El poder de las preguntas

Muchas veces la mejor forma de generar una respuesta positiva no es un análisis ultra-detallado de las actitudes o los beneficios, sino algo mucho más simple. Hay que aprender a respetar y apreciar el poder que tienen las preguntas.

La
mayor parte de la gente no le asigna a la reflexión, al cuestionamiento de las
propias acciones y a la pregunta interna el valor que esta tiene. Esta gente es
el tipo de personas que normalmente actúa sin pensar demasiado, que simplemente
se mueve hacia delante por la vida, sin analizar adonde esos pasos la pueden
llevar y sin utilizar ciertos mecanismos de gran poder para lograr las
actitudes más adecuadas, tanto con respecto a las demás personas como con
respecto a nosotros mismos.

Detengámonos
un minuto a pensar, analicemos, hagamos un repaso de nuestra vida y de nuestras
acciones y nos daremos cuenta, con toda probabilidad, de que nosotros también
sufrimos de este problema, que nos pasamos la mayor parte de la vida ocupados
en hacer cosas, en tomar decisiones y en actuar en consecuencia, y no nos
tomamos el tiempo necesario para reflexionar sobre lo que estamos haciendo. Y,
principalmente -lo que es más importante, y que nos puede brindar dividendos
mucho mayores-, no nos tomamos en tiempo para pensar cómo podemos hacerlo
mejor.

Este
es un problema que esta muy extendido en nuestra sociedad, una sociedad que
muchas veces pone la velocidad y la necesidad de hacer por encima de todo lo
demás. 

Mirando Dentro Nuestro 

Hay
algo que es cierto y que es muy difícil de rebatir, aún por aquellos que más en
contra puedan estar de lo que estamos diciendo: la habilidad de mirar dentro de
uno mismo, de tomarse un tiempo para analizar la forma de actuar y las
motivaciones redunda, casi en el cien por cien de los casos, en una mejor y
renovada forma de actuar. El tomar conciencia de cómo afectamos tanto a los
otros como a nosotros mismos cuando nos decidimos a seguir un curso de acción
es una forma segura de evitar caminos que no nos convienen o que pueden afectar
negativamente a otras personas.

No
sólo eso, sino que, yendo un poco más allá, también redunda en una mejor
utilización de nuestra capacidad de análisis, de nuestra inteligencia. El
pensar en qué funciona correctamente y qué no lo hace, en los motivos detrás
del funcionamiento o no de un mecanismo determinado y en los motivos por los
que puede fallar es un seguro para no cometer errores estúpidos.

La
reflexión y la introspección nos hacen mucho más astutos, más hábiles e
inteligentes, o, por lo menos, ayudan a que no desperdiciemos la capacidad que
tenemos y que no nos comportemos de maneras que nos hagan parecer absolutamente
tontos.

Muchas
veces, cuando empezamos a trabajar sobre el pensamiento y la razón, cuando nos
concentramos en tomarnos el tiempo necesario de análisis, nos damos cuenta de
la diferencia con nuestras acciones si no hubiéramos reflexionado, y comenzamos
a desear que hubiésemos entendido antes que esta era la mejor forma de tomar
decisiones.

Cuanto
más reflexivos e introspectivos nos volvemos, cuanto más pensamos las cosas,
más inteligentes somos en nuestra forma de actuar. 

La Pregunta 

Hay
una habilidad que a veces viene con los años, aunque muchas veces no lo hace
(lamentablemente); una habilidad que no se puede estudiar en ninguna universidad,
aunque si se pudiese sería una de las carreras más útiles para el desarrollo de
la vida en sociedad; una habilidad que suelen adquirir ciertos profesionales
con la experiencia que sólo pueden traer los años de trabajo. Y esta habilidad
es la de interrogar, la de realizar la pregunta correcta en el momento exacto
para lograr un análisis adecuado.

La
pregunta es, sin lugar a dudas, la parte más esencial de la reflexión y la
introspección. No hay nada que se pueda hacer en este área si no tenemos la
capacidad de detenernos y preguntar, tanto a nosotros mismos como al resto de
las personas con las que compartimos la vida diaria y con las que nos
relacionamos de forma activa en la sociedad.

El
poder de la pregunta atraviesa todas las capas de la vida, aparece en todos los
ámbitos y cumple su función en toda situación social. La habilidad de preguntar
lo que tenemos que preguntar cuando lo tenemos que preguntar puede llevarnos a
amasar una increíble fortuna o a conseguir fama, poder o, aún más interesante que
estos aspectos un tanto frívolos, a ser felices.

Por
supuesto, en general, la pregunta de la que hablamos suele tener una respuesta
en si misma, es una especie de faro que nos guía directamente hacia la opción
correcta. Si estamos en el consultorio del médico y nos dice que debemos seguir
un tratamiento, y nos pregunta si estamos dispuestos a seguirlo, a nadie se le
ocurre decirle que no, porque no hay duda de que la opción correcta para poder
continuar con nuestra vida de la mejor manera posible es aceptar el tratamiento
que se nos ofrece.

El poder
aparece en esa pregunta, en la forma de los claros signos que apuntan a cuál es
la opción, la respuesta que no debemos, bajo ninguna circunstancia, elegir.
Ante una pregunta de este tipo, con una respuesta tan marcada y una “amenaza”
(entendiéndose amenaza no como un ataque por parte de nuestro médico, sino la
clara e indudable posibilidad de que algo malo ocurra) en el caso de no
contestar que sí, ¿a alguien se le ocurriría contestar con aquello que no es lo
que espera la persona que realiza la pregunta? Si dicen que si, no queda
ninguna duda de que (se) están mintiendo. 

Ese es el increíble poder que posee
la pregunta.  Es una pena que su
utilización de la forma correcta no esté tan difundida como debería, ya que es
un poder que realmente puede lograr cosas maravillosas.

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