Si hay un lugar al que uno no puede dejar de ir si pasa por Italia, es Venecia.
Con sus joyas arquitectónicas, sus canales donde se pasean las famosas góndolas,
hasta las iglesias y los paisajes y su gastronomía, todo es digno de visitar en
esta ciudad italiana.
Por ejemplo se puede empezar a la tardecita, cuando la noche de verano empieza a
llegar, sentándose en una de las mesas de la amplia calle de la Osteria al
Bancogiro, a pocos metros del Rialto. Este viejo edificio construido en 1514
tiene el encanto de conservar su aspecto original.
Recorriendo las villas del Véneto comienzan a sonar los violines que asugieren
el canto de la Primavera una de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi. Porque la arquitectura
que ofrece Venecia también es música.
Esto se comprueba en los edificios de Padua, la ciudad de las ciencias, en cuya
Universidad se establecieron las bases de la física moderna en el siglo XVI.
También se puede sentir en Vicenza la ciudad teatro del Renacimiento que debe su
estilo al genial Andrea Palladio, un escenografo de la realidad.
Y ni que hablar de Verona, con su centro histórico, el Castello Scaligero y sus
plazas rodeadas de fachadas increíbles, el precioso anfiteatro La Arena y la
Piazza Bra, rodeada de cafés.
En ese lugar fue donde Dante Alighieri escribió parte de su clásico La Divina
Comedia y un tal Luiggi Da Porto contó por primera vez la dramática historia de
odios entre las familias de Romeo y Julieta, que luego William Shakespeare llevó
a la inmortalidad.
Por otro lado están las famosas villas. A diferencia de las casas de descanso
romanas y florentinas las villas de Palladio están rodeadas de campos y viñas
cuya explotación y producción de alimentos para las grandes ciudades daba
cuantiosos beneficios.
El Véneto italiano es un acabado muestrario de la naturaleza. Tiene mar,
montañas, lagos, valles y como adicional la maravillosa Venecia y sus
espectaculares canales.