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Chistes de vendedores

¿Le comprarías algo a estos “ases” de la venta?

Un vendedor de tomates salía a la puerta de su negocio gritando:

¡Vendo
tomates, vendo tomates!
Pero resulta que al lado había una tienda de animales
que tenía un loro muy burlón que repetía todo lo que oía, y al oír al vendedor
decía:
– ¡Vendo tomates, vendo tomates!
El vendedor, harto de que se burlara
de él, le tiró un tomate al loro dándole en un ojo y siguió gritando:
– ¡Vendo
tomates, vendo tomates!
Pero el loro seguía repitiendo:
– ¡Vendo tomates,
vendo tomates!
El vendedor, muy cabreado, le tiró otro tomate dándole al loro
en el otro ojo, y siguió gritando:
– ¡Vendo tomates, vendo tomates!
En esto
el loro respondió:
– ¡Vendo cupones, vendo cupones!

Una vez estaba
un vendedor diciendo:
– ¡Pastillas para la felicidad!
Un señor las compra y
dice:
– ¡Pero si estas son aspirinas!
Y el vendedor le dice:
– Pero si me
las compra, me hace muy feliz a mí.

Un señor vendía empanadas y decía:
– ¡Caliente las empanadas, caliente las empanadas!
Una señora le compró y estaba fría la empanada y, le preguntó al señor que
por qué estaban frías y él le dijo que por eso:
– ¡Caliente las empanadas!

Un vendedor se dirige hacia un señor que va a viajar. El vendedor tiene en sus
manos dos grandes maletas, pone las maletas en una silla cercana y le dice:
– Mire señor, estoy vendiendo este reloj.
El señor le responde:
– No gracias, tengo reloj.
– Pero este es un magnifico reloj, mire lo que hace, y el vendedor presiona un
pequeño botón y sale una pequeña pieza musical.
El señor le responde:
– Gracias, pero tengo radio.
– Pero eso no es todo, dice el vendedor y le pide su número telefónico, y
presiona un pequeño botón y se encuentra llamando a su casa.
El señor convencido le pregunta al vendedor:
– ¿Cuánto cuesta?
– Eso es lo mejor, solo cuesta 200 pesos, dice el vendedor.
– Está bien, responde el señor.
– Mire es suyo, que le vaya bien, y se va.
En eso lo llama el señor y le dice:
– ¡Dejó sus maletas!
Y el vendedor le responde:
– ¡No, esas son las baterías!

Llama un señor a una zapatería y dice el dependiente:
– Le atiende la zapatería Blanco, ¿En qué le puedo ayudar?
– Lo siento, me he equivocado de número.
Y dice el dependiente:
– Pues venga aquí y se los cambiamos.

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