El viejo refrán es una acertada introducción, como guía para internarse en las
rutas del país milenario a través de sus distintos paisajes, climas, costumbres
y culturas.
Los itinerarios que podrían proponerse dividen a la república Popular China en
cuatro regiones: el noroeste, en el límite con Rusia, con inviernos nevados y
juegos de nieve; el este, con Shangai, la ciudad más grande del país, hermanada
con Rosario; el centro, que resguarda las viejas capitales feudales con sus
reliquias históricas, el sudoeste con la mayor cantidad de minorías étnicas que
conservan tradiciones ancestrales, y el oeste, con majestuosas montañas que
delimitan la frontera con India y Rusia.
China tiene una historia de más de 5 mil años y los rastros más antiguos de esa
historia se concentran en la zona central del país. En ese sitio se hallaron los
escritos más remotos, los primeros calendarios agrícolas y bronces milenarios
junto a herramientas para la agricultura.
Los once siglos anteriores a la era cristiana tuvieron la misma zona como centro
de la organización feudal. A esos tiempos se remontan los primeros tramos de la
Gran Muralla, que los pequeños reinos construían para defenderse de los ataques
de las tribus nómades. En el 700 AC, el primer emperador ordenó unificar esos
tramos en un continuo de más de 7 mil kilómetros.
El centro del país es también la cuna de los guerreros de Terracota, un ejército
de tamaño natural tallado en arcilla que acompañan el mausoleo del primer
emperador de Xian. Una de las teorías es que cada uno de ellos está tallado a la
imagen de un soldado muerto "para dar memoria y trascendencia a ese soldado".
Algunos sostienen que la idea de crear esa réplica podría surgir de una
inquietud del emperador ante su propia muerte y trascendencia.
Sobre el final de ese período y el comienzo de la era cristiana comenzó el
intercambio de China con países como Persia y Rusia y la introducción del
budismo, que dejó su rastro tanto en la fe como en la iconografía y la
arquitectura, a través de sus templos.
Los 1.300 millones de personas que habitan China descienden de más de 56 etnias,
entre ellas los mongoles, tibetanos, y coreanos. Esa riqueza cultural, que se
trasluce en las fiestas, también se expresa en la culinaria con diferentes
gustos en las distintas regiones. Al norte, con comidas más pesadas, fuertes y
saladas; al este, ligeras y dulces; o al sur, con platos picantes y húmedos,
explicó el consejero, que rescató la culinaria como una de las artes más
representativas de un país y sus culturas.
Las fiestas, ligadas al calendario lunar, representan en China una ocasión de
encuentro y el momento de revivir costumbres tradicionales. Una instancia de
comunicación que provoca un aluvión de viajeros hacia sus casas natales.
El año nuevo, en el comienzo de la primavera es un momento de unión y felicidad,
para despedir lo viejo y desear y esperar lo nuevo. La primera luna llena
después del cambio de año se realiza la fiesta de los faroles. Las familias los
colocan en las puertas de sus casas y a la noche salen a ver la de sus vecinos.
Las puertas también llevan enigmas escritos y si los vecinos aciertan son
convidados con dulces.
El dragón, una especie de totem, tiene su fiesta el día quinto del quinto mes
con competencias de barco que reproducen la forma del emblemático animal. El
otoño celebra las cosechas con tortas y frutas.
Pero toda la belleza de China es imposible de capturar a través de una charla o
en fotografías.