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Siempre tengo deseo sexual, o: los hombres, ¿están mintiendo…?

Hace unos días conversaba con un grupo de varones entre 20 y 25 años. No obstante conocer acerca de las diferencias genéricas que marcan a mujeres y hombres, cinco de ocho remarcaron su masculinidad infalible al decir que siempre tienen deseo sexual. Pero, ¿será cierto? 

El deseo sexual de los hombres  

Las mujeres sabemos que los hombres mienten cuando ellos se afanan por maximizar sus necesidades sexuales. Cuando dicen así, con toda tranquilidad que siempre tienen deseos sexuales. Sabemos que son alardes del “macho” que necesita  afianzar su potencial sexual, no solo hacia su yo interior, sino hacia fuera, es decir,  haciendo públicas tales ostentaciones.    

Me dediqué a observar la mirada de los jóvenes con quienes conversé buscando un ápice de contradicción en el fondo de sus pupilas. Insistí una y otra vez para que dejaran a un lado todo el arsenal de prejuicios heredados y fueran totalmente sinceros acerca de ese “siempre”  tan rotundo. Pero nada saqué en concreto.  

No puede ser que un hombre “siempre” tenga deseos sexuales porque tendría que actuar como una especie de robot que penetra y eyacula sin más ni más. Las mujeres no queremos a este tipo de hombre que se comporta como un orangután que se nos abalanza encima y en tres minutos, ya terminó la fiesta… ¿qué fiesta?  

Y el deseo sexual de las mujeres 

El placer sexual no es puro instinto animal. Requiere de un encuentro erótico donde haya una conexión emocional, un sentimiento de agrado. Dicen las abuelas que: “Lo que no entra por los ojos…” Y en parte tienen razón. Si una mujer no atrae a un hombre y viceversa, es difícil que puedan tener un encuentro sexual que les deje alguna satisfacción emocional.  

La sexualidad humana es fuente de placer y bienestar psíquico cuando anda de la mano con sus aliados imprescindibles: el amor o al menos el enamoramiento, la confianza, el respeto, la solidaridad… 

Sin embargo, la masculinidad hegemónica todavía marca a numerosos hombres. Siguen identificándose con un modelo que no suele postergar una relación sexual ocasional con una mujer desconocida. Tales actitudes un tanto suicidas, los ponen en riesgo muy a menudo de contraer cualquier infección de transmisión sexual, incluido el VIH/ sida.  

Los mitos que rondan la sexualidad masculina requieren de una reelaboración a nivel consciente, no solo para evitar los peligros que acechan en esos encuentros sexuales sin garantías, sino para que ellos mismos disfruten de una sexualidad más segura y enriquecedora.  

Tales placeres no se logran alcanzar cuando el hombre sigue moviéndose en el círculo vicioso de los lastres sexuales y las exigencias. Resulta una carga pesada para todo varón considerar que siempre debe tomar a su cargo la relación sexual.  

El sexo no es responsabilidad del hombre ni de él depende su calidad. ¿Cuántos chicos se inician en el sexo creyendo que sobre sus hombros (o sus genitales y habilidades, mejor dicho) descansa la excitación femenina y la suya propia?  

El miedo a fallar, los problemas de erección,  se convierten en pesadillas masculinas a partir de criterios erróneamente asentados en la mente de los hombres. En su mundo interior, los temores acechan, como ese tan frecuente de  creer que en el lecho, no se comporta a la altura de la situación. Se siente examinado por la pareja, enjuiciado, valorado. Teme no ser considerado aceptable, experto o que no es capaz de dominar su comportamiento erótico.  

Este miedo refleja la inseguridad latente de muchos varones hacia el rechazo y fracaso por carecer de “técnica” o considerar  poco efectiva la que usa, sin percatarse que el amor y el acercamiento sexual no es asunto de técnicas sino de ese juego de improvisaciones al calor de lo que se va sintiendo por la otra persona.   

La cuestión es sentir y hacer sentir simplemente, dejarse llevar por el deseo que envuelve y neutraliza los miedos y las disquisiciones filosóficas. Hasta que no se sientan y se piensen más desprejuiciadamente,  los hombres seguirán alardeando y nosotras seguiremos  haciendo que les creemos cuando, en verdad, sabemos que están mintiendo.  

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