Como evitar los mareos al viajar   Marrakesh, un encuentro con “lo sublime andando vivo por las calles”
En Marruecos, una algarabía de olores, sabores, colores, perfumes, sonidos y gente...
 

 

 

 

Marruecos ha sido fuente de inspiración para numerosos pintores europeos. Eugène Delacroix descubrió Marruecos en 1832 en una misión diplomática, y quedó deslumbrado por "la preciosa y rara influencia del sol que da a todas las cosas una vida penetrante". Este descubrimiento del país le hizo encontrarse "con lo sublime andando vivo por las calles".

La ciudad es rosada y más aún cuando el sol se pone: es infaltable estar en la plaza Jemaa el Fna en ese momento y contemplarla desde la terraza del Café Glacier cuando el sol está cayendo y la paleta completa de colores anaranjados se pinta en sus muros, exceptuando en donde cuelgan enormes alfombras que cortan el color con algún rojo o azul.

Hay varios cafés con terrazas que rodean esta plaza, pero el Café Glacier tiene la mejor ubicación para contemplar el atardecer y todo lo que la habita. Todo converge hacia este lugar: es el corazón de la Medina, una algarabía de colores, olores, perfumes, sonidos y sobre todo gente.

Un consejo: comer en algún puesto algún pincho moruno (unas pequeñas brochettes) y tomarse un enorme jugo de naranja marroquí, también en puestos especializados; fueron de las mejores naranjas que comí.

Recorrer la Medina y sus callecitas laberínticas es fácil si se cuenta con un buen mapa en donde figuren las calles principales y sus curiosidades y sitios importantes. Realmente se puede ir sin problemas. Nunca ha de faltar algún marroquí amable que, con un español perfecto, intente ser su guía, pero tenga la seguridad de que si usted pregunta a algún guía especializado que se tope por ahí y que se encuentra en plena tarea de conducir a otro grupo de turistas no dudará en explicarle lo que sea: para eso están, para ayudar a cualquier turista.

Puede no resultar fácil de recorrer la Medina a causa de la cantidad de gente que circula por esas arterias especialmente en las tardes de fin de semana. Hay que tener cuidado sobre todo cuando dos calles se cruzan: cada paso que se quiere dar para avanzar se torna una tarea costosa cuando uno queda en medio de un remolino de gente marroquí.

Resulta mucho más fácil recorrer la Medina si es un día viernes, día de oración solemne. Algunos comercios cierran ese día, pero realmente es otro recorrido el que se puede hacer y se puede disfrutar de otra manera también.

La gran parte de la artesanía que ve en los zocos es común al de muchas ciudades marroquíes.

Mientras más alejado esté uno de la plaza, mejores precios va a conseguir: el precio de las especias que vendían en un puesto a metros de la plaza no tenía comparación con el precio que pagué en un puesto similar donde los marroquíes compran fuera de este "centro turístico". Igualmente no olvidar que en los zocos el regateo está a la orden del día.

Una charla casual que pueda iniciarse con algún artesano o comerciante puede desembocar en una invitación a un té de menta.

Había leído antes de viajar que se debe aceptar el té que a uno le convidan y que es de rigor tomar varios vasos.
Es interesante poder observar el proceso de tintura de las telas en grandes piletones al aire libre.

Existe una parte moderna de Marrakech llamada Gueliz con grandes avenidas y boulevares. Se nos ofrece otra fisonomía pero el color rojizo-rosado de cada uno de los edificios y grandes hoteles que conforman esta parte de la ciudad sigue siendo el mismo. Por acá va a encontrar tiendas de artesanías que venden algo más barato que en los zocos de la Medina.

Fuente: Mujeres de empresa

 
 
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