Con los dividendos en efectivo los ahorristas tienen un mejor control sobre sus
fondos. Saben que reciben la renta conservando, en general, el capital.
En cambio con una acción que no paga dividendos, aunque sea un papel que se
revalorice, habría que vender una parte de las acciones para conseguir efectivo
con regularidad.
Gracias a las bajas tasas de interés que están pagando los bancos por los plazos
fijos, los dividendos, que llegan a superar el 2% anual en dólares, son más
atractivos.
El ejemplo de Repsol es muy claro: en enero abonó 0,20 euros por acción y en
julio otro tanto. Es decir 0,40 euros al año que a la cotización de esa moneda
en $3,60 equivaldrían a $1,44. Si se compara ese valor con la cotización actual
de Repsol, de $64,4 por acción, tenemos un rendimiento de 2,24% anual.
El dinero no es todo
Además
del efectivo que se cobra, el resultado total de tener una acción en un período
está afectado por el comportamiento del precio.
Si la acción sube, el rendimiento total se refuerza. Si baja, el saldo incluso
puede resultar negativo.
Pero a aquellos que conservan la acción, estos vaivenes no lo afectan porque
sólo les importará el precio a la hora de venderla.
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