Montevideo, amabilidad oriental
Como su gente cordial y dedicada, como su ritmo candombero que ya suena en esta época del año; como su comida, con ese infaltable olor a chivito (sandwich típico uruguayo) que inunda la ciudad vieja y que con su portezuela, resto de la antigua fortificación que rodeaba a la capital, invita imponente a un sinfín de sensaciones.
La entrada a la ciudad vieja
es un buen punto para iniciar un recorrido donde el turista puede acercarse a
sitios interesantes. La Plaza Matríz, es un buen recorrido para contemplar, casi
el punto de arranque, ya que allí se ubica el kilómetro cero desde donde parten
todas las rutas.
Frente a la plaza central, se
levanta la catedral, como en la mayoría de las
construcciones coloniales,
dominando la escena de la ciudad. Es un edificio imponente, con una construcción
que data de 1800 con fuerte influencia neoclásica, luego de que el barroco
dejara de ser el furor de la época.
No hace falta alejarse mucho
para toparse con uno de los sitios emblemáticos, el monumento y el mausoleo
subterráneo donde descansan las cenizas de Artigas, héroe nacional al que los
uruguayos le profesan su respeto.
En el mismo radio se levanta
el majestuoso Teatro Solís, que cuenta con palcos y butacas ansiosas por recibir
a los visitantes que encuentran en él, espectáculos de música y danza clásica,
ópera y teatro de nivel internacional.
Otra visita infaltable en el
casco céntrico montevideano es el Palacio Estévez, que fue hasta 1985 sede del
gobierno nacional y que alberga reliquias de incalculable valor así como un
breve recorrido en imágenes por la historia del.
Ni que hablar del Palacio
Salvo, que los uruguayos denominaban como el primer "rascacielos" de Uruguay por
su altura y cúpula deslumbrantes para la época en que fue construida.
El Museo Romántico y el
Palacio Taranjo también forman parte de las visitas. El Romántico, evoca la vida
social de la clase alta montevideana entre 1830 y 1900.
El segundo, sede del
Museo de Artes Decorativas, exhibe de forma constante obras de pintores
europeos, así como mobiliario de estilo Luis XV y Luis XVI, porcelana de Sevres
y cristalería de Baccarat.
Antes de finalizar el
recorrido por la
ciudad vieja no puede dejar de verse el museo dedicado a la
obra de Joaquín Torres García, artista creador del denominado arte constructivo;
ni tampoco dejar de recorrer los puestos de artesanías y los escenarios donde
murgas y grupos de rock ensayan sus primeros acordes para esperar el anochecer.
La
serenidad de la playa de Montevideo
Montevideo tiene playas,
playas chiquitas, acogedoras y que quedan a mano, la del parque Rodó es la más
cercana a la urbe y le sigue la tradicional Pocitos, hasta llegar a la famosa
Carrasco.
Antes de caminar por la arena muy limpia y finita, conviene hacerse un paseito para toda la rambla y contemplar la serenidad del pasaje costero.
Las playas montevideanas
tienen una mezcla de mar y río, que se hace aún más evidente cuando el agua
oceánica ingresa y una línea verdosa se dibuja en la superficie del agua.
El
oleaje es leve pero ofrece la inmensidad del mar, esa sensación, como bien dicen
los guías turísticos, de que el horizonte y el mundo se caen del otro lado, ahí
donde la vista ya no puede ver nada más que agua.
Cerca de las playas, en
frente, se ubican otros recorridos históricos y arquitectónicos de gran riqueza
cultural. La casa museo de Juan Zorrilla de San Martín, realizador entre otras
tantas obras del obelisco oriental y del monumento al gaucho, ofrece inclusive
un recorrido por su atellier que permite toparse con sus originales en yeso.
Mucho
para ver
Otro recorrido imperdible es
una visita, preferentemente un domingo por la mañana, a la feria de Tristán
Narvaja.
Entre la infinidad de cuadras que la componen, se levantan los puestos
más diversos que ofrecen antigüedades, artesanías, sahumerios de esencias
exóticas y repuestos para arreglar lo que a uno se le antoje. Tristán Narvaja es
además un excelente lugar para comprar verduras, frutas y quesos que no tengan
aspecto de conservadora.
Y si de acercarse a lo
autóctono se trata, lo mejor es hacerse una escapada por el mercado del puerto,
además de apreciar su singular construcción, resulta imprescindible degustar
pescados y frutos de mar en sus variados puestitos y no olvidarse de brindar con
una copa de la tradicional bebida bautizada como "medio y medio".
Para llevarse una vista
panorámica de Montevideo, es bueno llegarse hasta el faro que se ubica en lo que
todos conocen como el Cerro de Montevideo, allí, en el punto más alto de la
ciudad se puede obtener una visión panorámica y acercarse a parte de la historia
que muestra el antiguo faro de defensa en épocas de la conquista.
Por Clarisa Ercolano