británico, y sus colegas descubrieron que la autocrítica interfería con el
proceso de curación, mientras que asumir la responsabilidad para la
rehabilitación lo favorecía. Desde luego, esto es mucho más sencillo de decir
que de hacer.


La auto-recriminación es difícil de evitar, especialmente cuando una lesión
ocurre por algo que hicimos o algo que no hicimos (como andar en bicicleta sin
casco, o correr sobre tacos aguja para alcanzar el ómnibus), pero lo cierto es
que en la mayoría de los casos no nos lastimamos en forma intencional, ni en
forma subconsciente. Y volver sobre nuestras fallas una y otra vez seguro que
no va a ayudarnos a encontrar un camino para salir adelante.


En forma simular, encontrar un camino para no perder fuerzas, incluso cuando nos
creamos desamparados, es extremadamente difícil pero igualmente importante para
el proceso de sanación.

Apóyate en los amigos y la familia (pero no demasiado)


Buscar ayuda, dejar que otras personas sepan cuán vulnerable te sientes no
quiere decir que te conviertas en una carga o desarrolles una dependencia
perniciosa.

De hecho, la fuerza genuina está en reconocer nuestra necesidad por
los demás. Si estás preocupado sobre tu dependencia de otras personas, y crees
que ésta va a exacerbarse, pues abre el diálogo.

Habla acerca de tus
preocupaciones y tus consideraciones, e invítalos a decirte lo que sienten.
Busca formas de mejorar aquellas cosas que puedes hacer por cuenta propia.

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