Episodios de un viaje a Suiza
La salida desde nuestra ciudad, San Sebastián, estaba prevista a las cinco de la
mañana y os puedo asegurar que en la noche anterior, conseguimos dormir apenas
tres horas; no sólo porque teníamos que levantarnos hacia las cuatro de la
madrugada, sino porque nos inquietaba que a esa hora pudiéramos conseguir un
taxi que nos desplazara desde nuestro domicilio a la plaza donde paraba el
autobús. Yo había preparado un plan "B" en caso de que no consiguiéramos el
taxi.
Os lo cuento: En la víspera, entregué a mi hija la segunda llave de nuestro
coche, de manera que si me veía obligado a utilizarlo, lo dejaría en un
"Parking" cercano a la plaza, abierto las 24 horas; después le enviaría un
mensaje por el móvil anotándole las coordenadas de la ubicación del vehículo.
Luego mi hija podria ir con su marido en su coche y lo recogería a lo largo del
día; a falta del tique del aparcamiento tendría que pagar por todo un día, pero
habría merecido la pena. Pero felizmente no hizo falta utilizarlo: el taxi
acudió a nuestra llamada telefónica a su debido tiempo.
El primer día pernoctamos en la ciudad francesa de Lyon ya que el camino hacia
Suiza era muy largo. Cierto que hicimos varias paradas de descanso e incluso
para comer, pero os puedo asegurar que el viaje se hizo bastante pesado.
Como en el autobús no estaban todos los asientos ocupados, yo me desplacé al
fondo dejando a mi esposa que ocupara los dos. Ella colocaba sus pies sobre una
pequeña silla plegable de niño, poco más alta que una caja de zapatos (que
también vale si la caja es recia); la habíamos comprado en una tienda de chinos.
Nos habían indicado que este artilugio hace que las piernas no sufran tanto en
un viaje largo de autobús y, en efecto, ella me lo confirmó.
Después de hacer noche en Lyon, seguimos camino hasta llegar a Ginebra; ciudad
situada a orillas del lago Leman y al pie de los Alpes. Su magnífica catedral de
San Pedro fue, en tiempos primitivos, templo cristiano, pero posteriormente fue
elegida por Calvino como la iglesia "madre" del calvinismo.
En el lago Leman mana un chorro fuerte de agua que llama la atención. Algunos
dicen que es la representación de un falo, por la gallardía que en su tiempo
tuvieron los suizos al luchar contra ejércitos que pretendieron dominarlos.
Como es natural visitamos la Sede de las Organizaciones de las Naciones Unidas
donde pudimos apreciar, en la nueva sala “De los Derechos Humanos y la Alianza
de Civilizaciones”, el retablo del techo realizado por el pintor español Miquel
Barceló quien utilizó unos 35.000 kilos de pintura y costó veinte millones de
euros, regalo de España.
Algunos han equiparado la obra a la Capilla Sixtina del Vaticano. Yo no quiero entrar en polémicas, pero este retablo, hecho por medio de cañones lanza-masas de pintura hacia la cúpula, tiene un aspecto multicolor repleto de chorretes variopintos que caen desde el techo y no tiene nada que ver con el retablo que hizo Miguel Ángel.
Como curiosidad tengo que anotar que asisten cincuenta y tantos países del mundo en cada sesión y que todas las ponencias están traducidas en varios idiomas, pero no en todos los de los asistentes; sólo se traducen a los idiomas más hablados en el mundo como el chino, el árabe, el inglés, el español y el francés.
Otro día fuimos de excursión a las cataratas del RHIN, sitas al norte junto a
Alemania. Son las mayores de Europa por su anchura (150 metros) y con una caída
de 23 metros.
Como era de esperar, subimos a una barcaza que nos dio una vuelta por el remanso
para luego acercarnos al torrente de la catarata. De repente, nos encontramos
envueltos en una neblina de minúsculas gotas de agua que nos empaparon las ropas
y las cámaras
fotográficas.
El ruido del agua era ensordecedor e impresionante el remolino formado por la
caída. Mi mujer chillaba de angustia y pedía al barquero que no se acercara
tanto, pero he aquí que cuando llegamos al embarcadero, ella quería volver a
vivir la experiencia.
La visita a Lucerna, junto al oeste del Lago de los Cuatro Cantones, es
obligada, pues aparte de admirar el Puente de la Capilla, totalmente de madera,
que atraviesa de lado a lado el naciente del rio Reuss con la historia de la
ciudad en cada arco, es interesante ver la escultura del León Moribundo por lo
que representa:
Se dice que este monumento conmemora la muerte de unos seiscientos "guardias
suizos" que murieron en la Revolución Francesa defendiendo a Luis XVI. El león
moribundo yace sobre símbolos rotos de la
monarquía francesa.
Por las noches nos alojábamos en nuestro hotel de residencia emplazado en la
ciudad de Bulle (Toro). En el cruce de unas calles encontramos una rotonda en
cuyo pie está colocada una estatua metálica de un toro.
Es una ciudad y comuna suiza del cantón de Friburgo, capital del distrito de
Gruyere; lo que nos permitió, en nuestro último día, visitar el pueblo de
Gruyere, donde se fabrican los famosos quesos, que curiosamente no tienen
agujeros, los quesos con agujeros son franceses.
También pudimos visitar, en Broc, la fábrica de chocolates de Cailler-Nestlé.
Allí degustamos varias clases de chocolate y, como es de suponer, todos
compramos varias tabletas.
Otra curiosidad de esta excursión fue que nos enteramos de que la fábrica lleva
los nombres de la primitiva empresa, Cailler y de la segunda, Nestlé, que la
absorbió, pero que mantiene el primitivo método de fabricación del chocolate:
De manera que el método Cailler elabora el chocolate con
leche natural y
sin embargo el método Nestlé lo hace con leche en polvo. Por eso, en el momento
de comprar, podemos elegir tabletas con el envoltorio Cailler o con el
envoltorio Nestlé, según nuestro gusto; aunque os puedo asegurar que los dos
métodos son sensacionales, incluso el chocolate blanco hecho con manteca de
cacao (grasa natural comestible del haba del cacao).
Al volver a nuestro destino pasamos por Carcasón y tuvimos la fatalidad de que
hizo 39ºC, de manera que mientras visitábamos el castillo-fortaleza, se
derritieron las tabletas de chocolate.
No voy a seguir describiendo otras ciudades como Berna, capital de Suiza donde
se ubica la Unesco, o Lausana, sede del comité olímpico internacional; ciudades
que podéis conocer a través de Internet y que pudimos visitar, pero sí quiero
decir que todo el
paisaje de Suiza es maravilloso, con altas montañas y grandes lagos, aunque
mi tierra vasca es tan bonita y además tenemos mar.
Lo que sí tengo que reconocer como extraordinario, es que una república con 26
cantones independientes, utilizando cuatro idiomas distintos y conviviendo entre
dos fuertes religiones, permanezca tan unida. Luego de haber vivido esta
experiencia, recomiendo viajar a Suiza.
Por J. Javier Larrinaga