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Volviendo con un fantasma

Se afirma que cuando una mujer abandona a un flaco, nunca regresa, mientras que los novios y maridos que ella deja en el camino,  siempre andan pululando y se aparecen…

¿Será cierto?

Pregunto,  pues todos conocemos más de una señora que volvió con su ex porque lo seguía amando, o porque  sentía mucho miedo a la soledad, o porque el fulano en cuestión gozaba de un interesante patrimonio no susceptible de ser disputado tan fácilmente.

Y debe haber mil motivos más, pues cuando se habla de mujeres no pueden generalizarse los parámetros.

A cada una le corresponde un concepto distinto, y a veces lo que dedujiste de una y es real,…. veinte minutos después ya no te sirve para encuadrar…a la misma mina.

Por eso no existe La Mujer como significación universal, pero cuando hablamos del macho humano en términos genéricos, decimos sin dudar: el Hombre.

El Homo Sapiens, entonces,  si es, como animal simbólico, más que previsible, y lo que se afirma de él funciona para todos.

¿Por qué entonces, los varones pueden ser tan pesados y andar rondando cada tanto a las chicas que les colgaron la galleta, o las que ellos mismos engañaron y cambiaron por otra?

En primer lugar porque tal vez no seamos parientes directos del mono, si no del perro, y nos guste estar marcando terreno alrededor de todas las novias que tuvimos, desde la salita de cuatro hasta hoy.

Otra razón podría ser que algunos tipos sufren de reminiscencias, puramente ideales para peor, en la que la imagen de la ex se les presenta en la memoria pero no de manera real, si no como una versión pasteurizada, revisionista, sin conflictos ni ataques de histeria inexplicables, ni suegra que la acompañe.

También es bueno señalar que los varones sufrimos de una compulsión inevitable a la repetición, por algo se dice que tropezamos con la misma piedra mil veces.

Pero si habiendo un tendal de damitas solas que van desde los 18 a los 69 años, y un melancólico quiere seguir  bebiendo la misma sopa, se debe a algo más profundo aunque para nada original.

Los varones no somos como el burro que camina siguiendo una zanahoria. Esa es la apariencia.

Pero en realidad lo que nos empuja es el vacío que está atrás, y que pertenece a un tiempo preliminar y perdido en el que creímos sentir la plenitud, la totalidad del universo, un placer primigenio que tuvimos que resignar cuando nos pusieron el primer pañal. 

Desde entonces, los portadores de pito somos como los viejos televisores de la década del 50, funcionamos pero con fantasmas.

Con un fantasma, especialmente, aquel que reclama ese mundo sin carencias, esa matriz sentimental imposible de realizar.

Sin embargo, como el fantasma insiste, lo vamos posando en las caras de aquellas muchachas a las que mejor les cabe la ilusión.

Y entonces, ¿por qué no volver con la ex que sigue aceptando el hechizo? Lo contrario sería crecer, evolucionar, y seguir comiendo las empanadas del delivery.

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