Según el
informe suministrado por profesionales de la Universidad norteamericana de Notre
Dame, algunas de las consecuencias físicas que se derivan del
engaño son: dolor de cabeza,
tensión muscular e irritación de garganta.
Para
llegar a esta conclusión, ciento diez personas de entre 18 y 71 años fueron
divididas en dos grupos.
A uno de
ellos se le pidió que siempre dijera la verdad y al otro grupo de participantes
se le solicitó que actuara con libertad, pero que apuntaran la cantidad de
mentiras que se decían por día.
Luego de
dos meses de control médico y vigilancia mediante el uso de un detector de
mentiras, se pudo establecer que aquellos que no mentían mejoraron notablemente
su salud ya que se encontraban menos tensos, no sufrían de dolores de cabeza ni
molestias en la garganta.
Quienes
mantuvieron una conducta honesta, aseguraron que sus relaciones sociales
mejoraron mucho. Sus parejas y amigos estaban más contentos y notaban las
diferencias antes y después del experimento.
Mediante
la prueba del polígrafo se pudo asegurar que quienes faltaron a la verdad,
manifestaron como síntomas habituales, dolores articulares y alteraciones en la
menstruación.
El
estudio también reveló que dejar de mentir no es nada fácil ya que existe una
gran dificultad en los mentirosos en rectificar los engaños.
Luego del
estudio, estos participantes no pudieron reducir el volumen de mentiras en su
vida cotidiana. Lo máximo que pudieron hacer fue dejar de exagerar determinados
logros, evitar inventar excusas y decir verdades a medias, pero nunca mantener
un comportamiento sincero y libre de engaños.
La
mentira genera tensión y provoca un conflicto interno que puede desencadenar
en graves conflictos personales y discusiones con el entorno que pueden derivar
en rupturas, separaciones y distanciamientos.
Decir la
verdad es la mejor manera de mantener una actitud saludable. Es también una
opción para reducir el estrés, la ansiedad, mejorar la calidad de vida y superar
los problemas del pasado.
Claves para mantener una actitud sincera:

1.-
Pensar muy bien antes de hablar. “Es
preciso valorar a la persona que tenemos frente. Nadie merece ser engañado. La
mentira es hija de la inseguridad.
Hay que
tener una actitud positiva con uno mismo. Mantener la autoestima elevada y
confiar plenamente en las propias capacidades.
No es
necesario mentir ya que no se ganará nada con una actitud falsa, Tarde o
temprano, todo se descubre”,
comenta el psicólogo español Joan Erreborde.
2.-
Evitar decir mentiras piadosas o pequeñas.
“Hay que contenerse y decir solamente aquello que
sea verdadero. Si no somos capaces de decir la verdad, lo mejor es hacer el
ejercicio de llamarse al silencio.
Pensar en
lo que se debe hacer y no en lo que se quiere. Si esta práctica no conlleva
buenos resultados, lo más conveniente es comenzar una terapia ya que los
mentirosos compulsivos pueden llegar muy lejos e involucrar en sus fantasías a
gente inocente.
Las
consecuencias se pueden pagar muy caras. Todo puede comenzar con una mentira
pequeña, pero convertirse en una verdadera perturbación”,
finaliza diciendo el profesional.
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